Tal y como dice el periodista, escritor y experto en arte Luis León Barreto, 'partiendo del constructivismo que tanto significó para la Escuela Luján Pérez, Juan Betancor interpreta su particular paisaje con una gran propuesta cromática. Una pintura amable pero también con un punto de tensión y de misterio, un guiño naïf y surreal en los cimientos de estos caseríos, de estas huertas, de estas aves que acompañan su vuelo con un toque de Chagall. Los colores fuertes y contrarios contribuyen a la intensidad de la mirada'.

En una temprana exposición en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife, Felo Monzón ya hablaba de los 'mensajes insólitos' de la obra de Betancor, 'pues sus pinturas poseen, ante todo una rara y voluminosa definición diferencial dictada por la fuerza de su temperamento, ... siempre guiado por la reflexión frente al tema. Así nacen extrañas versiones de cumbres, cielos y tierras torturadas por un disciplinante deseo de síntesis y pureza emocional'.

El paisaje insular, que viene desde Jorge Oramas y Felo Monzón, Juan Ismael y Miró Mainou, se materializa -dice Barreto-- en la visión de Juan Betancor con un trazo emocional y moderno que prefiere insinuar desde una simplificación del espacio, el color y la forma. Están presentes los elementos constructivistas, expresionistas y abstractos, ejes que han circulado por su carrera.

Una pintura visualmente muy atractiva, que ahora en esta muestra se atreve a mostrar figuras humanas, partiendo siempre del equilibrio entre colores vivos, casi primarios.

Betancor es uno de los nombres esenciales del arte que se está haciendo en el archipiélago. Esa serenidad y esa armonía que transmite su obra, esa capacidad de sugerencia, ese guiño onírico, esa limpieza, esas búsquedas, lo confirman.