Durante los últimos años Katinka Lampe ha pintado principalmente retratos. Lo que le interesa a la artista es la pintura en sí misma. Explora las posibilidades de la pintura sobre el lienzo, en una continua búsqueda de la frontera entre la abstracción y la figuración. Para reforzar esta intención, Katinka agrega una capa adicional a las imágenes que representa, añadiendo distancia a la ilusión a través de la incorporación de elementos intrusos. Una boca demasiado grande, una nariz extraña o un pelo con apariencia de peluca. A primera vista, estos signos pueden ser realmente inquietantes, alejándose intencionadamente de la perfección e incorporando un nítido mensaje en el que se quiere mostrar al espectador lo que es una pintura sobre un lienzo, donde las emociones y las sensaciones, con respecto a los modelos representados, están completamente fuera de lugar.

La razón por la que Lampe pinta principalmente niños es porque su representación ... tiene muy poco que ver con cualquier cualidad efectista o conmovedora. Elige sus rostros por la ausencia de arrugas y otras muestras de envejecimiento las cuales otorgarían demasiado carácter a sus modelos, convirtiéndose en retratos de individuos que tienen y cuentan una historia de sí mismos. Y eso no es lo que Lampe busca.

En su serie de pinturas, varias caras aparecen más de una vez. El mismo modelo y la misma actitud son representadas de diversas maneras. Estas pinturas muestran claramente el método de trabajo de Lampe. Con aparente facilidad, la artista retrata con habilidad dichas caras como base o punto de partida. En esta fase es importante que la pintura no sea brillante en lo más mínimo, ni la pincelada visible. Lampe, posteriormente, se concede algunas libertades. La artista añade la boca de un adulto en el rostro de un niño, algún rasgo anormal, unas pestañas demasiado rizadas o, incluso, la nariz de un cerdo. De nuevo Lampe seduce al espectador y le conduce por un sendero conmovedor que nos va alejando de una hermosa ilusión.