Descripción de la Exposición
JOSÉ MARÍA SICILIA Y LOS SIGNOS
“Dánae teje el tiempo dorado por el Nilo”
José Lezama Lima
José María Sicilia (Madrid, 1954), uno de los grandes nombres del arte español contemporáneo, pertenece a la llamada generación de los años ochenta, momento que Juan Manuel Bonet llamó “los años pintados”. Como la mayoría de sus compañeros de generación, rechazó el formalismo minimalista dominante para reivindicar la importancia del significado y de las visiones no dogmáticas de las cosas. Su celebrada obra de entonces, en especial la que iba a ser su primera y prodigiosa serie de flores, constituyó una reflexión sobre el medio pictórico, en la que gesto, geometría y materia se entrelazaban, y en la que era irrelevante la oposición entre abstracción y figuración. Desde entonces, su práctica ha ido profundizando en su naturaleza analítica, aunque sin abandonar nunca la confianza en el poder extático de las imágenes. Durante una gran parte de los años noventa, trabajará con el color blanco, un símbolo de la totalidad, depurando su obra, que muestra entonces siluetas y manchas en espacios ambiguos y matéricos, hasta extremos delicados y evanescentes. Más adelante todavía, a finales de los noventa, Sicilia realiza otras series de flores, como “La luz que se apaga” (1995-1996); o “L´horabaixa” (1997), que significa el atardecer en mallorquín, ese momento en que las cosas que vemos empiezan a no ser discernibles. Sicilia dice que cree que se refería a la dificultad para nombrar las cosas que tenemos en nuestras vidas. En las pinturas de la serie “L ´horabaixa”, una gran flor central, tal vez una amapola, sus pétalos de un rojo incendiario, parece surgir de un fondo denso de cera virgen, uniéndose la imagen con la materia. El mundo de Sicilia es un mundo poético, y su práctica artística una forma de conocimiento en sí.
Después, la obra de Sicilia, aun continuando con este ideario estético, se ha transformado de forma radical. Ha seguido pintando y dibujando, pero raramente muestra estas obras. En su lugar, y hace ya más de una década, ha ido mostrando trabajos hechos con hilos y seda. Las imágenes de sus nuevas obras están bordadas por máquinas, diseñadas según sus requerimientos, que obedecen las instrucciones de programas informáticos. De apariencia abstracta, el origen de las imágenes de estas obras textiles es, sin embargo, específico, sorprendiendo la cantidad de ideas de las que surgen, y que pueden tener que ver con la física cuántica, la ornitología, la arquitectura, la política, la óptica, la música o la filosofía. Este Sicilia último nos recuerda a los eruditos de antaño, como el poliglota Atanasio Kircher, una figura clave del Barroco, y que fue entre otras cosas matemático, astrónomo, musicólogo, vulcanólogo, físico o teólogo; o ya más cerca de nosotros al teósofo Rudolf Steiner, cuyas actividades e intereses incluyeron, a principios del siglo pasado, la medicina, la agricultura, la arquitectura, la pedagogía, las ciencias económicas y el misticismo. Kircher, además, utilizó un sistema de notas de trinos de pájaros para ilustrar la armonía entre la música y los planetas.
En las distintas tradiciones místicas, precisamente, los signos y diagramas son frecuentes en su retórica simbólica, refiriéndose con ellos a las manifestaciones del espíritu. El hilo, por otra parte, material que Sicilia ya había utilizado antes, como en la serie de Spellbound (1992), que reflexionaba sobre la atracción y la muerte, inspirándose en un libro del James Ellroy, uno de los maestros de la novela negra. El hilo, en cualquier caso, simboliza, según Juan Eduardo Cirlot, la conexión más esencial, y el hilar y el tejer son equivalentes al acto mismo de la creación. En el sudeste asiático los tejidos tribales tuvieron un sentido sagrado. El mundo, por último, y según ciertas intuiciones místicas, no es más que un velo o tejido que oculta lo verdadero y lo profundo. La idea de que la obra de arte es una imagen del mundo así entendido, convirtiéndose en un umbral a lo que es secreto e inefable, resulta atractiva. Enfrentados a las obras recientes de Sicilia, los espectadores necesitamos de conocimientos precisos para comprenderlas, siendo traducciones de distintos lenguajes, como por ejemplo los cantos de los pájaros, algo que no sabríamos con solo ver las obras sin esta información. Sicilia lleva más de una década realizando sonogramas de cantos de pájaros, continuando a su manera con investigaciones realizadas por científicos británicos durante la Segunda Guerra Mundial. Estos tradujeron cantos en esquemas gráficos, pensando tal vez que esa investigación facilitaría el invento de nuevos lenguajes cifrados blindados al espionaje.
