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Jesús Tejedor nos ofrece en esta ocasión otro ejemplo de su repertorio de estados anímicos y temperamentales, calibrando las emociones a través de la utilización de elementos simples. Composiciones austeras, centradas; referencias figurativas como raíces, árboles, plantas, pájaros, ruedas, quizás un recuerdo de su paso por el mundo rural para trasladar a la gran urbe una brizna de calma, recogimiento y silencio.

Tejedor plantea esta exposición como un paseo: contemplativo, actitud receptiva y fácilmente impresionable, no es de extrañar que acompañe la áurea de introversión que parece arrancada de la tragicomedia, con el gran componente lúdico de su obra. Sus referencias a la pintura, al cine, al circo, a la música, a la arquitectura y todas las contradicciones que parece asumir con envidiable facilidad.

Se trata de una exposición matérica, casi táctil, sobre la nobleza del papel a veces grabado y siempre dibujado o pintado.