Descripción de la Exposición
Juan Jaramillo: El artista que pintó las estrellas
Galería La Cometa Bogotá, será la sede de la muestra retrospectiva y el lanzamiento del libro que recopila la vida y obra del artista Juan Jaramillo, fallecido el pasado mes de septiembre en la ciudad de Bogotá.
Con más de 40 años de trayectoria artística, Juan Jaramillo produjo cientos de piezas que se han relacionado con el movimiento pictórico estadounidense “expresionismo abstracto” cuando, en realidad, corresponden a un estilo propio independiente y atemporal, influenciado principalmente por la poesía y la música, que hicieron de su trabajo un ejercicio altamente espiritual.
La galería dispondrá la totalidad de su espacio para albergar las piezas más representativas del artista: dibujos tempranos, pinturas y esculturas, que introducirán al publico al mundo que Jaramillo configuró durante años y que, a su vez, quedará registrado en el libro también titulado “Juro que no morí”.
Según Daniela Marín, curadora de la exhibición: “La muestra carecerá de fichas técnicas en congruencia con su manera poco ortodoxa de acercarse a la creación. Esto hará que los visitantes recurran a su percepción y ésta se encuentre libre de clasificaciones previas”.
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PINTURA, MÍSTICA Y POESÍA
Eduardo Serrano
Juan Jaramillo fue un artista sui géneris en actitud, argumentos y propósitos. Su pintura, no obstante exponer su adhesión a los principios del arte moderno en cuanto a romper con los convencionalismos estéticos del academismo y desarrollar nuevas posibilidades expresivas, no es de fácil ubicación dentro del amplio espectro de tendencias y movimientos que cobija ese calificativo. En su inmensa mayoría es decididamente abstracta y como tal, reminiscente de numerosas obras y tendencias, pero no de manera muy ortodoxa o inminente. Y como expresionista tampoco sigue muy de cerca ninguna de las numerosas versiones de esta tendencia. No obstante, la definición más afín a su trabajo –entre las conocidas en la historia del arte– es sin duda, la de Expresionismo Abstracto y dentro de ese amplísimo movimiento, la de Abstraccionismo Lírico.
Los pintores de esta tendencia se apartan radicalmente de la idea de representar la realidad de manera objetiva y en sus obras predomina el color sobre la forma. Buscan primordialmente la expresión de la emoción pictórica, y aunque muchos trabajos abstractos exteriorizan un contenido emocional, en la Abstracción Lírica se trata de una investigación poética del mundo y se busca transmitir fundamentalmente, convicciones, entusiasmos, premoniciones y sentimientos.
Pues bien, dado lo anterior es claro que la obra de Juan Jaramillo se acerca desde varios ángulos a la Abstracción Lírica, es decir a la poesía, pero su trabajo tampoco puede adscribirse estrictamente a ese movimiento pues se acerca más a la espiritualidad que la de la mayoría de los artistas anexos a esta tendencia. Su obra se ajusta claramente con la idea planteada desde la Grecia antigua de que “la pintura es poesía muda” y de que entre la pintura y la poesía existe una homología que redunda en una relación eminentemente creativa.
Sus trabajos podrían calificarse de pictopoemas, si no fuera porque el término ha sido utilizado por numerosos artistas con propósitos ampliamente diferentes a los de Jaramillo.Se pueden calificar entonces de poetipinturas invirtiendo la nominación mencionada ya que en la apreciación de sus obras no se puede escapar ni a la consideración de la pintura ni a las sugerencias poéticas de su estética. Y se pueden calificar también como pintumísticas por su carácter y propósitos.
En cuanto a la pintura misma Su propuesta pictórica se halla centrada en la abstracción gestual espontánea, realizada sin bocetos previos y basada en la intuición. Podría decirse que todo su trabajo hace parte de un gran experimento en el cual la mancha y el gesto son fundamentales como elementos expresivos, en tanto que el color es más sensitivo que mimético; las marcas, huellas, texturas, y transparencias le otorgan un manifiesto atractivo visual y despiertan un vehemente deseo de seguir, tras las pinceladas y los choreados, los movimientos del pintor y de adjudicarle sentidos que en cada persona suelen ser diferentes.
Si bien en la mayoría de sus obras la espontaneidad es evidente dados los cambios de dirección de sus pinceladas y el ímpetu de sus acciones, en algunas ocasiones un determinado color ocupa la mayor parte de la tela estableciendo el talante de la obra, mientras que manchas de colores que podrían describirse como complementarios en el círculo cromático, aunque por lo general producto de personales tonalidades, se introducen en el plano pictórico vertical, central o lateralmente concluyendo la aseveración estética que el artista decidió, sobre la marcha, implantar sobre sus lienzos.
Pero la pintura como tal no es el fin último de su producción. Por el contrario, después de afrontarla sin la finalidad de considerarla dispuesta exclusivamente para transmitir su propia dinámica, su trabajo comienza a engrandecerse y a manifestarse como producto de un ámbito interior, como creación individual facultada para transmitir sentimientos y emociones y para estimular la imaginación y el entendimiento.
Es decir, superada la apreciación física de la pintura, su obra conduce a vislumbrar una intención no sólo lírica, sino espiritual, la consideración de la pintura como una práctica del espíritu, como un hecho trascendente, como una actividad del alma. Su propósito era comunicar, a través del logro estético, el ánimo que lo imbuía, y la fuerza interior que lo habían llevado a plasmarlos pictóricamente.
Algunas personas consideran que la espiritualidad versa principalmente sobre moral, otras la ven como una preocupación teológica, otras piensan que tiene que ver con el espiritismo. Pero la espiritualidad para Jaramillo está basada en el convencimiento sobre la existencia de energías de otras dimensiones y a una búsqueda del sentido de la vida que trasciende lo mundano.
Y Jaramillo buscaba avivar las posibilidades de estar permeado por esa energía superior a través de la pintura, así como de estar dispuesto a recibir la fuerza y sensibilidad que le corresponden a un místico, poeta y pintor. Por ello se dedicó a una práctica tan compleja y difícil como transmitir su interioridad a través de la pintura y a buscar a través de ella la paz, la serenidad, el sosiego.
Algunas de sus obras transmiten más bien fuerza y contradicciones intuitivas, y su trabajo tuvo también momentos figurativos como en sus dibujos del Hermafrodita Dormido en los cuales aflora cierta admiración por la cultura y por la historia. Realizó inclusive algunos trabajos de un decidido racionalismo como es el caso de la escultura que se desenvuelve con la lógica geométrica. Pero se trata de excepciones que confirman la regla. Juan Jaramillo fue un pintor abstracto, lírico, místico, y por eso no es extraño que su obra y actitud revelen cierta afinidad con La Noche Oscura del Alma, el poema místico de San Juan de la Cruz ya que en ambos se vislumbra la idea de que para alcanzar la luz se necesita la mediación del espíritu.
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