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La Necesidad de lo Salvaje

Exposición / Galeria la Merceria / Moratin, 7 / Valencia, España
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Cuándo:
24 sep de 2021 - 03 dic de 2021

Inauguración:
24 sep de 2021 / 17:00

Horario:
17:00 a 20:00

Precio:
Entrada gratuita

Organizada por:
Galeria la Merceria

Artistas participantes:
Lolo Camino Sos

Teléfonos
630723601

Correo electrónico
galerialamerceria@gmail.com
Etiquetas
Abstracto  Abstracto en Valencia  Acrílico  Acrílico en Valencia  Graffiti  Graffiti en Valencia  Pintura  Pintura en Valencia  Técnica Mixta  Técnica Mixta en Valencia  Urbano 

       


Descripción de la Exposición

Desde el inicio de la segunda mitad del siglo XX y hasta 1975, debido a una serie de causas y consecuencias derivadas de procesos geopolíticos internos, un gran número de valencianos y valencianas, particularmente provenientes de la región de la Ribera baja, iniciaron un proyecto migratorio que cambió sus vidas. Algunas de estas personas quizá pensaron en un viaje de ida y vuelta, muchas estaban en lo cierto; otras, no pensaban equivocarse. Es común, entre los pensamientos de los migrantes, fijar la idea del regreso dentro del proyecto inicial migratorio. El mito del retorno se establece en el imaginario colectivo como una fuerte pulsión de fin de ciclo. A veces, en la tercera generación, la semilla del retorno brota con la misma fuerza con la que germinó en el proyecto inicial. Estos migrantes pioneros comenzaron a llegar a las marismas del Guadalquivir a principios de 1940 y a lo largo de cuatro décadas establecieron una red migratoria que movilizó a un gran número de valencianos. La particularidad de la semejanza quizá y el gran desarrollo conseguido por las arroceras valencianas, teniendo en cuenta su dominio del comercio del arroz junto a Cataluña, propició en cierta medida que, el terrateniente olivarero Rafael Beca, auspiciado por el General Queipo de Llano, convirtiera la marisma del Guadalquivir en un gigantesco cultivo de arroz. En 1936 Beca mandó un equipo experto a conseguir semillas de arroz italianas. Tres años después, sin embargo, las semillas que se plantaban en Sevilla provenían de Valencia. (Camprubí, L. 2014) Esta gran marisma surcada por el río Guadalquivir y sus divisiones (el Brazo de la torre, el brazo de los jerónimos y el brazo del este) abarca una superficie de 140.000 ha. Gran parte de la citada extensión, corresponde al término municipal de Puebla del Río. Dicho término se divide, a su vez, en tres islas: Isla Mayor, Menor y Mínima. Dentro de esta expansión de tierra inundable y a lo largo de los años en los que esta fue domesticada, se formaron conjuntamente con la prosperidad del cultivo del arroz una serie de pueblos en los que convivieron trabajadores y trabajadoras de distintos lugares de la geografía española, e incluso de lugares tan alejados como el delta del Nilo. Entre estos aventureros foráneos y autóctonos llegados a las Marismas, en 1955 aparecen censados 264 valencianos y valencianas. Lo que representa el 7 % del total sobre la población de los distintos poblados. No recurrimos a la cifra como detalle de su faceta exponencial, sino que, más bien, lo hacemos en el sentido por el cual dicha cifra constata la presencia de la citada migración valenciana. En los años posteriores a la guerra civil, la producción arrocera había experimentado cierto avance en vistas a la necesidad de abastecimiento que demandaba el conflicto. Pero, a pesar de este aumento de la producción y explotación de las marismas, en el imaginario colectivo de los valencianos que migraban hacia esas supuestas tierras vacías, retumbaban reminiscencias del camino hacia lo salvaje. No en vano, en algunos estudios del caso, entrevistas realizadas a valencianos asentados en las marismas reflejan la idea del aspecto salvaje que presentaban las tierras a su llegada. Una idealización del espacio como “salvaje e inhóspito” que propiciaba un discurso mediante el cual se potenciaba la idea del valenciano como agente directo de la domesticación del territorio y por ende del cultivo del arroz. Esto era, en un principio, un desierto, era como el oeste americano, una marisma sin fin inundándose. Aquí hacía falta gente que supiera cómo hacer crecer el arroz, cómo civilizar esta extensión salvaje. (Cantó, A. S. 1997). El abuelo de Lolo fue uno de esos valencianos que, guiado por el instinto de probar suerte en esos denominados territorios salvajes, en 1951 se despidió de su familia y de su pareja en Sueca para iniciar su andadura en tierras sevillanas. Cincuenta y tres años después, en 2004, Lolo Camino Sos, nieto del migrante de Sueca, hace realidad la idea del retorno, llegando a Valencia para iniciar su proceso formativo académico. En las conversaciones mantenidas con Lolo, referentes a “la necesidad de lo salvaje”, la migración de su abuelo y sus consiguientes raíces valencianas estuvieron muy presente, según él, a la hora de afrontar la plasticidad, la morfología y el discurso de la obra. Eran los días que Lolo pasaba con su abuelo en el campo, días sumergidos en viajes de ida que quedaron sin retorno, en estancias cortas asentadas y arraigadas, días para el encuentro con emociones liberadas. La obra que hoy contemplamos es el proceso estibador de años de liturgia entre campos de arroz. El lento proceso de distribución y almacenaje de los enseres del alma. Una conexión generacional surcada por corrientes de acequias, vidas inundables y brotes verdes en cubículos en órbita. La masa pictórica se entremezcla con remolinos de polvo que surcan la gran extensión árida en los meses de sequía. Se pueden ver cantares ocultos mezclados con voces de otros lares, hojas flotando entre los mil brotes de fango y el pomposo chapoteo de la tierra al respirar. Lo salvaje en la obra se proyecta como una liberación interior, una huida impulsiva hacia nuevos territorios donde encontrarse con identidades perdidas, olvidadas o enterradas bajo formas que se superponen. La necesidad de lo salvaje se desplaza entre pérdidas y encuentros, entre el atavismo y la liberación para dar forma al imaginario latente de todo lo que intenta nacer de nuevo. Compartir la aventura, vivir lo nómada, retomar la voz perdida en el fondo de la garganta, sumergir los pies en agua adueñada de un microcosmos celestial. Romperlo, fraccionarlo, hacerlo desaparecer, y, en un ejercicio de pérdida voluntaria, entregarse a lo salvaje. Efraín Carrero Septiembre 2021


Obras expuestas en La Necesidad de lo Salvaje (5 Obras)

Entrada actualizada el el 01 oct de 2021

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