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La generación del entusiasmo. Pintura, expresionismo y kitsch

Exposición / Fundación Chirivella Soriano / Palau Joan de Valeriola - Valeriola, 13 / Valencia, España
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Cuándo:
05 feb de 2010 - 18 abr de 2010

Inauguración:
05 feb de 2010

Comisariada por:
Joan Robledo-Palop

Organizada por:
Fundación Chirivella Soriano

       


Descripción de la Exposición

Entre los autores que forman parte de la exposición cabe destacar Juan Antonio Aguirre, Alfonso Albacete, Carlos Alcolea, Miquel Barceló, José Manuel Broto, Chema Cobo, Gerardo Delgado, Carlos Franco, Ferran García Sevilla, Luis Gordillo, José Guerrero, Menchu Lamas, Carlos León, Victor Mira, Herminio Molero, Antón Patiño, Rafael Pérez Mínguez, Guillermo Pérez Villalta, Manolo Quejido, José María Sicilia, Jordi Teixidor...

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a) el porqué

 

La exposición «Pintura, expresionismo y kitsch. La generación del entusiasmo» se plantea como una aproximación a la pintura española del periodo comprendido entre los años setenta y la primera mitad de los ochenta. Un tiempo que corresponde con el decisivo tránsito del tardofranquismo a la consolidación de la democracia y que en el ámbito artístico coincidirá, en los primeros ochenta, con propuestas internacionales que propugnaron el retorno a la pintura. Planteamientos que vinieron a eludir el cul de sac al que se vio abocada la tradición lineal del arte contemporáneo, entendida como la sucesión de movimientos vanguardistas que incidían en la dimensión conceptual e inmaterial del objeto de arte.

 

Lejos de pretender una narración lineal, esta exposición se estructura a través de cuatro actitudes ante la pintura que nos muestran un panorama poliédrico y fragmentado de lo que hasta hace relativamente escaso tiempo era conocido como «arte de los ochenta». A través de los diferentes ámbitos encontramos obras que plantean la revisión de diversas nociones de nuestra contemporaneidad, como la misma idea de modernidad a través de la recuperación de sus aspectos menos racionales y programáticos. La revisión de lo subjetivo, de lo expresionista, de las mitologías individuales o del evolucionismo darwiniano de la historia del arte, deben ser insertas en las particularidades locales que presentó durante estos años el caso español, en relación con las decisivas transformaciones en el sistema del arte en el nuevo Estado democrático, con documentadas revisiones acerca de la función del objeto artístico y de las relaciones entre el artista y el público y su correlato la institución artística. Con esto, nos situamos ante un periodo que, sin despreciar las valoraciones positivas y negativas que se le atribuyeron, reclama ser considerado en nuestros días como un punto de inflexión en nuestra más reciente historia del arte.

 

b) qué se pretende

 

Con la voluntad de plantear una aproximación a cuatro aspectos concretos, el primer espacio está dedicado a José Guerrero y a Luis Gordillo, dos pintores que habían transitado por generaciones anteriores y que adquirieron una especial valoración como precedentes en la creación del relato de la pintura de los ochenta. En segundo lugar, la muestra se centra en las relaciones entre la alta y la baja cultura que aparecen en la reformulación de la figuración y de la visualidad en la obra de pintores adscritos a la denominada Nueva Figuración Madrileña como Carlos Alcolea, Guillermo Pérez Villalta, Rafael Pérez Mínguez, Chema Cobo o Herminio Molero, entre otros.

 

En un tercer espacio se reúne la obra de artistas en torno la búsqueda de una pintura pura y su reformulación como práctica de conocimiento dentro de una significación política antifranquista que dará lugar a una progresiva conquista del espacio pictórico. Tras un deshielo ideológico posterior a 1975, artistas conceptuales que se habían dedicado a prácticas conceptuales se sienten atraídos por conceptos como la expresión gestual y por la tensión entre lo figurativo y lo abstracto como deconstrucción de lo moderno, como es el caso de Alfonso Albacete, Miguel Ángel Campano y Juan Navarro Baldeweg que se suman al pictoricismo de pioneros como Jordi Teixidor, José Manuel Broto o Carlos León.

