La pintura no es ya el arte de imitar el mundo, sino el de dar una conciencia luminosa a nuestro instinto. Un modo de mirar de percibir de sentir a través del paisaje representado sólo con leves alusiones y sutiles remisiones visuales.

Utilizo para ello espacios pictóricos que forman fuerzas y ritmos que me llevan de una línea a la otra, del vacío a lo lleno, del interior al exterior, de la oscuridad a la luz y de la tensión a la liberación. Todo ello con una forma repetitiva en el ritmo, profundizando sobre lo mismo en un estado de meditación y concentración.

En los límites del horizonte, donde nace la nada. Miro a lo lejos tras la última línea que la vista alcanza.

Concibo el universo pictórico como espacio de meditación, uniendo la pintura al entorno.

Recuerdo el paisaje con sus fuerzas y ritmos plásticos y sus surcos interminables. Busco el encuentro entre lo interior y lo exterior, interiorizo lo externo.

La frontera de lo pictórico y su realidad me llevan de una línea a otra, de un extremo al otro, de la tensión a la liberación.

Percibo la línea del horizonte inundada de su luz y la siento mas tarde todas estas imágenes las quiero transmitir en la pintura y me dejo llevar entre los colores y las líneas como si pudiera parar el tiempo.