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Todo está cuidado en la obra de Jiménez Asensio. El soporte, planteado como un espacio modular y secuenciado, potencia el movimiento de los planos definidos entre bandas ligeramente desplazadas de la vertical, donde se hace visible la tela sin pintar, permitiendo que la fibra y la trama formen parte del color, y contrastando con la estructura pictórica que determinan. Estructuras ... primarias en sus formas, pero dotadas de gravidez y peso escultórico... esta rotundidad formal se compensa con la calidez aterciopelada y sensual que adquiere la materia. Calidades táctiles que se ven potenciadas cuando el autor hace incidir sus trazos sobre ella, con la precisión técnica del maestro y la emoción del artista, en un gesto que apreciamos como una prolongación del cuerpo, de la mano del autor que se proyecta en el lienzo. Sin prisas, con pausas, recreándose en el tiempo y en el gesto. Gesto que nada tiene que ver con intenciones expresionistas. Gesto preciso, que interviene y controla esas ligeras acumulaciones de materia sobre la superficie. Dejando un rastro de ritmos secuenciados que nos trasmite esa sensación de orden y serenidad de un jardín zen. Los jardines secos (kave- sansui) o de piedra (sekei -Tei), creados como espacios para la meditación. Para conseguir la correcta percepción de la realidad, sin que el pensamiento ni el lenguaje, mecanismos que hemos creado para entender lo que nos rodea, actúen de intermediarios.