 

En el último ámbito se puede ver un grupo de obras que, denominadas genéricamente neoexpresionistas en su recepción crítica, proceden de las aportaciones de una segunda oleada de artistas que supondrán la definitiva alineación con los discursos de la pintura posmoderna y el fin, o la ilusión de la superación, del sentimiento de otredad en relación con occidente que la cultura española había acarreado desde la dictadura. En este sentido, las pinturas de Ferrán García Sevilla, el primer José María Sicilia y, sobre todo, los autorretratos de Miquel Barceló pintando cuadros, serán recibidas como obras puramente neoexpresionistas estableciendo un nexo con cuestiones candentes en los debates internacionales. Debates en los que la primera generación de los setenta tuvo un menor protagonismo. Los lienzos ahora se llenan con rastros de torpe modelado, de asociaciones lingüísticas fragmentadas, donde la pincelada cargada de una amplia gama de colores se sitúa estratégicamente en un simulacro pactado entre el espectador y el pintor, donde éste dejaba constancia de su posición subjetiva para establecer una experiencia estética fenomenológica y placentera.

 

c) contexto

 

La exposición se presenta dentro del programa de investigación y de revisión de los fondos de la colección de la Fundación Chirivella Soriano que desde su inauguración ha constituido una de las líneas de trabajo prioritarias junto con la organización de muestras individuales. En este sentido, la muestra toma como base una selección de obras de este periodo procedentes de la colección de la Fundación Chirivella Soriano y que ahora se muestran públicamente por primera vez, así como otras obras cedidas generosamente por otros museos y colecciones como el Centro Artium de Vitoria o el Museo Patio Herreriano de Valladolid.

 

d) qué novedad aporta

 

En los últimos años se han venido sucediendo importantes exposiciones centradas en los debates y tendencias pictóricas y conceptuales que transcurren en este fructífero periodo artístico. La presente exposición, lejos de ser concebida como una muestra antológica sobre los pintores y la pintura de los años setenta y ochenta, se plantea como una aproximación a cuatro situaciones con las que se ha considerado necesario revisar el periodo prestándoles mayor antención y estudiándolas de forma aislada y fragmentada dentro del actual curso de sucesivas revisiones historiográficas y expositivas.

 

En esta dirección, la muestra se articula en torno a aspectos como la creación del propio relato generacional, las relaciones entre la alta y la baja cultura, la reformulación de la pintura a partir de la deconstrucción de valores formalistas y, por último, la alineación de la pintura española con las tendencias de la pintura posmoderna europea.

 

Para ello, además de las obras expuestas, la muestra plantea un recorrido multidireccional a través de abundante documentación expuesta en las salas procedente publicaciones del periodo y que constituyen una importante fuente de información para acercarse a su comprensión. También se han introducido archivos audiovisuales que presentan testimonios de los artistas expuestos, prestando especial atención a las preocupaciones con las que durante estos años se acercaban a su trabajo y a cuestiones referidas a la recepción e interpretación crítica de su obra. La exposición se acompaña de una cuidada publicación en la que se recogen los estudios de Joan Robledo Palop, Noemí de Haro y Daniel A. Verdú Schumann.

 

De este modo también se pretende acercar al público valenciano la obra de un grupo de artistas que en los últimos años han tenido una menor visibilidad en nuestras instituciones públicas y privadas, a pesar de su notable proyección nacional y de que durante los primeros noventa estuvieron presentes con importantes retrospectivas en el desaparecido Centre del Carme del IVAM.

 

 

 

 

CUATRO ÁMBITOS

 

Gordillo, Guerrero

 

Al plantear la lectura a través del tránsito generacional, nos detenemos, en primer lugar, en la presencia e intercambios artísticos entre la obra de José Guerrero (1914-1991) y Luis Gordillo (1934) con los pintores que consolidaron su trabajo durante los años setenta y ochenta. Figurativos y abstractos encontraron en ellos recursos plásticos para orientar su práctica artística, pero, sobre todo, más allá de discutidas similitudes formales, hallaron unos precedentes que les permitieron transgredir con las lecturas sobre la pintura de su pasado más reciente. Los jóvenes figurativos madrileños, reunidos en el segundo ámbito de la exposición, encontraron en la obra de Gordillo el rechazo al carácter evolucionista de la vanguardia y reconocieron actitudes comunes en relación a una concepción de la historia del arte que dejaban de tener sentido como una sucesión lógica y ordenada de lenguajes y estilos, así como la complejidad de unas iconografías que, en muchos casos, tenían como estímulo creativo sus propios acontecimientos biográficos. Por su parte, José Guerrero había vivido en primera persona el mito de la libertad americana y la crisis del expresionismo abstracto americano que le hizo volver a España en los años sesenta. Con el tiempo, su concepción hedonista del color y la síntesis de las tensiones espaciales del expresionismo abstracto, significó para algunos pintores de este periodo una propuesta excesivamente simplificada, para otros la confirmación de un modo de hacer pintura al que habían llegado por su propio camino y para los que a finales de los años setenta todavía no habían encontrado su lugar en el particular retorno a la pintura que preconizaba el umbral de los ochenta, toda una revelación.

