Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- -------------------------------------------------------
En las obras de Jorge Cardarelli, hay un minimalismo, una desnudez de artificios, en los que la pura pintura va creando belleza a su paso sobre la superficie lacada. Obras que remiten a las vanguardias del expresionismo abstracto americano redefinidas, y vinculadas siempre -por ese gesto minimalista, por ese soplo vital llamado Qi a una reflexión oriental, del mundo de los maestros calígrafos zen de China y Japón. Cardarelli, mediante juegos de color, en los que las pinturas fluyen en el equilibrio del plano, desarrolla su percepción de materializar de una forma tangible esa búsqueda de la belleza más inmediata que dan los colores, las formas y los equilibrios de las mismas. Resulta un juego y una quimera, ya que él es consciente de que la belleza es inalcanzable, relativa, y que los universos de belleza son discutibles. Desde esta actitud preciosista se enfrenta al diálogo con la forma, desde su propia obra y pensamiento existencialista. Asimismo esa búsqueda inalcanzable de la belleza sublime, ese trabajo de Sísifo, le ha abocado desde siempre en su trayectoria a trabajar con los espejos. En ese rastreo por toparse con la belleza Cardarelli ha dado -no podía ser de otra manera- con el espejo, objeto precioso, barómetro de bellezas y vanidades. En él queda reflejada la belleza de todo cuanto se coloca frente a él, incluso de forma sesgada, y de modo muy especial la belleza humana, que interesa a Cardarelli de modo especial. Para él un espejo es en cierta manera el medidor de la belleza: cada persona verá reflejada en él la belleza que expone de sí misma, la que quiera ver en su propia persona. En este viaje al interior de cada uno Cardarelli se muestra atento con el espectador y en un gesto de generosidad y empatía pinta con colores y abstracciones pictóricas provenientes de su particular universo de creador, los espejos para que quien se autocontempla en él se vea siempre inmerso en una radiante primavera, colorista y alegre. Esta inquietud viene de lejos y tiene en su obra anterior referentes destacados, así, hace algunos años, creó un políptico de espejos negros, titulado Alma (1999), que remitía al viaje personal interno evocado El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde y en À rebours (contra natura) de J.K. Huysmans. Hoy, en 2009, 10 años más tarde, titula su exposición en Arteinversión Aura , enormes retratos de samuráis, un rostro a modo de caricatura pop que sonríe sin cesar, mezclados con sus pinturas zen, sus papeles minimalistas y barrocos y provenientes de un mundo más colorista y pop. Sus obras son, como dice Juan Manuel Bonet, magníficas interpretaciones de una belleza sofisticada, y conocedora al límite de su todo su desarrollo y psicología. Sus obras son un remanso de paz, un puente entre orillas adversas, una pócima sanadora, contemplar las obras de Jorge Cardarelli, es como estar raptado en un jardín zen, escribe en su libro ¿Somos Humanos o somos bailarines?, el crítico Fernando Francés. Siguiendo por estos mismos caminos de rareza estética, de frágiles y ensimismados mundos zen, Cardarelli, realiza esculturas: se trata de figuras orientales en porcelana, manipuladas, y deformadas, pintadas y redefinidas, que forman parte de este universo particular de entendimiento de la estética oriental entendida por un artista de occidente. Una vez más hay en ellas un deleite y una recreación de formas orientales, delicadas, sutiles, femeninas, enigmáticas, en contraste con la fuerza de sus pinturas, el choque de fuerza es brutal. Lo delicado y lo fuerte, un odio y amo, un desequilibrio dialogando con lo enigmático de las formas. alcanza el vacío y el vacío es forma, alcanza la forma, y la forma no es permanente. El vacío y la forma no son míos... Escribe el artista en su libro Somos humanos o somos bailarines. La exposición Aura consta de una selección de sus últimas obras sobre papel, unas piezas de resina de pequeño y gran formato, dos fotos pintadas de samuráis, esculturas de porcelana y una pieza de texto. Sus obras se encuentran en museos tales como el CAC de Málaga o el museo Thyssen-Bornemisza de Madrid.
De Cardarelli me interesa su propia posición como artista que recuerda mucho la de Shakespeare al unir las facetas de creador, productor e incluso presentador de su trabajo. El representa una idea renovada del oficio de pintor al permitir que la obra adquiera un protagonismo y una independencia casi absoluta del artista y paradójicamente constituyéndose más como artista singular en cada nueva obra. Es en este sentido es un pintor auténticamente romántico, enamorado de su obra como de su necesidad de explicarla para compartirla.
La pintura se desliza por el plano como el agua en una cascada. La explosión de color es apabullante y traslada al espectador a los momentos de máxima excitación del artista cuya obra parece tener un síndrome bipolar ya que otras veces el color se presenta sereno, reflexivo, tranquilo como raptado de un jardín zen.
Su obra es una invitación a la vida, al disfrute y al goce de todos y cada uno de los segundos de una vida llena de anécdotas que en el cuadro se representan como una suerte de pinceladas que conforman territorios donde brillan elementos de una intensa vitalidad. El color no es artificio ni falacia sino que adquiere la dimensión de la emoción y el sentimiento cuando el artista lo usa como fin de su compromiso.
Cardarelli no es un artista cualquiera. Quizá sea sin embargo necesario apuntar en qué se diferencia de la mayoría o, mejor aún, cómo entiende él la posición del artista ante el mundo y por ende, ante el arte. Cuando vinculo el color, un elemento aparentemente neutro y utilizado indistintamente por todo tipo de artista y en cualquier índole de tendencia, a una posición personal, a un sentimiento como es el compromiso con la sociedad y el mundo, estoy iniciando un camino poco explorado que conduce al artista que ha optado por convertir su acción creativa, visual y plástica en un mensaje de optimismo.
La función creadora de Jorge Cardarelli es semejante a la del curador, al médico, al sanador de las heridas que cada día el hombre genera y consiguientemente también al dolor. Este mensaje del optimismo que el artista desarrolla, no es realmente habitual. La mayoría opta por la denuncia, por el recuerdo de cómo están las cosas, por imitar al cronista que narra una realidad en la que no siempre se implica. Para Cardarelli su compromiso es una fuente para el arte como el agua para el balneario pero creo que ahora es también deseable el mensaje de la serenidad y la tolerancia y por ello reivindicar una actitud más natural e incluso contemplativa puede ser un talismán para nuestra sociedad. Esa función curativa y meditativa de la pintura de Cardarelli se me antoja necesaria y oportuna, aunque no va exenta de una tensión plástica. El color no es plano al modo de los pop. El color es puro y sólo se mezcla para evidenciar su presencia evitando la ruptura dramática y la confrontación innecesaria. En esta intencionalidad también se adivina esa intención permanente de equilibrio. Nada es opuesto cuando el tránsito es el adecuado.
Cardarelli invita en su obra a romper los tabúes sobre el color y la gravedad. Para él, el efecto imán, aquel que nos dice que sólo los polos opuestos se atraen mientras los iguales se repelen, sólo es un reto para investigar y explorar nuevas posibilidades de cambiar los mensajes, de modificar el mundo, de usar el arte como una medicina que al menos en un nivel personal y privado nos ayude al reencuentro interior, a la búsqueda de una paz mental y espiritual que sea un oasis en la frenética actividad diaria.
Su pintura tiene una energía sanadora, es un puente entre orillas adversas, un remanso de esperanza que, no podemos olvidar, también es compromiso.
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España