Descripción de la Exposición
Integrada por treinta y una proyecciones de vídeos y por dieciséis imágenes impresas, Jardín salvaje propone una reflexión -a través de una obra profundamente personal- sobre el ser humano y sobre la complicada y hasta ilusoria relación que mantiene con la naturaleza. Las obras que conforman esta muestra han sido realizadas entre 2010 y 2019 y dos de ellas -Naturaleza (2019) y Jardín salvaje (2019)- han sido producidas por TEA y se muestran al público por primera vez.
Licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca y doctorada por la Universidad de Castilla-La Mancha, Marina Núñez trabaja con software de efectos especiales en 2D y 3D, los mismos que se utilizan en las industrias del cine y los videojuegos y que ella emplea como material artístico. La artista, que empezó realizando pinturas a óleo y que luego pasó a hacer fotografías manipuladas con PhotoShop, ha ido encaminando sus trabajos hacia lo digital, lo tecnológico, como lo que ahora se presenta en TEA. Son obras que tienen tras de sí mucha investigación y que se abren todos los horizontes posibles.
Además de ello, cabe resaltar que el discurso crítico feminista está en el fondo de todos sus trabajos de forma implícita o explícita. Y es que, como ella misma explica, es uno de los discursos que de manera más clara aborda la idea de que el sujeto canónico crea monstruos, y los persigue de una manera violenta. Marina Núñez -que recibió en 2016 uno de los Premios que concede la Asociación Mujeres en las Artes Visuales (MAV)- afirma que “esa idea de lo canónico excluyente y la representación de seres cargados de otredad está en el fondo de casi toda mi obra incluyendo éstas”.
También subyace en estos trabajos que se exhiben en TEA la idea de la muerte de lo humano y del nacimiento de lo posthumano. En sus imágenes, los seres humanos son siempre inquietantes, algunos de derrumban, otros explotan, otros aparecen desfigurados, plegados, metamorfoseándose o con una piel que se funde con el entorno.
Jardín salvaje (2019) [Instalación de 15 vídeos con música de Luis de la Torre]; Fuera de sí (supernovas) y Fuera de sí (constelaciones) (2018) [16 imágenes digitales sobre papel]; Demasiado mundo (2010) [Seis vídeos monocanal en bucle con música de Iván Solano]; Phantasmas (2017) [Seis vídeos monocanal con música de Luis de la Torre]; Cielo errante (2017) [Vídeo monocanal con música de Luis de la Torre]; Naturaleza (2019) [Cuatro vídeos monocanal]; Inmersión (2019) [Tres vídeos monocanal en bucle con música de Luis de la Torre]; y Grietas (2014). [Tres vídeos monocanal] son las obras que conforman esta exposición.
Marina Núñez
Ha expuesto individualmente en centros públicos como el Espacio Uno del Reina Sofía (1997), La Gallera de la Comunidad Valenciana (1998), la Fundación Pilar y Joan Miró en Palma de Mallorca (2000), la Iglesia de Verónicas en Murcia (2001), el DA2 de Salamanca (2002), la Casa de América en Madrid (2004), el Instituto Cervantes en París (2006), La Panera en Lleida (2008), el Musac en León (2009), el Centre del Carme en Valencia (2010), la Sala Rekalde en Bilbao (2011), el Patio Herreriano en Valladolid (2012), la Sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid (2015), Artium en Vitoria (2016), las Cortes de Castilla y León (2016), el Palacio de la Madraza en Granada (2016), Es Baluard en Palma de Mallorca (2017), la Capilla del Museo Barjola (2017) o el Centro Puertas de Castilla en Murcia (2019).
En cuanto a las exposiciones colectivas, se pueden destacar Transgenéric@s (1998, Koldo Mitxelena Kulturnea, San Sebastián), La realidad y el deseo (1999, Fundación Miró, Barcelona), Zona F (2000, Espai d’Art Contemporani de Castelló), I Bienal Internacional de Arte (2000, Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires), Ofelias y Ulises. En torno al arte español contemporáneo (2001, Antichi Granei, Giudecca, Venecia), Big Sur. Neue Spanische Kunst (2002, Hamburger Banhof, Berlín), Pain; passion, compassion, sensibility (2004, Science Museum, Londres), Posthumous choreographies (2005, White Box, Nueva York), Identidades críticas (2006, Patio Herreriano, Valladolid), Pintura mutante (2007, MARCO, Vigo), Banquete (nodos y redes) (2009, Laboral, Gijón, y 2010, ZKM, Karlsruhe, Alemania), Skin, Wellcome Collection, Londres (2010), Genealogías feministas en el arte español: 1960-2010 (2012, Musac, León), Monstruo. Historias, promesas y derivas (2013, Fundación Chirivella Soriano, Valencia), La imagen fantástica (2014, Sala Kubo-kutxa, San Sebastián), Gender in art (2015, MOCAK, Museum of Contemporary Art in Krakow, Polonia), Modelli Immaginari (2017, Palazzo Riso, Palermo, Italia), Naturel pas natural (2018, Palais Fesch, Musée des Beaux-Arts, Ajaccio, Corse, Francia).