 

Figuración y kitsch

 

Las obras del núcleo de figurativos madrileños van desde las tempranas pinturas de Carlos Alcolea, Chema Cobo y Guillermo Pérez Villalta, hasta obras de los años ochenta como las de Juan Antonio Aguirre y Herminio Molero. Se trata de unos artistas agrupados tras la actitud antivanguardista introducida por Gordillo como problemática que nos muestran en este ámbito sus relaciones con la alta y la baja cultura y la reformulación del concepto de figuración y visibilidad. Sus antecesores, los pintores del realismo crítico de los años sesenta, con quines mantuvieron su personal debate generacional, habían utilizado los medios de la sociedad de masas como objetos externos para dirigirlos en una dirección subversiva. En cambio, para estos pintores que no formaron ningún grupo organizado ni se rigieron por ningún postulado teórico, durante los años setenta y ochenta, utilizan la publicidad, el cine, elementos de toda la tradición de la historia del arte o el cómic como referencia plástica y campo de trabajo, no como denuncia, sino como autorretrato en el que se rechazaba el sentido único en favor de todo su contenido irónico y su complejidad. Sus obras se no encajaban con los estereotipos del franquismo y del antifranquismo, discursos en los que el placer sensorial no tenía lugar. Su posición vital y lúcida no encajaba con quienes acaban de salir de una dictadura, ya que no era una obra pensada para la sociedad sino para sí mismos.

 

Pintura en transformación

 

En este ámbito se propone una aproximación a los planteamientos de la pintura-pintura que, después de muestras colectivas como Pintura 1 (1976) y En la pintura (1977), empezó a mostrar su debilidad y su agotamiento como proyecto colectivo e ideológico. En él habían sido pioneros los pintores del grupo de Trama, José Manuel Borto, Xavier Grau, Gonzalo Tena y Javier Rubio, a los que estuvieron próximos Jordi Teixidor y Carlos León. Los que continuaron con la pintura reformularon sus planteamientos abstractos dejando atrás cualquier relación teórica y reduccionista en favor de una abstracción espacialista que introducía tensiones entre posibles referentes figurativos y espacios abstractos. Un modo de hacer pintura que había empezado a ser practicado desde 1978-1979 por pintores que hasta entonces habían permanecido ajenos a esta revisión de la modernidad. En esta dirección se orientará el trabajo de Alfonso Albacete, Juan Navarro Baldeweg y Miguel Ángel Campano. Para todos ellos, la tradición de la pintura pura, de una pintura que conquista su propio espacio, su propia superficie, aparecía ahora contaminada de impurezas, de referentes externos al propio cuadro. Algo que podía verse desde la síntesis de formalidad y compromiso político que trató conciliar la pintura-pintura antes del deshielo ideológico de la segunda mitad de los setenta, y de su difusa continuidad en los ochenta en una pintura con citas a la tradición moderna, que para estos pintores no suponía más que una vía para superar la otredad respecto a una modernidad -la de Cézanne, Matisse o Motherwell- todavía no transitada en la tradición española.

 

¿Retornos al orígen?

 

La presencia de las obra de Miquel Barceló y Ferrán García Sevilla en la exposición Otras figuraciones (Madrid, 1981) serían sólo un adelanto de una nueva sensibilidad pictórica que orientaba los logros de la anterior figuración subjetivista hacia una ejecución gestual señalada como un fervoroso retorno hacia lo primitivo y lo expresionista: mitos por excelencia del entusiasmo pictórico de los ochenta. En este último ámbito, la exposición reúne junto con las aportaciones de Barceló y García Sevilla, la obra de José María Sicilia, Antón Patiño, Menchu Lamas y Víctor Mira. Un grupo heterogéneo de pintores cuyas obras, susceptibles del apelativo neoexpresionista, aparecieron al tiempo que la nueva pintura italiana, americana y, sobre todo, alemana, se daba a conocer en galerías y exposiciones españolas en los primeros años ochenta. En estas obras la vía del exceso retórico, el carácter ficticio, construido y contingente, de cualquier intento de conferir unidad o sentido al desorden que nos rodea, permiten a estos artistas hacer presente una estrategia conceptual, que está en la base misma del modo de enfrentarse al mundo, al arte y al lienzo de los pintores de los ochenta. Los lienzos ahora se llenan con rastros de torpe modelado, de asociaciones lingüísticas fragmentadas, donde la pincelada cargada de una amplia gama de colores se sitúa estratégicamente en un simulacro pactado entre el espectador y el pintor, donde éste dejaba constancia de su posición subjetiva para establecer una experiencia estética placentera.


Imágenes de la Exposición
José Guerrero, Dos imágenes, 1972

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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