Desde tiempos remotos, en cualquier caso, y en culturas diversas, las aves han simbolizado las almas humanas, el pensamiento, la imaginación, o la espiritualidad más profunda. Recordemos, por ejemplo, El lenguaje de los pájaros, del poeta místico Farid al Din Attar, una bella epopeya sufí protagonizada por treinta mil pájaros, y escrita en persa en torno a los siglos XII y XIII. O también la obra de Joan Miró, sobre todo en las décadas finales, llenas de pájaros negros, emblemas al mismo tiempo del deseo sexual y del vuelo místico. Sicilia, por su parte, se interesó en los cantos de los pájaros gracias a la música del compositor francés Olivier Messiaen, quien en los años cuarenta y cincuenta tradujo cantos de distintos pájaros. Sicilia estudió sus composiciones en 2008, y al año siguiente realizó sus primeros sonogramas, una forma más científica de ahondar en el tema, y que llegará a traducir en objetos 3D. Los silencios también fueron transcritos, y a partir de 2011 tienen incluso más importancia que los sonidos. Es una forma de dar forma al silencio. En cuanto a las aves y a los pájaros, recuerdo haber visitado a Sicilia en su casa de Sóller, hace años, donde criaba faisanes de distintas especies. Y también recuerdo un aforismo célebre de Wallace Stevens, “un poema es un faisán”.
En 2008, Sicilia vivió también una gran crisis personal. Para describirla, se refiere a un libro duro y emocionante de Francis Scott-Fitzgerald: The Crack-Up. Este fue publicado póstumamente en 1945, al cuidado de Edmund Wilson, quien reunió y recuperó textos inéditos misceláneos, como cartas, ensayos y apuntes autobiográficos. Estos textos fueron escritos en un momento de crisis para el escritor americano, siendo todavía joven, y tras una intensa vida hedonista facilitada por éxitos literarios extraordinarios. Esta vida estuvo repleta de excesos descontrolados, y Fitzgerald se encontró de pronto hundido, alcoholizado y deprimido, sintiéndose un fracasado, al tiempo que su mujer era internada en un sanatorio. Sicilia sintió algo parecido que le forzó a realizar cambios radicales en su vida. Sicilia cuenta que se preguntó cómo hacer que la destrucción se convirtiera en creación. La fisura, o la grieta, representa una apuesta por la supervivencia. Decidió entonces irse al Japón, poco después del terremoto que provocó un gran escape radioactivo en Fukushima, seguido de un tsunami de gran fuerza destructora. Allí, colaboró con una fundación para llevar a cabo distintos proyectos multidisciplinares y reflexionando sobre la pérdida y el accidente. Sicilia ha creado, además, otra fundación en Madrid, El Instante, fundada en 2017, y donde se llevan a cabo proyectos sociales, científicos o culturales de distinta índole, en colaboración con otras personas e instituciones. Uno de sus últimos proyectos ha sido la creación de una zarzuela titulada Se vende, y estrenada en 2021.
