Descripción de la Exposición
LA LUZ DEL PAISAJE
Lejos quedan en el tiempo los comienzos artísticos de José Antonio Quintana. Veo su currículo y me fijo que desde el 2009 lleva participando en muestras individuales y colectivas y ferias por España y el extranjero. Además, realizando varias al año. Paralelamente, ha obtenido numerosos premios en certámenes de pintura de ámbito nacional: casi 50 he contado. Todo ello nos habla, por tanto, de un artista con una vocación y una dedicación intensa a la práctica pictórica, un artista que ha sido valorado y reconocido en diferentes foros más allá del territorio cántabro donde vive. Su estudio lo tiene en Carandía.
Durante toda esta trayectoria, como no podía ser de otra manera en un artista plástico que cree en su obra, ha ido superando distintas etapas consecuencia de los horizontes que se ha ido imponiendo y que una vez conseguidos le impelían a conseguir los siguientes. No ha habido en su discurso artístico acomodación a fórmulas ya dominadas y que contaban con el agrado del espectador. Es una tentación en la que legítimamente caen muchos creadores, unas veces por mantener el halago del público; otras, relacionadas con lo anterior, para conseguir una salida comercial a su obra, sobre todo en los tiempos actuales de dificultades económicas y poca venta en el territorio del arte. Sin embargo, sí ha mantenido una fidelidad, su interés por el paisaje.
Ahora recala nuevamente en Espacio Garcilaso de Torrelavega, una galería íntima en la que una selección de obras adecuada, que no abrume por su cantidad, permite al artista lucir sus creaciones y al espectador degustarlas. Su anterior exposición en esta sala fue en 2015.
Las piezas que ahora presenta responden a una misma actitud, tratar de captar la luz del paisaje, quizás una de las obsesiones o de las intenciones más constantes de los artistas a lo largo de la historia del arte. José Antonio nos muestra dos tipos de paisaje, uno costero, de puertos industriales, y otro de montañas.
En los primeros, en grandes formatos cuadrados, ofrece visiones del agua en primer término, con sus reflejos en la superficie, y al fondo la silueta de las grúas y estructuras metálicas de la trama portuaria. En el espacio superior, el cielo vuelve a proporcionarle, como sucede en el inferior, la posibilidad de los matices cromáticos. En los paisajes montañosos utiliza los formatos horizontales, miradas panorámicas pero con un tratamiento pictórico similar; el orden interno en ellos lo protagonizan los contornos montunos. Tanto en unos como en otros es posible identificar las geografías representadas. Astillero y Santander pueden reconocerse en las imágenes marinas, Picos de Europa y el Escudo en las montañosas, sin embargo, no pierden en la mirada del espectador el carácter universal. Lugares conocidos que le sirven para jugar con los elementos pictóricos. Por otro lado, siempre hay algo de inventado a la hora de fijar un paisaje por parte del pintor.
Completan la muestra una selección de paisajes de pequeño formato en los que la figuración de referencia se diluye y el paisaje es más sugerido, está más oculto. Son abstracciones del paisaje, más expresionistas, en las que el artista se muestra más libre, menos atado por las formas figurativas.
Las composiciones de Quintana están muy estudiadas. Coloca la línea del horizonte media alta, a tres cuartas casi, y eso le permite en la parte inferior del cuadro las sugerencias de playas, la bahía, la ría con veladuras, trasparencias y pinceladas más gestuales, tendentes a la abstracción. El perfil de la maquinaria portuaria junto a la silueta de algún barco, se apoya en la línea del horizonte y nos recuerda al skyline de las grandes ciudades.
Su paleta es deliberadamente reducida en cada pieza. Tres o cuatro colores. Verdes, ocres, azules en un ejercicio de austeridad intencionada. En los más abstractos, los colores son más ácidos e intensos: rojos, naranjas, ocres… Hay una tendencia a los brochazos horizontales, especialmente en la parte inferior del cuadro, que en ocasiones alterna con algún trazo vertical más colorista para romper la monotonía.
José Antonio Quintana concede una gran importancia a la técnica de ejecución de su obra. La cuida con suma exquisitez. Sobre el soporte, tabla o lienzo (lino o algodón), a modo de collage, combina tierras, pigmentos fluorescentes o cerámicos, limaduras de hierro oxidadas con agua de mar, alabastro, piedra pómez, encáustica, papel libre de ácido… Una diversidad de materiales que se pueden ver en su taller en diferentes envases y con los que experimenta enriqueciendo en texturas la superficie, dotándola de más
expresividad y sobre la que luego aplicará el óleo, el acrílico y un barniz craquelador. “Lo primero que hago es crear un caos y poco a poco lo voy ordenando hasta que surge algo”, comentaba en una ocasión.
Una cocina, por tanto, muy compleja y una técnica a partir de la investigación personal muy depurada. Pero lo más importante es que para José Antonio Quintana la técnica está al servicio de los valores plásticos de la obra, de su expresividad. No hay un deseo de exhibir sus habilidades gratuitamente. La técnica, entiende, no es un valor en sí, debe estar subordinada a la idea, a todo lo que favorezca la comunicación con el espectador y no necesariamente debe mostrarse explícitamente, distraer la atención de los valores plásticos que es lo importante. Es el andamiaje, lo que está debajo de las imágenes que seducen al contemplador.
En sus paisajes no hay figuras humanas. En algunos casos, las vistas portuarias, hay una presencia indirecta, huellas del hombre que los habita, los trabajos y los días del puerto, pero no se ve a nadie. Son, por otra parte, paisajes de serenidad y melancolía. Con luces preferentemente de atardecer producen en el espectador una sensación placentera con su quietud que invitan a la reflexión y a la contemplación. Espacios de silencio.
Comenzaba este texto aludiendo a la larga y fecunda andadura artística de José Antonio Quintana y a su fidelidad al paisaje. El espectador que haya seguido su trayectoria habrá observado en su desarrollo que aunque es sabido que nunca se sabe lo suficiente a la hora de pintar, sí ha conseguido interiorizar una de las leyes no escritas de la creación, la eliminación de lo accesorio; ha conseguido interiorizar la repetida frase “menos es más”. Que la anécdota quede fuera del cuadro. Sugerir más que describir.
LUIS ALBERTO SALCINES.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España