Descripción de la Exposición Un total de dieciséis esculturas de José Luis Menéndez integran esta exposición. Las obras, de mediano y gran formato, corresponden a un periodo que abarca desde 2004 a 2007 y están realizadas en acero al carbono, ébano y mármol. A pesar del material, en estas piezas se contrasta la ligereza de las formas con la rotundidad del tema: el ser humano despojado del “parecer” para comenzar a “ser”. Son esculturas que impactan y revuelven, seducen y, al mismo tiempo, golpean los aspectos dormidos de cada uno y donde los vacíos son tan determinantes como las formas al dibujar en el aire la esencialidad del hombre: su humanidad. Las obras que se exponen en El Brocense evolucionan suavizando, en parte, el dramatismo de etapas anteriores pero sin abandonar la importancia del tema fundamental: el hombre y sus atributos. Con tan sólo cuarenta años, la madurez artística y la personalidad plástica de José Luis Menéndez ponen manifiesto que la mejor tradición humanista sigue teniendo cabida en la escultura contemporánea. Al comienzo del "Mito de Sísifo"*, escribe Albert Camus: "Juzgar si la vida vale o no vale la pena de ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías, vienen a continuación. En consecuencia, el sentido de la vida es la pregunta más apremiante. ¿Cómo contestarla?. El equilibrio de evidencia y lirismo es lo que puede permitirnos llegar al mismo tiempo a la emoción y a la claridad…". Parece ser que tanto para el filósofo como para el creador la vida merece ser vivida puesto que Camus siguió escribiendo y José Luis Menéndez sigue creando. La respuesta es para ambos la misma, pero como medio no como fin. Sin embargo no nos podemos quedar aquí. Un poco más adelante el mismo Camus señala que "tal vez, la voluntad humana no tenga otra finalidad que la de mantener la conciencia" de nuestra condición. "Crear es, también, dar una forma al destino propio. No hay fronteras entre el parecer y ser". Es difícil, al contemplar estas obras que tenemos delante, sustraerse a la emoción inmediata, al efecto sorpresa que producen. Pero mirando un poco más revuelven una emoción más profunda, ese rincón escondido que todos tenemos, algo sepultado por cierto. "La diversidad es el lugar del arte y el único pensamiento que libera al espíritu es el que lo deja solo, seguro de sus límites y de su fin próximo". En su defensa de la idea central, José Luis continúa la corriente humanista en la escultura que, antes como él, habían seguido Rodin, Klinger, Gargallo o Giacometti. Pero al despojar la figura humana de su envoltura más aparente, subraya la verdad desnuda: la de la propia lucidez, con formas de hierro rugosas y astilladas. El uso de tubo de hierro se presta, adecuadamente, a los fines expresivos: destacar la fragilidad de lo que nos parecía duro y contundente. El juego de volúmenes se enriquece con el empleo de vacíos que proporcionan un máximo de luz y, con las cavidades, sombras profundas. Con medios abstractos y material industrial consigue figuras de gran expresión y movilidad. Todo al servicio del "hombre", del ser "humano". No se reconocen, fácilmente, modelos en sus formas porque están al servicio de la idea fundamental. La técnica no es la base de su obra, sólo el instrumento que mejor le sirve al autor. En sus figuras, deliberadamente humanas, José Luis ensancha los límites del hombre, lo proyecta expandiéndose en el espacio, penetrándolo o fundiéndose con él. Ese espacio que concebimos pero que es el que nos contiene… El hombre debatiéndose en su propia realidad, desparramándose en ella, levantándose con la fuerza de su fragilidad, proclamando la dignidad en medio de los vacíos de las formas, de sus propias contradicciones: "el enfrentamiento entre el espíritu que anhela y el mundo que decepciona". "La obra de arte no ofrece una solución al malestar del espíritu humano. Es, por el contrario, uno de los signos de ese malestar que repercute en todo el pensamiento de un individuo. Pero hace que el espíritu salga de sí mismo y lo coloca frente a otro, no para que se pierda en él sino para mostrarle, con un dedo preciso, el camino sin salida en el que nos estamos metiendo todos". Un artista se "empeña" y se hace en su obra. Y estas que tenemos delante escriben con imágenes, dibujan el espacio en vez de utilizar argumentos, denotan la inutilidad de cualquier explicación como si el principal mensaje estuviese ya implícito en la apariencia sensible, en esas figuras de suavidad pura de hierro diluido abriendo al hombre en canal, mostrándolo como sombra de un proyecto inacabado que trata de ir más allá, que se abre paso, como el árbol, rama a rama hacia la dignidad de la vida en cualquier terreno que le toque posar. Ese rasgo peculiar de situar el corazón en el centro del eje axial de las figuras no hace más que insistir en la idea recurrente: al hombre lo salva y lo dignifica su humanidad. El hombre, antes que justo o racional, es o tiene que ser humano. El corazón es el motor de la vida pero también es el referente del sentimiento de compasión. Y la compasión nos hace reconocer y comprender a los otros como semejantes. Y ese sentimiento, como los corazones de madera, hierro o piedra que José Luis representa en las piezas más pequeñas, esta amenazado, encerrado, espinoso o espinado, abierto y solo…se yergue o se esconde…Pero siempre contiene la parte más noble del ser humano. No sé si la ortodoxia imperante compartirá en algo todo esto, que al fin y al cabo, no son más que palabras… Pero cuando se está delante de obras que expresan el amor por la vida de esta manera, en la que no existen modelos reconocibles, si la crítica quiere hacer justicia al sentido expresivo de esculturas como éstas, habrá de mirar con la razón, con la emoción y con las vísceras…. Habrá de mirar con el "corazón".
Exposición. 17 dic de 2024 - 16 mar de 2025 / Museo Picasso Málaga / Málaga, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España