Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- Joan Junyer es una de las principales figuras de la vanguardia catalana pero ha sido olvidado por todos quizá porque vivió durante muchos años fuera de España. Muchos creen que es un artista norteamericano y en el MOMA de Nueva York lo definen como “artista americano nacido en Cataluña”.
Los dibujos de Joan Sandalinas que se exponen en esta muestra están realizados en su mayor parte entre 1924 y 1927 y describen momentos cotidianos: obreros, familias, hombres pescando, un oficinista, un bañista, etc. Dos temas predominan sobre los demás: las escenas de familia y las de oficina, que son reflejo de la vida de Sandalinas, que transcurría entre la vida hogareña y su trabajo. Por su parte, los 30 dibujos de Joan Junyer están realizados a lápiz, acuarela y tinta china durante las décadas de 1920 y 1930, y muestran el interés del autor por la figura humana. Sus dibujos son lineales, sin sombreados excesivos, y en ellos busca la síntesis de la línea delimitando el ritmo y el movimiento. En su investigación de las relaciones entre pintura y movimiento, el artista catalán se muestra particularmente atraído por lo salvaje, que encuentra en las danzas y tradiciones mallorquinas.
Junyer nació el mismo año que Salvador Dalí y Pere Pruna, en el seno de una familia muy relacionada con los círculos artísticos e intelectuales de la época (su padre fue un crítico de arte defensor de la vanguardia, coleccionista de arte románico y gótico catalán y buen amigo de Picasso). Pronto demostró un gran interés por la pintura y una habilidad especial por el dibujo. Se formó en la Escuela de Francesc Galí, a la que también asistieron Joan Miró y Josep Llorens i Artigas entre otros. De esta época data también su amistad con los pintores Rafael Llimona y Josep de Cabanyes.
Desde su infancia pasó grandes temporadas en Mallorca, donde tuvo lugar su primera exposición individual en 1925, que unos meses más tarde se presentaría en la Galería Dalmau de Barcelona. En 1926 se trasladó a París en un momento en el que el panorama artístico de la capital francesa estaba en plena ebullición: un año antes había tenido lugar la primera exposición surrealista, también por entonces apareció la revista “Cahiers d’Art” y una generación de artistas españoles, entre ellos Julio González, Joan Miró, Pablo Gargallo y Apel.les Fenosa, decidió instalarse allí bajo la órbita de Picasso.
Junyer prefirió seguir su propio camino, fuera de los cenáculos artísticos de la capital francesa. Continuó pasando los veranos en Barcelona y Mallorca y ese mismo año participó con dos cuadros en una exposición de artistas catalanes en Madrid, donde recibió las alabanzas del crítico Sebastià Gasch, quien comparó su trayectoria a la de Miró y Dalí, destacando la importancia de “la línea y el dibujo vitalista, su incisión brutal que parece horadar la tela y el nervio de esta acción, como si fuera dictada por un automatismo”.
Era el comienzo de un imparable ascenso del joven pintor. En 1929 obtuvo el Premio del Carnegie Institute, que le permitió introducirse en el contexto cultural norteamericano. Después de vivir quince años en París se estableció en Nueva York. En 1945 el MOMA le dedicó una exposición donde presentó sus óleos de volumen. En 1953, después de realizar una serie de obras para edificios, un grupo de arquitectos suecos organizó un simposio en torno a las ideas estéticas del artista. También en esos años Junyer desarrolló la llamada “free standing painting” (pintura exenta), obras que combinan color, volumen y esmaltes sobre plancha de acero. Regresó a España en 1980, alternando estancias en Barcelona y Nueva York hasta su muerte en 1994.
La primera oportunidad para el público español de acercarse a la obra de Junyer tuvo lugar en 1989, año en el que el Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalunya organizó la primera exposición retrospectiva del pintor.
Los treinta dibujos de la colección MAPFRE, realizados a lápiz, acuarela y tinta china durante las décadas de 1920 y 1930 muestran el interés de Junyer en sus años parisinos por la figura humana, captada directamente del estudio del modelo. Sus dibujos son lineales, sin sombreados excesivos, y en ellos busca la síntesis de la línea delimitando el ritmo y el movimiento. En su investigación de las relaciones entre pintura y movimiento, el artista catalán se muestra particularmente atraído por lo salvaje, que encuentra en las danzas y tradiciones mallorquinas.
Joan Sandalinas ha sido un artista desconocido por parte del público hasta 1986, año en que tuvo lugar su primera exposición individual, celebrada en Barcelona, a la que siguió otra presentada por la Librería Blanquerna en Madrid en 1994.
Pese a ese desconocimiento por parte del público, la obra de Sandalinas se dio a conocer desde su época de juventud entre los estudiosos y críticos de arte a través de la revista “L’Amic de les Arts” y de su participación en algunas de las exposiciones colectivas más importantes que se realizaron en Barcelona en los años veinte y primeros treinta: “Exposició d’Art” de 1928, el “III Salón de Otoño” de la Sala Parés, las exposiciones “Arte Abstracto” y “Arte Moderno nacional y extranjero” de la Galería Dalmau de 1929 y el “Salón de Montjuïc” dentro de la Exposición de Primavera de Barcelona, en 1932, son algunos de los ejemplos.
En Sandalinas tenemos a un artista atípico, que compaginaba su trabajo de funcionario con el de artista en sus ratos libres, sin que ello le haya impedido ser uno de los principales impulsores del arte de vanguardia en nuestro país. Esta situación le permitió cultivar los diferentes “ismos” con entera libertad, sin verse obligado a militar en ningún movimiento de vanguardia específico. Así Fontbona señala diversas influencias en Sandalinas: el cubismo, la pintura metafísica de De Chirico, el realismo social, el superrealismo y la abstracción geométrica. Por su parte, Tomás Paredes ve en su obra semejanzas también con Picasso, Dalí, Palencia y Léger, entre otros, y Lucía García de Carpí habla de “ecos de irrealidad” en algunas de sus obras, aunque no se decide a incluir al artista entre los surrealistas españoles.
El hecho de que simultanease estilos dificulta la clasificación de su obra. A ello también contribuye el que Sandalinas firmó y dató la mayoría de sus obras en un determinado momento de su vida, cambiando la fecha de realización de algunas de ellas con la probable intención de hacerlas figurar como pertenecientes a un momento personalmente más brillante.
Los dibujos que ahora se presentan están en su mayor parte realizados entre 1924 y 1927 (hay algunos sin fechar). En cuanto a los temas, se trata de escenas cotidianas: obreros, escenas familiares, hombres pescando, un oficinista, un bañista, un carro… Esta fijación de Sandalinas por lo cercano, lo cotidiano, lo social, es influencia de su amigo Antoni Costa, con quien salía a pasear por los barrios bajos barceloneses. Como escribió Sebastià Gasch referido a Antoni Costa, pero también válido para Sandalinas, “en lugar de considerar las formas y los colores como fin en sí, los consideraba como medio de explicar escenas de la vida real”. Los personajes de El chico de la gorra, el hombre del Bar Metro o la escena de Pescadores, aparecen rodeados de calma, de silencio, de presencia interior. Dos temas predominan sobre los demás: las escenas de familia y las escenas de oficina, que son reflejo de la vida de Sandalinas, que transcurría entre la vida hogareña y su trabajo. Entre las primeras podemos citar Madre e hijo, Padre e hijo y La familia. Ejemplos de las escenas de oficina son El oficinista, Rovira en la oficina y su excelente Autorretrato, en el que se presenta a sí mismo trabajando en su mesa como cualquier oficinista.
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