Descripción de la Exposición
La piedra y el agua
"Como aquella roca en medio de la corriente sólo tú me llenas (...)"
La piedra áspera y dura reposa sólida. El agua blanda y suave se desparrama, corre y se va.
El juego de la piedra y el agua me fascina.
La piedra se apoya. El agua la empuja, no se cansa de lamerla. La piedra resiste la caricia. Se cubre de algas o se lava. El agua se derrama sobre la piedra, la cubre, la frota. Se deshace en burbujas o se disuelve en espuma cuando choca entre sí o con la piedra. Se divide en gotas que salpican alrededor. La piedra permanece en su centro, el agua se desliza. Cae despeñándose garganta abajo. No hay cascada sin piedra: la piedra intenta retener la corriente que se escapa. El chorro se desploma, resbala, fricciona, patina. El agua se libera de la piedra, salta, se desborda. Se mueve y su movimiento puede ser dulce o violento, siempre poderoso. El agua se rinde, cede. La piedra aguanta firme.
Sin embargo el agua lima y pule la piedra y con el caudal del invierno la empuja y la muele. Ella rueda y se redondea al chocar. Con paciencia, lentamente, va siendo desmenuzada. Se disgrega finalmente en granos microscópicos de arena.
La caída del agua me emociona: Al mismo tiempo se entrega y se suelta. Se pierde y se encuentra. Al derrumbarse salvaje sobre la piedra, desde la piedra.
Pero es en sus besos, en su tocar dulce y vivo, allí donde se produce el contacto, en la intimidad del límite, en ese lugar extraño donde ambas pierden su identidad y surge el espacio, es ahí donde siento su roce. Siento el éxtasis de amor de su canción y su danza en mis órganos dentro del cuerpo. Más allá del tiempo y también del espacio la piedra y el agua desaparecen. No queda más que su diálogo infinito.
Santiago Mayo