Para el escritor Guillermo Niño de Guzmán, “Francisco Vílchez es un artista exuberante y apasionado, dueño de una fértil imaginación, que encontró en el surrealismo figurativo una vía poderosa para desarrollar un imaginario personal. En la plasmación de sus escenas oníricas ha concebido una fascinante zoología fantástica, poblada por extraños seres cuya fisonomía animal encubre, en mayor o menor medida, rasgos y actitudes humanas. Esta metamorfosis constante invade sus cuadros, en los que destacan curiosos personajes con cabezas de pájaro (que nos remiten a Max Ernst) y otros que descubren una impronta mitológica. Evidentemente, hay una simbología implícita que encierra una mirada crítica de la realidad social. Así, el pintor ha expresado que “la naturaleza es un constante devenir de contradicciones. Me tomo la libertad de exponerla manifiesta en una serie de metáforas, literario-pictóricas, a través de una especie en evolución, los pájaros, que contempla todos los perfiles y características...de la miseria humana: sus íconos, su fe, sus instintos autodestructivos y su ingenuidad frente a los acontecimientos naturales”.
Asimismo, Niño de Guzmán considera que Vílchez “es un artista fascinado por el color, capaz de transmitir una sensación gozosa propia de quien está acostumbrado a usar pinceles y tubos de pintura para transfigurar su existencia cotidiana. En ese sentido, su obra está impregnada de un espíritu lúdico y hedonista, que hace de la incursión en los terrenos del inconsciente una aventura placentera y voluptuosa. En lugar de abundar en la pesadilla, Vílchez transforma sus pulsiones oscuras en una fiesta delirante y misteriosa que seduce de inmediato al espectador”.
Entrada actualizada el el 20 jul de 2018
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