Desde 1980 tanto el tema como el medio de estos trabajos es la pincelada. Nares utiliza lienzos o papeles inmensos sobre los que abandona el trazo de su pincelada incluyendo algunas gotas que verdaderamente quedan salpicadas en el ímpetu del movimiento. Él mismo fabrica los enormes pinceles que necesita para trabajar, al igual que el aparato en el que se suspende para quedarse tumbado delante del lienzo.

Su obra es muy espontánea, no se guía por ningún plan y, con todo, es precisa. A veces, consigue el toque perfecto a la primera, pero normalmente es necesario probar de forma repetida hasta conseguir el resultado deseado. Quizá tenga que llegar a probar cien veces o más. Cierto es que el resultado de sus pinturas requiere solamente unos segundos, pero implican horas y horas y días y días de trabajo. Nares va ... decidiendo si le convence o no el resultado a medida que va pintando. Si no le convence, puede hacer desaparecer la pintura con un enjuagador especial. Lo limpia y vuelve a intentarlo.

Para poder utilizar los lienzos varias veces, los cubre con una capa de imprimación suave y gris.

Por lo general, tan sólo utiliza una pincelada por lienzo o papel, que normalmente es bastante horizontal o vertical, sin embargo, a veces combina trazos similares por grupos, creando ritmos coreográficos.

Existe cierta similitud con la caligrafía asiática, cierta reminiscencia de las pinceladas del famoso Roy Lichtenstein como parodia del gesto expresionista abstracto de la década de 1960, también danza, meditación y movimiento en sí. Por mencionar sólo algunas de las asociaciones más evidentes entre las muchas que capta el espectador al contemplar las obras de James Nares.