(...) Existe en Guinovart un grito constante y firme contra la injusticia que se convierte en una verdadera corriente de fondo que jamás deja de aflorar en todo su trabajo. Es ya visible en los inicios de su trayectoria, a finales de los años cuarenta y durante la década de los cincuenta, a través de la representación de escenas protagonizadas por personajes humildes, que van desde el mundo agrícola hasta los barrios más marginales de la ciudad. Posteriormente, el artista experimenta a través del lenguaje artístico, pero jamás se desentenderá de la realidad; podríamos decir que pasará de representarla a incluirla en su obra. El gesto de lucha, de rabia y la voluntad de quebrantamiento respecto a lo establecido se harán patentes de forma simbólica en una serie de obras no figurativas, en que manipula, quema, rasga y rompe el soporte sobre el que trabaja, ya sea madera o papel (...).