Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- Desde sus inicios, la Fundación MAPFRE ha tratado de recuperar a aquellos artistas, que a pesar de su gran calidad y maestría, por razones diversas, han sido postergados por la crítica. Tanto la obra de Joan Junyer como la de Joan Sandalinas son fundamentales para entender la incorporación a la modernidad de los artistas españoles durante los años veinte y treinta del pasado siglo. Joan Junyer (Barcelona 1904-1994) nació el mismo año que Salvador Dalí y Pere Pruna, en el seno de una familia muy relacionada con los círculos artísticos e intelectuales de la época. Su padre, acérrimo defensor de la vanguardia, coleccionista de arte románico y gótico catalán y buen amigo de Picasso, había formado parte del círculo de intelectuales que se reunían en torno a Els Quatre Gats. Joan, pronto demostró un gran interés por la pintura y una habilidad especial por el dibujo. Se formó en la Escuela de Francesc Galí, a la que también asistieron Joan Miró y Josep Llorens i Artigas. De esta época data también su amistad con los pintores Rafael Llimona y Josep de Cabanyes. Desde su infancia pasó grandes temporadas en Mallorca, donde tuvo lugar su primera exposición individual, en 1925. A finales de este mismo año, las Galeries Dalmau exponen paisajes, vistas urbanas y figuras pintadas en Mallorca y París. En 1926 se trasladó a la capital francesa, en un momento en el que el panorama artístico estaba en plena ebullición: un año antes había tenido lugar la primera exposición surrealista, también por entonces apareció la revista Cahiers d'Art y una generación de artistas españoles, entre los que se encontraban Julio González, Joan Miró, Pablo Gargallo o Apelles Fenosa, decidió instalarse allí bajo la órbita de Picasso. Junyer prefirió seguir su propio camino, fuera de los cenáculos artísticos de la capital. Continuó veraneando en Barcelona y Mallorca y este mismo año participó con dos cuadros en una exposición de artistas catalanes en Madrid, donde recibió las alabanzas del crítico Sebastià Gasch, quien comparó su trayectoria a la de Miró y Dalí. Destacó del artista la importancia de 'la línea y el dibujo vitalista, su incisión brutal que parece horadar la tela y el nervio de esta acción, como si fuera dictada por un automatismo'. Aquel fue el comienzo de su imparable ascenso. En 1929 obtuvo el Premio del Carnegie Institute, lo que le abrió las puertas al panorama cultural norteamericano. Con el estallido de la Guerra Civil Joan Junyer marcha al exilio, quebrando por la mitad su carrera y convirtiéndose prácticamente en un desconocido para nuestro país. Gracias a la ayuda de Ernest Hemingway y Homer Saint Gaudens se establece en Nueva York. En 1945 el MOMA le dedicó una exposición monográfica a sus trabajos escenográficos, disciplina por la que se interesa desde finales de los años treinta, fascinado por el ballet y los bailes afrocubanos de los que probablemente tuvo conocimiento en su período antillano antes de establecerse en la capital neoyorquina. La textura refinada de sus óleos da paso a superficies más toscas con colores primarios y chillones que adquieren un ritmo cada vez mayor. Este ritmo, en consonancia con el gusto por el baile, le lleva a realizar 'cuadros exentos', las llamadas 'Free standing paintings' que se convierten en obras monumentales de hierro esmaltado, expuestas por primera vez en Suecia y a su muerte, en Cataluña. En 1977 Joan Junyer regresa a España y se instala en Barcelona, ciudad que ya nunca abandonará. La primera ocasión en la que el público español pudo disfrutar de la obra de Junyer fue en 1989 con ocasión de la retrospectiva que le dedicó la Generalitat de Cataluña. Los treinta dibujos de las Colecciones de FUNDACIÓN MAPFRE, realizados a lápiz, acuarela y tinta china durante las décadas de 1920 y 1930, muestran el interés de Junyer en sus años parisinos por la figura humana, captada directamente