Descripción de la Exposición
Una de las cualidades principales de un artista debe ser el atrevimiento, no dudar cuando cree en sus posibilidades, cuando su único argumento es lo que hace y esa fe inquebrantable es el cimiento principal que sostiene su obra. Es el caso de Ismael Lagares (Huelva, 1978), que en el ultimo lustro, justo entre su primera exposición durante el verano de 2016 en la galería Aurora Vigil-Escalera y esta última que presenta ahora en 2021, su trabajo ha crecido con una rapidez admirable, como pocos artistas españoles de su edad en ese mismo tiempo. Convicción, capacidad para asumir riesgos y, sobre todo, la confianza de querer ser mejor cada semana con esfuerzo y verdad, luchando contra los cuadros en la soledad del taller, sin estar pendiente de nada más allá de lo importante: el día a día en el estudio, exclusiva baza creíble para los que han decidido dedicarse a esto. Hay autores que siguen las modas o las tendencias del mercado, que se protegen tras justificaciones aparentes o grandes discursos para revestir con un traje de interés algo que sin esas apoyaturas externas queda al descubierto. Él ha ido contracorriente siguiendo su instinto, sin caer en la complacencia y evitando el desdén de los convencionalismos. No hay que dejarse engañar, la clave siempre es el contenido, jamás el envoltorio. Hay que procurar ir al tuétano, construir significantes que lleguen sin intermediación, evitar las perífrasis que entorpezcan la experiencia directa del arte. Precisamente aquello que no se explica, eso ininteligible que cuesta desentrañar, es lo que hace trascender una pieza, la gramática interna que la mantiene firme.
Ismael Lagares es un pintor de raza, un purasangre. Su vitalismo está generado por una mezcla peculiar de entusiasmo, intuición y determinación. Su producción nace del interior, de las vísceras y el corazón. No caben en su dogma intelectualismos ni coartadas teóricas, nada de entelequias ni relatos literarios a partir de una anécdota, lo suyo es pintura en estado puro, una realidad concreta y tangible que como un plato de comida elaborado con dedicación y servido con el objetivo de que parezca sabroso, entra primero por los ojos. Lo que se ve es lo que hay, sin desviaciones. Es alguien que va de frente y trata a los demás con franqueza. Su posicionamiento no es nada pretencioso, concentra toda la energía en la obra, a la que evita poner títulos o cargar con significados rebuscados. En lo suyo no hay sitio para la mentira o la falsedad, por eso conecta tan bien con la gente, perciben la honestidad de un artista que no pretende examinar al público o exigirle lo que no sabe. Ante lo que tiene delante, el espectador medio no se siente acomplejado ni nota que le faltan piezas para entender nada, es un tipo de trabajo que llega o no llega, pero no necesita un prospecto para ser disfrutado ni un guía que le explique lo que está contemplando. Las masas suntuosas que coloca sobre las superficies y esos cromatismos llamativos que caracterizan su estilo, invitan a ser tocados e incluso saboreados, poseen algo de sinestesia psicológica que afecta al paladar y llama poderosamente nuestra atención. De hecho, de partida, despiertan nuestra apetencia como lo hacen los colores de las golosinas o los helados en los niños, sus creaciones son tan visuales como táctiles, están pensadas para el disfrute de los sentidos.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España