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Julio Gavín. Antológica

Exposición / Museo de Dibujo Julio Gavín - Castillo de Larrés / Callejón de la Iglesia, nº 16 - Castillo de Larrés / Sabiñánigo, Huesca, España
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Cuándo:
01 ago de 2007 - 08 ene de 2008

Organizada por:
Museo de Dibujo Julio Gavín - Castillo de Larrés

Artistas participantes:
Julio Gavín
Etiquetas
Artes gráficas  Artes gráficas en Huesca 

       


Descripción de la Exposición

En esta muestra podrán contemplarse todas las facetas artísticas de Gavín: desde el dibujo publicitario y los carteles hasta el dibujo artístico. Abarcando técnicas poco conocidas hasta la fecha como el lápiz azul de su primera época, pasando por las ceras de los años 80 hasta la tinta China y el rotulador.

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La última etapa de su vida la dedicó Julio Gavín a la puesta en marcha del Museo que hoy lleva su nombre, el de Dibujo del Castillo de Larrés, que ahora produce una retrospectiva de sus dibujos. Consiguió, la mayor parte de las veces sin coste alguno, una colección envidiable para disfrute de los miles de visitantes que acuden anualmente a ese enclave pirenaico, que goza de tan hermosas vistas hacia el exterior como hacia el interior de la fortaleza. Venía Julio Gavín, presidente de Amigos de Serrablo, de completar la puesta en marcha de algunos otros proyectos, como la recuperación del grupo de iglesias de la zona, que Antonio Durán, maestro de historiadores, consideró mozárabes, o la consolidación de Museo de Artes Populares de Serrablo a través de Enrique Satué y de algunos de sus más directos colaboradores. Pero su vida discurrió entre dibujos desde mucho antes. Su oficio de delineante convirtió a las líneas en su más importante medio de expresión y, en cuanto pudo, tomó lecciones de dibujo artístico. Dibujo cuya práctica no abandonaría a lo largo de su intenso periplo vital.

Los primeros que he podido analizar, los trazó Gavín en el estudio de un delineante llegado a Aragonesas en el año 1943, al que el propio Julio describió como excelente dibujante artístico y persona entregada en cuerpo y alma a la enseñanza del dibujo, hasta las últimas horas del año que trabajó en las oficinas de la fábrica. Dirigido por él copió motivos clásicos, de los que el visitante de esta exposición podrá contemplar algunos. Cabezas, manos, perfiles, para templar la mirada, habituarse a los sistemas de medida, al paso de las tres dimensiones de la realidad a las dos del soporte, y al manejo de los escasos procedimientos que en ese momento estaban al alcance de los principiantes. También se inició en la tarea imprescindible de acostumbrar la mano a cumplir las órdenes de la mirada con trazados constantes y en apariencia repetitivos. Fue su primera escuela.

Los modelos, los habituales para cualquiera que quiera iniciarse en el dibujo, con independencia del momento, y de que lo haga en una Facultad de Bellas Artes o en el estudio de un amigo. Los mismos yesos y las mismas láminas que Félix Lafuente pintó en el Instituto de Huesca bajo la atenta mirada de Manuel Ros, su catedrático de dibujo; los que trazó Martín Coronas en el estudio de León Abadías hasta que su maestro decidió emprender su particular aventura carlista, o los que me propuso a finales de los sesenta Pablo Subías, cuando quise entrar en la Escuela Superior de Bellas Artes San Jorge de Barcelona.

Más de una vez surgió, en las conversaciones que hemos mantenido desde mi regreso a Huesca, en los años setenta, la importancia que ha de concederse al aprendizaje de los sistemas y la práctica diaria de los mismos. Algo en lo que estábamos de acuerdo y que Julio no dejó de hacer a lo largo de toda su trayectoria como dibujante.

El aprendizaje, truncado por la marcha de su primer maestro, siguió los años 1945 y 46 gracias al ejercicio de las posibilidades del dibujo etnológico, con el apoyo del sacerdote José Pardo Asso. El dibujo analítico, de aperos y objetos de uso para el Museo de Artes de Serrablo o de elementos arquitectónicos, a lo largo de años de recuperación patrimonial del conjunto de iglesias puestas en valor por la Asociación que presidió, ha sido uno de los campos en los que Julio Gavín ha trabajado más intensamente. Tanto por su oficio primero de delineante cuanto por su necesidad de restauración de un patrimonio, perdido dolorosamente en las primeras décadas del pasado siglo, y que el tiempo transcurrido envejecía progresivamente.

