Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- 'Algunas veces se ven las ideas como ve el astrónomo, desde aquí, lejanas galaxias'. Ludwig Wittgenstein El circuito electrónico de un ordenador o el diseño racional de un antiguo laberinto. El trazado radial de una gran ciudad visto desde el aire. O quizás la ilusión de un espacio misterioso, arcano, próximo y a la vez incomprensible. Tal vez el eco de las abstracciones más intelectualizadas de las vanguardias. En el fondo, la constante revuelta de la pintura contra sí misma por medio de la utilización de esos materiales poco convencionales que permiten interpretar cada nuevo presente. Geometría emocional y una aproximación conceptual a la pintura basada en la comprensión del espacio como una infinita red de redes integrada por esos innumerables fragmentos que representan cada composición. Energía. Vacío. Luz. Sensación visual. Pensamiento. Perspectiva. Armonía. Razón e intuición. Invención y memoria. Las ideas que alimentan, contextualizan y explican el trabajo artístico de Manuel Ros surgen de sus firmes convicciones teóricas y de la experiencia sensitiva de la realidad. Sus pinturas abrigan ideas y significados ocultos, poseen cualidades metafóricas y simbólicas, remiten a la historia de la pintura y se relacionan críticamente con ella, y, sobre todo, son plenamente susceptibles de nuestras propias percepciones revelen, acaso, mucho más. Seguramente -como aquellas lejanas galaxias a las que se refiere el filósofo- pueden parecer lejanas e inabarcables, pero al igual que esos universos fascinantes que nos sugieren la inmensidad de lo pensable y la magnitud de todo aquello que puede existir más allá de nuestro conocimiento y comprensión, merecen una observación más pausada y concienzuda. Sólo con ver esas hermosas composiciones lineales de audaz apariencia y textura, nos damos cuenta de que son tan sólo la superficie, la punta del iceberg de algo más que un soberbio ejercicio plástico de imposible perfección. Y si tienen la virtud de sugerir múltiples relaciones espaciales y formales (incluso con la obra de otros artistas a los que, como Pablo Palazuelo, rinde un homenaje puntual Manuel Ros), sitúan nuestra imaginación más allá de cualesquier coordenadas espacio-temporales. Tal es el caudal de formas e ideas que pueden ejemplificar. Más imperfectas y 'artesanales' cuanto más nos aproximamos a verlas, si tuviéramos que describirlas sencillamente diríamos que están realizadas por medio de la combinación y yuxtaposición de líneas de plástico de distintos colores (gris, negro y blanco), que han sido depositadas con gran pericia sobre un soporte rectangular o cuadrangular de madera y que no tienen intención de ocultar esas imperfecciones o accidentes que nos recuerda su manualidad. Si bien suponen un cambio sustancial con respecto a las pinturas de pigmento con las que el artista ha venido desarrollando uno de los argumentos básicos de su trabajo (ejemplificado brillantemente con sus obras y sus montajes), mantienen el mismo principio respecto a que una pintura no es más que una unidad espacial integrada en un ámbito mucho mayor, ese de la realidad de la cual procede. Pero lo realmente notable de estas últimas series pictóricas es la evidencia de que Manuel Ros ha llevado a un punto mucho más literal ese principio rector de todo su trabajo, incorporando a sus pinturas la realidad misma en uno de sus fragmentos más significativos: el plástico. Se trata sin duda de una elección muy meditada que amplia sustancialmente el alcance de una obra que, hasta fechas recientes, parecía circunscribir sus propósitos al ámbito de una reflexión más 'abstracta' y 'científica'. Cientos, miles de toneladas de distintas clases de plástico se producen, consumen y desechan en todas partes del mundo. Miles, millones de objetos y artículos de toda índole han sido fabricados con plástico. Sólo unas pocas generaciones nos separan de su descubrimiento. Hoy podemos preguntarnos qué sería de nuestra cultura consumista sin ese tejido, materia, fibra, que nos ha enseñado a 'usar y tirar'. Dividida la opinión entre quienes aborrecen este mundo invadido por el plástico y quienes hacen oídos sordos a las advertencias ecologistas, el plástico no sólo tiene la virtud de definir nuestro mundo y nuestro entorno, nuestros hábitos y preferencias, sino también, de ilustrar el modo en que nos posicionamos frente a cuestiones de índole mucho más política y filosófica. El gran hallazgo y el mejor argumento de estas pinturas realizadas con plástico por Manuel Ros es precisamente esta capacidad metafórica para representar tanto esa transformación alquímica que opera sobre su realidad más próxima y lejana a través del artista, como para interrogar nuestra conciencia y poner a prueba nuestras propias ideas. A través del más nimio de sus restos, un fragmento de plástico, Manuel Ros provoca una reflexión crítica y, a la vez, fascinada que se cierne sobre el futuro, para muchos ya en crisis, de nuestro planeta. El plástico, el menos aurático de los materiales contemporáneos. El elemento que representa la banalidad por excelencia, es reconvertido por Manuel Ros en un poderoso elemento simbólico y significativo, sustitutivo de una ingente cantidad de información imposible de concentrar en una única imagen. Aquello que rechazamos y tiramos por inservible al cubo de la basura, nos es devuelto por el artista como una hermosa cadena de sensaciones visuales, como un receptáculo de conocimiento sensible. Todas esas cosas que nos rodean cada día, las mismas que ocupan parte de nuestro espacio vital y que lo modifican y cualifican, están contenidas en esas líneas que ponen a prueba nuestra inquietud y nuestra conformidad. La paradoja de que uno de los proyectos más potentes de Manuel Ros se haya desarrollado a partir de unas simples cintas de PVC no debe inquietarnos. Una pintura, sobre todo si es tan buena como estas, no se tira. Se atesora y se contempla como una lejana y hermosa galaxia para que el telescopio de nuestra mente desentrañe sus secretos. Aunque sus estrellas sean de plástico. Pilar Ribal i Simó
Manuel Ros presenta una instalación con vinilos, resina de poliéster y una serie de 20 piezas de pequeño formato realizada con materiales sintéticos. Son obras de apariencia pictórica que simbolizan un mundo y una sociedad que se ha creado artificialmente. La exposición está dividida en tres partes: kubikoides, Urbanium y Reticulareas, que resumen la era del plástico, era de las comunicaciones y el mundo de la apariencia o lo artificial?
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España