Merche Olcina reúne para esta nueva exposición una serie de piezas en las que retoma el lenguaje figurativo, descubriéndonos una pintura íntima de factura suelta y fresca, a través de la que materializa el delicioso recuerdo de un instante, convirtiendo lo cotidiano en trascendente.
Al recorrer esta exposición, nuestra mirada queda cautivada por esos fragmentos de memoria que la artista trae al presente, en los que la noche cae dejando paso al artificio de la luz. La realidad se transforma, confiriendo a cada una de sus piezas cierta aura dramática, un tanto onírica. De esta manera, construye un imaginario que ahonda en las problemáticas humanas más elementales, como son la soledad, el deseo de arraigo y el encuentro con uno mismo.
Somos testigos de momentos congelados en los que personajes absortos se recrean en sus ideas; de rincones ajenos en una ciudad abarrotada que, resueltos, buscan convertirse en lugares familiares, casi domésticos;...o incluso, del silencio táctil que se establece entre dos personas cuando disfrutan de su sola presencia. Imágenes que nos atrapan por su cercanía y potencia lírica, suscitando emociones encontradas.
Asimismo, todo esto se conjuga con un delicado estudio de las propiedades plásticas de la luz que la artista convierte en elemento axial de sus composiciones. El paisaje urbano se establece como protagonista indiscutible, emergiendo de la oscuridad y construyéndose mediante el contraste de blancos y negros, el análisis volumétrico de los tonos grises y un rico juego de reflejos y desenfoques. Características que acentúan su carácter experimental, y que, junto a los encuadres recortados, aluden a una estética fotográfica que aumenta su naturaleza evocadora.
Una muestra que evidencia un giro prometedor en el quehacer de esta ya consolidad artista y que se prefigura como un nuevo éxito en su dilatada carrera.
Izaskun Monfort. Comisaria y Crítica de arte independiente
Entrada actualizada el el 13 feb de 2019
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