Su obra figura en colecciones de varias instituciones, entre las que se encuentran el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Artium de Vitoria, el MUSAC de León, el Patio Herreriano de Valladolid, la Panera de Lleida, TEA Tenerife Espacio de las Artes, el CAAM de Las Palmas, Es Baluard de Palma de Mallorca, la Fundación La Caixa, la Fundación Botín, el MAC de La Coruña, el CAB de Burgos, el FRAC Corse, o la American University, Washington, DC.
Actualmente reside entre Madrid y Pontevedra, y es profesora en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Vigo.
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El lugar que ocupa el ser humano en la naturaleza y el modo en que se relaciona con esta resulta contradictorio y hasta cierto punto ambiguo. Desde la religión, la naturaleza fue concebida como una obra de Dios y por tanto debía ser respetada. La titularidad y el dominio del mundo -y de la naturaleza- le correspondía a Dios, centro de todo el Universo. Con posterioridad se producirá la separación entre los humanos y los animales, y la naturaleza, sin el ser humano, fue entendida como algo sin valor, una propiedad y una posesión que podía ser explotada de forma ilimitada con el único fin de servir a los intereses de sus habitantes. El ser humano se ha sentido insignificante en el Universo pero también ha creído ser el centro del mismo; se ha percibido en conexión con la naturaleza y ha querido conocerla para saber dónde situarse como especie, pero a su vez ha ansiado su dominio y control.
Estas contradicciones, que parecen marcar la relación de la humanidad con la naturaleza, son el punto de partida de la exposición Jardín salvaje de Marina Núñez, un título que es también una contradicción en sí misma: ¿es posible la existencia de un “jardín salvaje”? El jardín simboliza la naturaleza domesticada y aquello que denominamos “salvaje” no permite control ni dominación. ¿Realmente existe algún lugar en la Tierra que no haya sido tocado por el ser humano, en definitiva, no domesticado? Jardín salvaje parte, por tanto, de una ficción, un deseo y un fracaso. La ficción que supone creer que todavía existen lugares en la naturaleza que podemos considerar salvajes porque no han sido alterados y modificados, una idea que nos atrae pero que, lejos de ser una realidad, se torna en una utopía. El deseo del ser humano por controlar y dominar la naturaleza, la Tierra, la vida, el Universo, derivado de un primigenio afán de conocimiento que con el tiempo se convirtió en una obsesión: entender el mundo, primero desde la religión y más tarde a través de la ciencia, llevaría a la humanidad al autoconocimiento, pero la falta de empatía, la desconexión y la distancia hicieron posible la dominación. Y por último, el fracaso que deriva de los intentos de explotación, control y domesticación de la naturaleza y a su vez del choque entre las fuerzas naturales incontrolables y los avances tecnológicos imprevisibles, con efectos y consecuencias para el planeta pero también para sus habitantes: la colonización de paisajes, la transformación, alteración y modificación de ecosistemas unido a un irreversible proceso de destrucción de los mismos, pero también los experimentos fallidos que han escapado a nuestro control.
Marina Núñez nos alerta de la necesidad de replantearnos a nivel simbólico nuestra relación con la naturaleza, entendiendo esta como un espacio vital para el ser humano en la línea de lo que ya, en pleno siglo XVII, defendía la naturalista, entomóloga y pintora Maria Sibylla Merian, creadora de una serie de ilustraciones en las que mostraba a animales y plantas en comunidades, relacionándose y conectados entre sí, -en una época en la que tradicionalmente las especies se representaban separadas unas de otras- reflejando una realidad: la unión de lo vegetal y lo animal, en armonía, formando parte de un todo indisoluble. Quizás, como parece sugerir la videoproyección que cierra la exposición, esto sería posible si el ser humano se situara al mismo nivel que la naturaleza, no por encima de ella y conectara con el mundo vivo desde la empatía, el arraigo y el vínculo, en relaciones de igualdad y respeto, con una perspectiva de lo humano más allá del antropocentrismo y una noción de identidad basada en nuestra relación con el medio natural.
[Texto de Yolanda Peralta Sierra, comisaria de la exposición]
Exposición. 14 nov de 2024 - 08 dic de 2024 / Centro de Creación Contemporánea de Andalucía (C3A) / Córdoba, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España