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La misión arqueológica de 1907 en el Pirineo pretende transmitir al público de hoy día la emoción del descubrimiento de los pioneros de la salvaguarda de nuestro patrimonio. En 1907, el Instituto de Estudios Catalanes inició una labor sistemática de estudio del arte, la literatura, la lengua y el derecho que rescataba el espíritu de la Renaixença, lo ampliaba y le confería un renovado impulso con la introducción de métodos científicos y nuevos medios técnicos. En una primera fase se trataba de explorar el territorio, acceder a iglesias y monasterios para sacar a la luz un legado artístico y documental que había permanecido en el olvido. Allí donde los padres de la Renaixença Manuel Milà i Fontanals y Jacint Verdaguer habían sentado las bases de una mitología romántica, los hombres del novecentismo establecieron un campo de estudio sistemático como primer paso de un amplio programa que comprendía estudios, publicaciones y museos.

Esta exposición es fruto de la colaboración entre la Fundación ”la Caixa” y el Instituto Amatller. Forma parte de una serie de iniciativas cuya finalidad es mostrar los fondos fotográficos que integran el patrimonio de esta institución y que constituyen un documento de gran importancia sobre la Cataluña del siglo xx. La exposición presenta setenta y una fotografías inéditas de la misión de 1907 seleccionadas de entre los más de 200 clichés conservados, provenientes de los fondos del Institut Amatller d’Art Hispànic, además de textos y documentos de la época, pertenecientes a diferentes archivos, como el Arxiu Nacional de Catalunya y el Arxiu i Biblioteca Espiscopal de Vic.

La muestra, que conmemora el centenario de tan significada iniciativa, exhibe, junto con las fotografías, las copias de los documentos directos de la misión:

- La carta de recomendación del obispo de Vic.

- La autorización del obispo de Urgell.

- Los dos cuadernos de notas de Puig i Cadafalch.

- El cuaderno de notas de Mn. Gudiol.

- La carta en que Mn. Gudiol relata el paso del puerto de Caldes y que, bajo el título «Jornada peligrosa», fue publicada en la Gazeta Montanyesa.

- Las fotografías de Adolf Mas.

- La emotiva dedicatoria de un libro de Mn. Gudiol a Adolf Mas al día siguiente de la finalización del viaje.

Como complemento, se muestran algunos escritos de los propios protagonistas en los que se dan a conocer interesantes aspectos de la expedición:

- La crónica de la misión publicada en el Anuario del Instituto de Estudios Catalanes, volumen 1, 1907, que marca el hilo conductor de la historia.

- La memoria de las actividades de 1907 del Instituto de Estudios Catalanes presentada por el presidente de la entidad en el volumen 2, 1908, del Anuario.

- La memoria correspondiente al ejercicio de 1911, leída por el conservador del Museo Episcopal de Vic en su junta el 31 de marzo de 1912.

- Una nota de Puig i Cadafalch sobre la Virgen del Descendimiento de la Cruz de Santa Maria de Taüll.

- La necrológica de Mn. Gudiol redactada por Puig i Cadafalch.

El conjunto de la información recopilada aquí abre una ventana en el tiempo y ofrece una visión del patrimonio histórico-artístico de un rincón de nuestro país cuando todavía se encontraba en un estado «primigenio», protegido por la dificultad de las comunicaciones y al mismo tiempo amenazado por la poca consideración otorgada cuando dejaba de cumplir su función litúrgica.

El impulsor del proyecto, al menos en cuanto al aspecto «arqueológico», fue evidentemente Puig i Cadafalch. No resulta difícil imaginar el gran interés que indudablemente tuvo por estudiar de primera mano las iglesias de aquellas remotas comarcas y de las que ya dispondría de suficiente información como para entrever que allí encontraría las formas estructurales más primitivas dentro del esquema evolutivo que planteaba en la monografía cuya publicación estaba finalizando. Con respecto al componente «jurídico» de la misión, es factible suponer que Guillem M. de Brocà, al enterarse de los propósitos de su colega del Instituto, decidiera añadirse al grupo expedicionario. La presencia de Josep Goday, el joven ayudante de Puig, indicaría claramente la intención de realizar el levantamiento de planos de los edificios visitados. Las razones de la participación de Adolf Mas resultan también obvias: los servicios de un fotógrafo profesional eran absolutamente indispensables y la reciente experiencia de fotografiar la obra arquitectónica de Puig había resultado satisfactoria para ambas partes.

La incorporación de Mn. Gudiol a la campaña también fue iniciativa de Puig. Ambos conocían perfectamente los respectivos trabajos, que, en cierta manera, venían a complementarse. Uno se ocupaba de los inmuebles, de los continentes; el otro, de los bienes muebles, de los contenidos, y ambos lo hacían desde la misma perspectiva de recuperación de la identidad nacional mediante la investigación sobre el patrimonio. Nadie poseía un conocimiento más preciso y profundo de la materia que Mn. Gudiol. Estaba al frente del único museo del país con una colección lo suficientemente extensa y representativa al respecto; era un incansable estudioso de los archivos y tenía a su alcance uno excepcional, el Episcopal de Vic; y recientemente había publicado las Nocions d’arqueologia sagrada catalana, una magnífica síntesis sobre el tema. Puig no podía haber elegido un mejor compañero de viaje. Además, Mn. Gudiol fue fundamental para abrir las puertas de las iglesias visitadas. Estaba en posesión de dos documentos muy efectivos: una carta de presentación firmada por el obispo de Vic y una segunda del obispo de Urgell que autorizaba a los rectores de las parroquias «para que puedan manifestar al Rdo. D. José Gudiol y Cunill los documentos de sus respectivos archivos y los objetos arqueológicos de sus iglesias para que pueda estudiarlos y les recomendamos guarden á dicho Sr. Sacerdote y á sus compañeros todas las atenciones».

Realizaron importantes descubrimientos, como el espectacular Descendimiento de la Cruz de Erill la Vall, el grupo escultórico de madera más importante del románico catalán, las «pinturas de gran carácter bizantino» del interior de San Juan de Boí y la portada pintada del exterior de esta iglesia. En Santa Maria de Taüll les esperaba una notabilísima colección de tallas románicas integrada por un frontal de altar con Cristo en majestad y el apostolado, cuatro figuras de otro grupo del Descendimiento de la Cruz, dos cruces de altar, una imagen de la Virgen de la Leche y la Virgen de un tercer Descendimiento, y también «sobre les voltes […] importantíssimes pintures murals […]. En l’absis principal altre magnífica decoració ab la Verge dintre ametlla y els tres reys adorants. Sota arcuacions y adornos de magnific gust segle xii finals». Y, como broche de oro, Sant Climent de Taüll, con el frontal románico pintado del titular, el rarísimo banco triple para los celebrantes y otra de las obras culminantes del románico catalán: el imponente Cristo en majestad que preside la decoración mural del ábside central, con la inusual particularidad de estar datado con precisión en 1123 gracias a la inscripción de consagración pintada en una de las columnas de la nave central del templo por orden del legendario obispo Ramon de Roda.