Jorge Vigil nació en Lima en 1963 y culminó sus estudios en 1988 en la Escuela Nacional de Bellas Artes del Perú. Residente en París desde 1990, ha realizado una intensa actividad artística en Francia, Estados Unidos, Indonesia y, por supuesto, Lima, desde donde viajó inicialmente por una beca del gobierno Francés que lo llevó a estudiar en la Escuela de Comunicación de Pau. Entre otros, en el año 1992 obtuvo el Segundo Premio en el Salón Lefranc Bougeois, Región Sud-Oest; el Premio Cadena, Villa Montauban, en 1994, y en el 2000, el premio del I Festival de la Villa de Nay, todos en Francia. Ha realizado numerosas muestras individuales y colectivas y participado en importantes ferias de Arte.

'La cuarta cifra' alude a una serie de obras creadas por el artista en los últimos dos años y justo antes ... de cumplir cincuenta años, de allí la alusión a la cuarta cifra. En esta ocasión, Vigil nos presenta un grupo de obras que reúnen elementos relacionados a su entorno y a su imaginario, conjugando lo real con lo onírico en mágicas e impredecibles composiciones; el horror al vacío característico de su quehacer pictórico, nos habla de sus temores, de sus angustias o de sus delirantes deseos. Vigil logra equilibrar el caos/su caos, mostrándonos personajes que se mantienen ecuánimes allí donde la expectación surge, desplegándose en una actitud pacífica y relajada frente al ojo inquisidor del espectador, quien es capaz de encontrar en cada rincón un sin fin de historias.

Sobre esta última producción Jorge Vigil nos menciona: 'Es en ese instante: acabarte, comenzarte (las sensaciones paralelas e innombrables nunca nos pertenecen) ? final naciente, no hay muerte: en esa perpetuidad estallan los primeros silencios y sus manos ensangrentadas de imágenes: 'dibuja', ese es el crimen necesario (no les hagas caso, si quieres ser feliz no pienses en la felicidad). El cielo, los cuadernos y sus hojas de siglo atrás, el abismo (¡a que no saben!), el lienzo: en esta gran ilusión la única verdad es un transcurso: la línea y el color pertenecen a la misma tragedia: sombra, esa palabra tan luminosa: '!dibujo!', avanzar en esa zona inaccesible, ilimitada: al fin se abre el paisaje de mariposas crucificadas y su venganza, la niña corre persiguiendo verdugos y todo se vuelve tan diáfano. Afilando mis lápices (¡oh libertad!) no hay lugar para el amor, sólo ciertos escarabajos aceleran ese punto de la razón que siempre intenté comprender (y es en ese vestigio de silencio que él quisiera dormir para algún día despertar y ver que al centro de su corazón aun brilla LA CUARTA CIFRA.