Katsura es el nombre que reciben los diversos tipos de pelucas que utilizan las geishas, unas elaboradas estructuras curvas afianzadas por horquillas y peinetas de ébano.

Katsura es también el nombre del río junto al que se alza la Villa Imperial Katsura en Kioto, una villa de recreo cuya armonía de líneas rectas, subrayada por las esteras de tatami y los tabiques móviles, es el arquetipo de la arquitectura tradicional japonesa y lugar de culto para arquitectos contemporáneos.

En ese cubo ideal la estampa tradicional japonesa establece un diálogo entre líneas curvas y rectas que es omnipresente en los grabados eróticos y en los retratos de cortesanas del mundo flotante. El mundo que fluye, el mundo efímero de las diversiones que retrataron Harunobu y Utamaro, es también el que se desplaza en direcciones y dimensiones ... múltiples, el que en ocasiones confunde figura y fondo, anatomía y arquitectura, el que entrelaza pliegues, estampados y bucles, el que traza geometrías de colores planos que en la actualidad recuperan los jóvenes pintores tokiotas del movimiento superflat.

En ese escenario están situados buena parte de los trabajos de esta exposición; pinturas y dibujos que, recreándose en los mencionados juegos geométricos, reúnen en la habitación de un love-hotel a Barbadillo con un personaje otaku o a Palazuelo con un logo comercial de Groovisions; sujetos híbridos entre una curva de Bézier y una viñeta manga -Baby Mezcla, Osogoma, Lenguado Ambassadeur o Guisántropo- que colonizan fondos pautados, planos o abigarradamente espirografiados.