Descripción de la Exposición Se dice que la palabra barroco viene de las perlas deformes que se utilizaban sobre todo para crear con ellas cuerpos de seres fantásticos en joyería. Rococó, también nos cuentan algunos, deriva de rocalla, esas conchas de ostras unidas a veces a restos coralinos de caprichosas curvas. Naturalmente fueron los neoclásicos los que crearon los términos. El caso es que esta rocalla es la que define formalmente el Rococó. Las curvas han marcado siempre las épocas y estilos. Si en el Gótico, sobre todo en el tardío, el juego de curvas encontradas, ojiva, llevó a un paroxismo del compás, el primer y adintelado Renacimiento calmó tal algarabía. El Alto Renacimiento, con la aparición de los extravagantes manieristas, empezó a hacer buen uso de ellas. En el Barroco, sobre todo con Borromini, la curva alcanza su gramática más perfecta: a una forma cóncava se opone una convexa, el círculo y la elipse se hermanan, las ondulaciones se oponen a las rectas. Un frontón puede ser triangular y curvo en sus extremos o viceversa, es decir, el imperio de los opuestos juntos. Pero hay un sistema ordenado y la simetría apenas se rompe. No así en la rocalla. Ésta es casi siempre asimétrica, como caída a un lado o apoyada aparentemente en algo. Esta ruptura de la simetría es una novedad en el arte. El eje central que ha dominado las composiciones arquitectónicas y ornamentales queda roto. Hasta este momento en Occidente nunca se había dado la asimetría. La ruptura del eje es de una trascendencia enorme: aparecen las cosas a un lado dejando el otro vacío, o la derecha no corresponde a la izquierda como si una dislexia lo atacase todo. La rocalla siempre está atenta a los vacíos, los orificios que la atraviesan aparecen constantemente, es como si este fondo, este cielo o vacío fuese ganando en importancia deshaciéndola. El Art-Nouveau recogió mucho del espíritu de la curva, pero ésta es fluida y no caprichosa. En el siglo XX la curva tiene un momento esplendoroso en los años cincuenta, que en estos primeros años del XXI han tomado con brío muchos artistas, arquitectos y diseñadores. Pero siempre son curvas cerradas y uniformes. Hay pocos que se hayan atrevido con la rocalla. Extracto del libro 'Melancólico Rococó', de G.P.V. --------------------------------------- Cuando comencé a realizar las obras que integran esta exposición, pretendiendo definirlas, me vino a la memoria una frase de Cézanne al tratar éste, a su vez, de explicar la suya: 'c´est une petite sensation'. Esa sensación de un cierto orden entre cuestiones estéticas y plásticas, vagas e indefinibles. Existe el convencimiento de que el arte es un reflejo del tiempo en que éste se genera. Un convencimiento en lo 'real' que lo impregna todo. El objeto de arte es tangible, la foto es 'documento' y ya no existe la ventana 'albertiana' donde la pintura, por ejemplo, era la entrada hacia otra cosa. Por el contrario, creo que el arte nace de una necesidad de traer a nuestra 'realidad' aquello que no existe y deseamos. La iconoclasia de la modernidad nace de un absurdo temor por lo imaginario y simbólico, por la belleza y lo placentero, como si estos fueran valores negativos, pesados. Gran parte del aburrimiento que me producen las muestras de la ortodoxia moderna nace de este fundamentalismo dictatorial sobre lo que hay que hacer hoy en el arte. Cuando el artista ha conquistado la libertad de seguir sus deseos allí donde se encuentre. Así que he seguido libremente mis deseos. Para ello he utilizado pequeñas series, incluso obras únicas, para explorar ideas y métodos que imaginaba e interesaban, sin buscar unidad entre ellas. También hay una consciente utilización del formato pequeño, 'anti-institucional', de una relación íntima entre espectador y obra y, desde luego, sin esfuerzos físicos innecesarios para el artista. La serie A las afueras tiene un indudable aire metafísico que sigue impregnando mi mundo imaginario. Surgimiento pretende ser un retablo de meditación sobre la vida. ¿Es la vida una exención en un mundo mineral? ¿Por qué la vida? ¿Por qué la consciencia como fruto de la vida? Nace de mi pasión por el arte romántico alemán, Schinkel y sobre todo Philipp Otto Runge, cuya obra fui a ver por esta época al Museo de Hamburgo, como si de una peregrinación se tratase y como también traté que tuviese el sentido de una obra religiosa. El paisaje es un tema central en este tiempo. Los pequeños paisajes aquí presentados fueron fundamentales para la progresión de la obra posterior. En ellos las formas biomorfas, constructivas y naturales conviven en el paisaje de lo imaginario. De estos nacen los Paisajes-conversación, por ahora reducidos a una sola obra aunque hay otras por desarrollar. Se trata de la idea de unir un cuadro de figuras, de historia, con un paisaje tradicional, creando una ambigua relación de escalas y tamaños donde el paisaje pone la atmósfera simbólica de la escena de la historia. Naturalmente el dibujo ha sido el ámbito de la reflexión, el lugar donde se investigan y surgen las ideas, donde pensamiento y obra son más inmediatos. No creo que para el artista exista un medio más idóneo. Aquí también investigo obras destinadas a la realidad de nuestras ciudades tan necesitadas de belleza y placer y que, desgraciadamente, se quedarán en ideas sobre papel. Pero, al menos, lo he intentado. Guillermo Pérez Villalta
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España