Esta introspección, integrada por una serie de autorretratos, se basa en el manejo del cuerpo como un contenedor de realidades únicas e irrepetibles. Los hundimientos, accidentes, cicatrices y fracturas no son solamente partes de la superficie corporal, sino del 'alma', y muestran un registro emocional, podríamos incluso llamarlo espiritual.

El cuerpo humano ha sido el eje fundamental del trabajo de Laura en los campos de la pintura, la escultura, la instalación, la fotografía. Durante prolongados periodos creativos su trabajo ha mostrado a personajes agobiados por el peso de la soledad y el extrañamiento del mundo, quizá la condición ontológica que mejor caracteriza a la existencia humana en la modernidad. Pero hay también en su obra atisbos lúdicos y hedonistas -sus composiciones absurdas; cierta alegría gozosa en la exposición de su cuerpo--, y una vertiente en la que pueden advertirse con ... nitidez elementos religiosos y mágicos en sus sentidos más primigenios: los primeros, al intentar religar al hombre con la totalidad; los segundos, en la búsqueda de efectos que contravienen las leyes naturales.

La introspección que emprende Laura Quintanilla, nos propone una reflexión sobre el cuerpo, como un espacio en el que convergen la mirada del exterior -las llamadas 'políticas del cuerpo' que controlan y norman nuestras pulsiones, pero que también nos conforma como seres sociales- y la del interior, en la que fluyen los contradictorios estados emocionales. En este sentido, los autorretratos de Laura prosiguen la estela de la tradición pictórica de Occidente, en la que el género del retrato -en todas sus variantes- nos ha legado muestras que nos asombran por su fuerza expresiva y por la capacidad del artista para revelarnos el mundo interno y externo del retratado.