Descripción de la Exposición
¿Cómo se sostiene un techo sin aire?
Entre cuatro paredes, como si el aire actuara de sustento, el techo permanece sobre nuestras cabezas como si fuera un material sólido. Dormimos sin miedo a que se caiga porque el espacio entre nuestra cama y el pladur, hormigón, cemento o gotelé, como si fuera un material sólido, lo agarra fuerte. ¿Si lo elementos de sujeción se tornaran visibles, el peso, pensamientos o el aire que giran encima de nuestra cabeza?
A través de la rigidez de la madera se muestra la pesadez del aire, los materiales orgánicos se sustentan unos a otros, se construyen unos a otros. Desde la acción que parte de nuestro brazo y construye la taza cada vez que bebe. Desde el espacio que necesita la madera para construir una habitación ocupada. Las estructuras desvelan la soledad del espacio, mientras que deviene otro, como si el aire se hubiera transformado en toda su pesadez. De una forma azarosa, incapaz de una repetición total, solo por diferencia consigo misma. De tal forma, que podría volver a ocurrir, pero nunca de la misma manera, que lo ligero se convirtiera en pesado, desvelando las vías ocultas que tiene nuestra habitación de no caer encima de nuestras cabezas.
El espacio se torna devenir, una suma de precarias transiciones cuya finalidad no encuentra fin alguno. El azar en una sola vez. Una transformación ad infinitum de permutaciones pasivas que van mutando y se ve van desdibujando en un continuo movimiento inestable. La obra se muestra en búsqueda incesante de una manera de salir afuera, de romper las estructuras espaciales.
La síntesis perceptiva de la comprensión del espacio, visibilizada a través de estos elementos pesados, lleva al límite la inestabilidad espacial entre todo lo que sucede a nuestro alrededor; la fragilidad de los cuerpos, su elección continua de no caerse, de no romperse. Una fragilidad que habita en toda estructura orgánica o inorgánica, en todo objeto que se compone al contacto de otro por diferencia y repetición. La ineludible descomposición y rotura presente a cada paso y cada gesto, que esquivamos en cada aliento o con cada acto. Como si el aire fuera suficiente para sostener nuestro techo y obviáramos lo ineludible de que un día, el techo caerá.