Fue en 1992 cuando Antonio Abellán expuso por primera vez con IB Galería. Lo que me atrajo de su obra en aquella ocasión me sigue cautivando ahora. Cada pintura de Abellán es un contenedor de inquietud que sólo resiste la presión gracias a la válvula por donde escapa el humor, la agudeza y la fina falta de pudor.

La imagen del ambiente recreado, las telas con que viste las escenas, la plasticidad de cada figura y cada objeto, no sería completa si no fuera por la manera exhibicionista en que posan sus personajes, sus miradas cómplices de la situación en que se encuentran -ya sea en su soledad o en su relación con los otros- y su capacidad de existir, aunque sea sobre una tela que en realidad, a veces, me parece un espejo.

Más de veinte años ... han pasado y Abellán se ha consolidado como uno de los valores más seguros del panorama de la pintura valenciana. Su obra es solicitada por coleccionistas de toda Europa gracias a la calidad creativa y exquisita factura que imprime en sus pinturas y que se mantiene a lo largo de todos estos años a pesar de los innumerables vaivenes de las modas, que no siempre movimientos, plásticas.