Una necesidad que mantuvo a lo largo de su vida y que conservó hasta el último momento. […]

DIBUJOS DE UNA VIDA

Una de las últimas ocasiones en las que coincidí con Julio, en abril del pasado año, fue con motivo de la preparación de la exposición de dibujos que realicé en la sala dos del Museo de Larrés. El texto del catálogo, que escribió mi hijo Miguel, llevaba por título dibujos de una vida, para dejar clara la condición de retrospectiva de una colección que contaba con algunos de mis primeros retratos a lápiz, de 1968 y finalizaba con alguno de los realizados con aguada de tinta china ese mismo año 2006.

Está claro que si hubiera de buscar un título para este texto, este debería de ser, con mayor propiedad que en la exposición del pasado año, dibujos de una vida. Una vida llena, en la que los trazos de plumilla han constituido el hilo conductor que refleja la multiplicidad de intereses que han motivado su actividad.

Entre los primeros que forman parte de esta exposición, trazados en 1944 y el último firmado en 2004, sesenta años de una tarea incansable, dedicada al dibujo tanto en lo profesional cuanto en el resto de los muchos campos a los que Julio Gavín dedicó su vida. Seis décadas en las que su poliédrica manera de vivir le llevó de entrenador de fútbol a creador de dos museos, de jefe de delineación de Aragonesas a restaurador de iglesias prerrománicas, de concejal del ayuntamiento de Sabiñánigo a grafista de programas de fiestas o de clásicas ciclistas, de presidente de Amigos de Serrablo a fedatario de infinidad de materiales etnológicos rescatados de los despoblados de la zona a la que dedicó su actividad. En cada uno de esos múltiples oficios, dejó con sus lápices y sus plumillas testimonio de su actividad.

En todos los casos se convirtió en un atento observador de cuanto le rodeaba; actor y testigo a un tiempo de los cambios en los sistemas gráficos de representación y del progreso que los medios mecánicos de reproducción han puesto al alcance de los dibujantes con el paso de los años.

Desde las primeras academias, pintadas con lápiz azul (se dibujaba en la posguerra con lo que se podía) al último de los dibujos que he podido analizar, gracias a las nuevas posibilidades de los soportes digitales, que favorecen, en ocasiones, tanto a los artistas cuanto a los investigadores del arte, la pureza de las líneas y la sensación de pulcritud realizativa protagonizan la obra de este serrablés polifacético. Ese es el aspecto de su trabajo que considero lo resume. La claridad en las ideas suela traer pareja claridad en las acciones. Los dibujos de Julio Gavín constituyen un paradigma de este binomio.

El dibujo descriptivo, al que dedicó una parte tan importante de su esfuerzo, influyó en la totalidad de su obra. A la que dotó de una limpieza en la ejecución que puede ser señalada como una obsesión en los sesenta años de dibujo de Julio Gavín. Tanto cuando el procedimiento era la plumilla y tinta china, como cuando tocó otros palos de los muchos que ofrecen los procedimientos gráficos. Su preocupación por lo bien hecho fue siempre superior a la que le producían las nuevas maneras. Poco amigo de modernidades su forma de entender el dibujo queda reflejada tanto en los contenidos del Museo de Larrés, cuanto en su propio trabajo como dibujante.

Muchos de los que forman los dos grupos de dibujos que he podido manejar en la pantalla de mi ordenador, a la hora de redactar estas líneas, había podido verlos no hace demasiado tiempo en su casa. Algunas de las exposiciones que tuve ocasión de comisariar en la sala de exposiciones de Multicaja en Huesca, en la serie dedicada a los fondos del Museo de Larrés, durante los últimos noventa del pasado siglo y los primeros años del nuevo milenio, hicieron frecuentes mis visitas al Museo de Dibujo y a su casa, donde seleccionaba los que había de componer cada una de las muestras anuales.

Conseguí vencer su falta de interés por lo propio, y ver en alguna ocasión sus carpetas. Las academias, las series de edificios, balconadas, portales, las chimeneas… Las series de dibujos de los tipos y los paisajes robados en países, algunos exóticos, a los que viajaba los últimos años con regularidad. Dibujos de todas las épocas, a los que las nuevas tecnologías han añadido la colección de carteles que abarcan de 1955 a 1978.


Imágenes de la Exposición
Ángeles

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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