Descripción de la Exposición
Manuel León es el flow, mucho antes de que los urbanitas sin calle y los psicólogos se apropiasen de la palabra, y lo seguirá siendo cuando los raperos la olviden. Tiene todo el flow del Siglo de Oro y el del XXI: está totalmente inmerso en el ritmo y fluye con él. Y esa cosa tan difícil de definir, es lo que define su pintura.
Los niños españoles de los 80 crecimos viendo grafitis feos e informes, tags y chorreones en las vallas de los descampados y de las vías del tren, cuando el street art estaba encerrado en los límites de la calle que lo vio nacer, y ni era arte, ni se podía pensar que algo pintado con un aerosol entrase en un museo. También crecimos leyendo los cuentos de los Grimm, viéndonos los clásicos-clásicos de Disney, los de antes de los 80, y poniéndonos ropa fosforita con caritas de acid house. Pero en la Sevilla de entonces eso era de mal gusto, y cuando llegaban los eventos sociales, todo se revestía de siglo XIX o más allá, y se limpiaban los grafitis de la “carrera oficial”. En la facultad de Bellas Artes se estudiaba precisamente la carrera oficial, la de la tradición de los grandes maestros como Murillo, Zurbarán, Valdés Leal, Velázquez…: había que SABER, saber PINTAR, pintar BIEN. Lo contemporáneo también estaba allí, of course, pero a menudo había dos “ramas” bien diferenciadas para los graduados: o eras de los modernos, o te quedabas para “vestir santos”. Pero hete aquí que sale un Manué (Pon un Manué en tu vida), con el óleo, la acuarela y el espray en ristre, ataviado con una sudadera y unos botines, deslizándose sobre una ola de pliegues barrocos plagada de acids, cómics, buitres, grafitis, nazarenos, toros, vírgenes, costillas de Adán o Shere Khans… y los aguadores y aguafiestas de Sevilla y de cualquier rincón de la Historia del Arte. Manuel puede hacer que se te aparezca la virgen en una selva fluorescente de árboles surferos.
Porque es imposible evitar meterte en todos los fregaos si tienes una curiosidad mayúscula, una energía leonina y cero prejuicios. Lee, mira y escucha mucho y de todo, puede ser tu dealer de podcasts de política, libros de botánica, músicas del mundo, anécdotas históricas o joyas de cine serie B. Puede destilar una idea que representa un saber popular, compartido socialmente, como en El medio casado, me lo dijo un pajarito o adelantarse diez años a las nuevas teorías pseudofilosóficas, y titular una de sus exposiciones en 2009 como La dictadura del placer. Un artista, vamos. Pero es que además es PINTOR.
Es un espíritu barroco, el “horror vacui” de muchos de sus cuadros es el reflejo de lo llena que tiene su cabeza. Conecta miles de referencias aparentemente contradictorias porque es ecléctico de corazón (y de estómago), pero eso le permite mezclar lo más intelectual con lo más llano, lo más sagrado con lo más profano, lo ácido con lo tierno… En él lo pop no es por los “colorines”, sino por lo populachero. A menudo sus cuadros ilustran o se titulan con refranes o dichos (y en andalúh) a la vez que parafrasean un Capricho de Goya o reinterpretan un Vermeer. Pintó nazarenos grafiteros, cantantes, fiesteros; y una “goyesca” encapuchada con clavel rojo y abanico (¡Y qué plante! ¡Qué actitud!) que es la más acertada síntesis del espíritu de las Fiestas de Primavera sevillanas (con lo que hay que ver como cartel oficial algunos años). Sacralizó La costilla de Santa Clara, con un tríptico impresionante que invitaba a rezarle -o a quitarse el sombrero-, y un concierto- performance con los flamencos contemporáneos Rocío Márquez y Raúl Cantizano.
Encapuchó a algunos de los retratados más irónicos de la historia de la pintura, como el hombre bostezando de Ducrueux -El despertar de la razón, era el suyo-, y no perdieron expresividad debajo del velo y las veladuras. En sus grandes composiciones barrocas sustituyó santos, feligreses y comitentes por un bosque de “personajes que deberían comportarse como en la Comedia del arte: el traje y la forma de moverse dejarían claro en cada momento al espectador quién era quien: los enchaquetados, manejantes de la realidad política; los ataviados con túnica o chándal, manejados cuya filosofía se resumía en una frase: ‘mi aceitito pal coche y mi paquete de tabaco en el bolsillo, no necesito más’. Y a menudo la figura individualizada de una mujer sola y desnuda, pero consciente de la situación y dueña de su cuerpo y de su cabeza.” Así es en Vuelven los problemas del siglo pasado, ¿Democracia real ya? o Deporte y Culturas. Y luego se atrevió a decir en alguna entrevista que “Disney había influido más en la pintura y en la forma de percibir el mundo que Picasso”, para escándalo de los puristas y nacionalistas del arte.
Hagamos Una pará en el camino, (yo no la cambio por ná), para hablar de sus conexiones con el mundo del teatro, del cine o de la música. Cuadros que se convierten en portadas (o no) para Pony Bravo (De Palmas y Cacería), Rocío Márquez o el Niño de Elche (magistralmente inmortalizado como El niño de oro); dirección artística y colaboraciones en publicaciones y espectáculos de esas otras disciplinas.
Y la última clave de su código fuente: la generosidad. Si uno tira de hemeroteca y busca las entrevistas de Manuel, se las va a encontrar sembradas de nombres de artistas sevillanos contemporáneos, de sus “maestros”, de sus compañeros de profesión y alegrías y penas, de sus amigos. Son amigas su Una Helena de verdad; María, la de Ella acabará con todas las plagas del mundo; “la” Rocío a la que le enseña la lechuza de su libro preferido de aves en Amistad y Autonomía. Y muchas y muchos más de los que no se olvida, porque sigue teniendo hueco en la cabeza de su corazón.
Ahora inaugura una nueva exposición en la galería Yusto Giner, el resultado inclasificable -¿es abstracto? ¿es figurativo? ¿es fin? ¿es proceso? ¿es sólido? ¿es hueco? ¿es verdad? “La pintura siempre es mentira”, nos respondería él- de la última vereda que ha tomado. Otro camino, en el que sin embargo se reconocen su personalidad, su “caligrafía” y las mimbres de su ARTE. Es lo que tiene el Flow.
Sobre el artista:
Manuel León inició su formación en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, y desde 2003 ha expuesto en galerías y ferias de arte internacionales. Su obra está presente en numerosas colecciones públicas y privadas. Sus pinturas nacen de la ficción y nacen de un impresionante ejercicio de escucha, reflexión y reinterpretación de la tradición sevillana bajo la influencia de artistas barrocos como Murillo, Zurbarán y Velázquez, así como de la pintura holandesa del siglo XVI. Junto al escritor Jacobo Bergareche presentó en la Fundación Santander Botín el proyecto "El simposio", que dio paso a su periplo en la Real Academia de España en Roma (2021). Paralelamente a su carrera pictórica, ha colaborado con proyectos de música y Danza contemporánea. Ha trabajado con artistas como Niño de Elche, Rocío Márquez, Pony Bravo y Siempre Así.
Exposición. 17 dic de 2024 - 16 mar de 2025 / Museo Picasso Málaga / Málaga, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España