Aquí, presentamos obras pertenecientes a tres series distintas. Todas ellas son atractivas y misteriosas, en general ricas cromáticamente, y pueden ser admiradas tan sólo por su mismo impacto visual, o por su sofisticación y precisión técnica. Un primer grupo de obras son visualizaciones del canto del turpial (Icterus icterus), el ave nacional venezolana. El turpial, de cabeza y alas negras, y cuerpo amarillo oscuro, virando hacia el naranja, es admirado por su canto melodioso con secuencias de tonalidades variables, que en época de cría sirve, como sucede con los de muchas otras especies aladas, tanto de reclamo sexual como de señalizador territorial. La referencia a este país sudamericano, por otra parte, no es accidental. El país sufre los desmanes de un gobierno autoritario inmerso en una deriva dictatorial, y una profunda crisis económica, a pesar de ser un país rico en recursos. Algunos miembros de la familia de Sicilia, además, se exiliaron a Venezuela tras la Guerra Civil española, lo cual añade otro nivel de significación. Las imágenes de los cantos del turpial, mientras tanto, se asemejan a pétalos de flores o a hojas de árboles caídas, dispuestas casualmente. Sus colores son algo oscuros, con rojos, naranja y amarillos ocasionales que destacan sobre un fondo blanco. Los colores, en cualquier caso, son asignados aleatoriamente, así que no son representaciones ellos mismos de estructuras melódicas.
Un segundo grupo de obras ser refiere al llamado Experimento de Young, conocido también como el Experimento de la doble rendija. Realizado por Thomas Young en 1801, el experimento intentaba discernir si la naturaleza de la luz era corpuscular o undulatoria, llegando a la conclusión de que tenía aspectos de ambas teorías. Su realización contribuyó de forma notable al desarrollo de la física cuántica. En el experimento un chorro de luz es interrumpido por una rendija que lo divide, aunque sólo por un tiempo. Los dos haces de luz se unen de nuevo formando interesantes patrones visuales. Sicilia traduce el experimento en imágenes bordadas. De formato vertical, las obras están hechas superponiendo dos telas distintas. Conforman un lenguaje cifrado y hermético a partir de formas de aspecto fragmentario y vagamente geométricas, que al tiempo parecen flotar, rotar y desplazarse con lentitud.
Finalmente, un tercer grupo de obras está dedicado a proyectos de habitáculos en los que pudieran convivir hombres con animales. La relación entre ellos, hombres y animales, es un tema que ha interesado a filósofos tan influyentes como Giorgio Agamben y Michel Foucault. Estas últimas obras transcriben, otra vez mediante programas informáticos, composiciones musicales y planos arquitectónicos. Son ricas cromáticamente, presentando extensos campos de color en lugar de signos gráficos.
Sicilia ha dicho que “las imágenes vehiculan un no saber” y, también, que son fósiles, porque encierran energía e información, y una voluntad de comunicar o transmitir. Las imágenes resultantes en sus obras son a su vez sentido, o fines en sí mismas, y metáforas de sentido, subrayando la existencia de significados, e invitando al espectador a interpretaciones, como si fuera un músico enfrentándose a una partitura.
Sicilia habla de asuntos tan diversos como la luz y sus retóricas, espirituales y científicas; las grietas; los límites de los estanques; la lluvia y la nieve; los nudos de los tapices; el instante como conocimiento de la muerte, creo que citando a Maurice Blanchot; o el silencio, una imagen de lo invisible. La creación artística es para él algo en lo que lo espiritual y lo científico van juntos, lo que quizás no esté lejos de una idea de Rudolf Steiner: “Lo físico y lo moral no tienen existencias separadas”. Gilles Deleuze, en su libro sobre Proust, Proust et les signes (1964), dice que el sentido material no es nada sino encarna una esencia ideal, y también que “En busca del tiempo perdido”, la obra maestra del novelista francés al que dedica el libro, construye una imagen de su pensamiento. Tal vez, si logramos traducir esto a un lenguaje pictórico, nos sirva para entender estas últimas obras de Sicilia. A pesar de incluir aspectos aleatorios, involuntarios e inconscientes, responden a una esencia ideal que se encarna en su sentido material y viceversa, produciendo sus propios procedimientos de significación y creando una verdadera erótica del lenguaje.
Enrique Juncosa
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España