Descripción de la Exposición
La Galería Juan Silió presenta la primera exposición en la Galería del artista Manuel M. Romero (Sevilla 1993). Su primera exposición individual en Madrid se compone de obra reciente, lienzos y papeles monocromos cargados de matices, líneas y colores que aluden al proceso de la pintura, al trabajo y al tiempo en el estudio, donde los materiales se adhieren y transfieren de un soporte a otro. Un ejercicio que obliga a mirar con detenimiento cada obra para descubrir su riqueza, que invita a la pausa.
La exposición se acompaña de un texto del comisario y crítico Joaquín Jesús Sánchez y ha sido organizada en colaboración con la Galería Artnueve de Murcia.
A LA MAR FUI POR NARANJAS
«Pintura sin literatura». Lo dijo Guillaume Apollinaire sobre La musa inspirando al poeta, un cuadro de Henri Rousseau en el que figuran Marie Laurencin y el propio Apollinaire. Tiene su guasa. «El aduanero» (ominoso sobrenombre) quiso regalarle un retrato-paisaje (creación propia, más poesía a la ensalada) a su amigo y protector. Se expuso en el Salón de los Independientes de 1909 y, según cuenta Ángel González en Pintar sin tener ni idea, los críticos coincidieron en que el retratado no se parecía nada al modelo. La conclusión resulta milagrosa, ya que no figuraba en ninguna parte que el mozo del papelote y la pluma fuese el señor don Guillermo.
¿Será posible una pintura sin literatura? Todo parece indicar lo contrario: entre sus manos, lo lamento, acabo de colocarles una carilla de hacendosa verborrea. La pregunta tiene abuelos. Luca Giordano, impresionado por Las meninas, dijo que eran «la teología de la pintura». De todas las comparaciones, elige la escolástica: la disciplina de la palabrería y los silogismos. Palomino, que recoge la afirmación, la interpreta sin muchas luces: «queriendo dar a entender que, así como la teología es la superior de las ciencias, así aquel cuadro era lo superior de la pintura»; por esa regla de tres, la teología es la teología de las ciencias. (Gran revelación: también se puede escribir sin tener ni idea).
El ojo está lleno de palabras. Hay quien descubre en un redondel la idea perfección, un disco solar, el eterno retorno o la bola del mundo. La Historia del Arte está llena de imágenes colaboracionistas, que no quieren que se las mire, sino que se las escuche. Tras siglos de evasivas, cuesta mantener la mirada.
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Para justificar sus geometrías, Kandinsky recurrió al estudio de las piezas que surgen al descomponer la pintura: el punto, la línea y el color. Propuso, incluso, la creación de «una ciencia artística» que se entregase al «análisis minucioso y completo de la historia del arte» atendiendo a los elementos, el ritmo y la composición. Su noble empeño cae rápidamente en alegorías. «El punto geométrico es invisible. […] Encuentra su forma material en la escritura: pertenece al lenguaje y significa silencio. […] Internamente, el punto es la forma más escueta». Llegando a los colores, dice cosas atrevidas, como que el blanco es más cálido que el negro, cuyo «interior» encuentra «incuestionablemente frío». En su esquema cromático los pone en los extremos: izquierda y derecha, arriba y abajo. Hay que recorrer el resto de colores para llegar de uno a otro o dejarse caer por ellos. Tratando estos mismos colores, Guénon dice que en el fondo, y como todos los opuestos, son esencialmente la misma cosa.
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Cuando se encuentra un texto indescifrable y se quiere averiguar si se trata de una lengua desconocida o de un mero conjunto de signos sinsentido, se observan las repeticiones de sus elementos. Por ejemplo, en nuestra sintaxis, el determinante va delante del sustantivo y el verbo lejos del adjetivo. La reiteración coherente es una buena señal.
Los astrónomos también se ponen muy contentos cuando les llega a la parabólica un ruidito que se repite. De tanto en tanto nos enteramos por los periódicos que algún observatorio ha recibido alguna señal pertinaz (por lo general, leo, es el eco del estallido de alguna estrella). Una vez asentada la costumbre, cualquiera podría repetir un pictograma dejando perplejo al auditorio.
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Nos la enseñaban para estudiar solfeo: «a la mar fui por naranjas, cosa que la mar no tiene», do re mi fa sol fa la sol, mi, sol (3) fa mi re do sol. Es curioso: cantándola, ve uno el verde y el naranja de las frutas, el amarillo de la arena y el azul del mar.
Joaquín Jesús Sánchez
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Manuel M. Romero (Sevilla, 1993) trabaja “con la reducción a lo esencial, con la simplicidad y el silencio visual como alternativa al uso vertiginoso de la imagen actual. Intento huir de la velocidad que caracteriza nuestro entorno y generar espacios de pausa y reflexión. La pausa como alternativa. La pausa hablando de pintura. Pintura hablando de pintura. Mi trabajo se fundamenta en la revisión constante de aspectos formales de la pintura, mediante una imagen abstracta, vacía, sosegada, monocroma, con aportaciones sutiles, que hace constantemente alusiones a su propio proceso”.
Recientemente ha expuesto de manera individual en el Centro Párraga de Murcia, en la galería Filiale de Frankfurt y Galería Art Nueve de Murcia. Su obra está presente en la Fundación Cisneros Fontanal, en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y colecciones como Colección Kells, Colección Yera y Colección DKV, entre otras.
Exposición. 12 nov de 2024 - 09 feb de 2025 / Museo Nacional Thyssen-Bornemisza / Madrid, España