del estudio del modelo. Sin sombreados excesivos, en ellos, la línea, sintética, delimita el ritmo y el movimiento. En su investigación de las relaciones entre pintura y movimiento, el artista catalán se muestra particularmente atraído por lo salvaje, que encuentra en las danzas y tradiciones mallorquinas. Estos dibujos permiten conocer la producción del artista durante estos años, y son un complemento esencial de su producción pictórica. La primera exposición individual de Joan Sandalinas (Barcelona 1903-1991), tuvo lugar en Barcelona en 1986, cuando el artista contaba con 83 años de edad. Desconocido para el gran público, el pintor era apreciado en los círculos de intelectuales y estudiosos del arte catalán desde los años veinte del pasado siglo. En 1928, el crítico Sebastiá Gasch se refería a Sandalinas en la revista 'L'Amic de les Arts': Todavía existen los pintores inéditos. Los desconocidos, los innominados. Los pintores nuevos. Los jóvenes verdaderamente inquietos, que, en plena búsqueda, tienen una ambición más elevada que la de ingresar un día en Las artes y los artistas o la de ser etiquetados bajo la denominación de realistas sanos por la crítica oficial e inmoderadamente benévola. Sandalinas participó en algunas de las exposiciones colectivas más importantes realizadas en Barcelona en los años veinte y primeros treinta: Exposició d'Art de 1928, el III Salón de Otoño de la Sala Parés, las exposiciones Arte Abstracto y Arte Moderno nacional y extranjero de la Galería Dalmau de 1929 o el Salón de Montjuïc dentro de la Exposición de Primavera de Barcelona, en 1932. Personaje atípico, Sandalinas compaginaba su trabajo de funcionario con el de artista en sus ratos libres, sin que ello le haya impedido ser uno de los principales impulsores del arte de vanguardia en nuestro país. Esta situación le permitió cultivar los diferentes 'ismos' con entera libertad, sin verse obligado a militar en ningún movimiento de vanguardia específico. Así, Francesc Fontbona señala diversas influencias en Sandalinas: el cubismo, la pintura metafísica de Giorgio de Chirico, el realismo social, el superrealismo o la abstracción geométrica entre otras. Por su parte, Tomás Paredes encuentra en su obra semejanzas con Picasso, Dalí, Benjamín Palencia y Fernand Léger, entre otros, y Lucía García de Carpí señala los 'ecos de irrealidad' presentes en algunas de sus obras, aunque no se decide a incluir al artista entre los surrealistas españoles. Esta simultaneidad de estilos dificulta su clasificación. A ello también contribuye el que Sandalinas firmó y dató muchas de sus obras años después de su ejecución, por lo que en ocasiones buena parte de las fechas no se corresponde con la realidad. Este proceder es el que en ocasiones también siguió su admirado de Chirico. Los dibujos de las colecciones FUNDACIÓN MAPFRE están en su mayor parte realizados entre 1924 y 1927 (hay algunos sin fechar). La mayoría son escenas cotidianas: obreros, familias, hombres pescando, un oficinista, un bañista, un carro... Esta fijación de Sandalinas por lo cercano, lo cotidiano, lo social, es influencia de su amigo Antoni Costa, con quien salía a pasear por los barrios bajos barceloneses. Los personajes de El chico de la gorra, el hombre del Bar Metro o la escena de Pescadores, aparecen rodeados de calma, de silencio, de presencia interior. Dos temas predominan sobre los demás: las escenas de familia y las escenas de oficina, que son íntimo reflejo de la vida de Sandalinas, que transcurría entre el hogar y su trabajo, una cotidianeidad muy diferente a la de sus artistas contemporáneos. Entre las primeras podemos citar Madre e hijo, Padre e hijo y La familia. Ejemplos de las segundas son El oficinista, Rovira en la oficina y su excelente Autorretrato, en el que se representa a sí mismo trabajando en la mesa.
Exposición organizada por la Fundación Mapfre.
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