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José Miguel de Miguel es el prototipo de fotógrafo aficionado de posguerra: buen conocedor de la técnica, finísimo positivador y asiduo de la Agrupación Fotográfica de Valencia. Con esta trayectoria se podría esperar de él una obra plagada de tópicos o una obsesión por realizar aquellas fotos preciosistas que ganaban los concursos. Y aunque es innegable que se volcó en este ámbito y obtuvo los mejores reconocimientos de la época, tuvo una virtud personal y creativa que imprime un carácter extraordinario a toda su obra: un innato sentido del humor. Un humor ingenuo y vitalista que recorre toda su obra: es el caso de sus magistrales puestas en escenas casi cinematográficas, que están a menudo en el filo de lo exagerado sin sobrepasarlo. Sus tomas desprenden perfección fruto de la construcción de las composiciones: su hijo, mujer y amigos colaboraron para recrear unas tomas redondas que añaden un ... punto de modernidad y distancia a una obra que, de otro modo, rozaría el cliché. Convive con ese humor cándido una mirada socarrona que da cuenta de una elocuencia que va mucho más allá de meros pies de foto. La obra de este cartagenero afincado en Valencia no olvida su tierra de origen y nos devuelve una valiosa mirada que ahora reconocemos como la de un clásico de nuestra fotografía contemporánea.