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Interacciones

Exposición / Centro Cultural la Asunción / Callejón de las Monjas, s/n / Albacete, España
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Cuándo:
04 jun de 2009 - 26 jun de 2009

Organizada por:
Centro Cultural la Asunción

Artistas participantes:
Lucía Gómez Ramírez, Marga David, Silvia Molina

       


Descripción de la Exposición

Se mire como se mire, un árbol es una criatura extraña. No se parece a ninguna otra cosa, y, si lo hace, esa semejanza es únicamente consecuencia del parentesco o de la imitación. Si lo vemos como un objeto razonable es sólo debido al poder indiferenciador de la costumbre, esa fuerza prosaica que nos permite vivir en el mundo a costa de esquivar sus sorpresas. El árbol se aferra a la tierra con tentáculos crispados, emerge del suelo con afanes de verticalidad y, al fin, se deshilacha en extremidades y garabatos poblados de millares de láminas típica pero no necesariamente verdes. ¿Qué tiene de lógico o de sensato algo así? Obedeciendo a un engranaje secreto que no nos necesita, el árbol resuelve por sí mismo los imperativos del día a día: absorbe su alimento, toma del aire tal cosa y devuelve tal otra, segrega resina, muda el color de sus hojas y se deshace de ellas en el momento preciso. Cuando afirmamos que un árbol no se mueve queremos decir en realidad que lo hace en una escala temporal tan radicalmente distinta a la nuestra que se diría que permanece inmóvil. 'El árbol jamás duerme', escribió Aleixandre, y, en efecto, un árbol añade todos los años un anillo más al diámetro de su tronco. Un árbol es de madera, pero la madera sólo muy imperfectamente se parece a un árbol, como tampoco se parecen a un árbol sus hojas, sus flores o sus frutos, ni las semillas que más adelante, si todo va bien, darán lugar a otro árbol semejante. Un árbol es una incongruencia, una descabellada mixtura de materias que nada tienen en común pero que un azar milagroso ha convocado para producir un organismo que vive, actúa, funciona y se conforma. De nuevo Aleixandre: 'Nunca veréis que un árbol quiera ser otra cosa'.

 

Luego está el ser humano. Se mire como se mire, los hombres y las mujeres son criaturas extrañas. Pero aún más que su morfología, su comportamiento guarda facetas misteriosas, impulsos incomprensibles. Recortan sus cabellos y resuelven crucigramas, suben escaleras, se reúnen para cantar, lloran ante fotografías, se ensimisman y descansan paralelos al suelo. Buen número de estas actividades carecen de una utilidad precisa, pero son tanto o más acuciantes que las indispensables para la supervivencia física. A veces toman la madera que el árbol elabora pacientemente, o la tierra sobre la que se alza, o el metal que sus raíces aprietan, y fabrican objetos que sólo muy imperfectamente se parecen a la madera, a la tierra o al metal. Algunos de estos objetos serán, si todo va bien, el punto de partida de esos artilugios de excelencia que damos en llamar obras de arte y que son, ellas también, criaturas profundamente extrañas. Una obra de arte es una mixtura muy poco razonable de materias y procesos -todos ellos por lo general muy elementales- que apenas tienen nada en común por separado pero que, combinados por manos que sienten lo que hacen, aspiran a vivir, actuar, funcionar y conformarse.

 

Así pues, tenemos tres vértices equidistantes de extrañeza: árbol, hombre, obra. El triángulo se cierra cuando el artista alumbra trazos, aplica pintura, marca signos, ahonda surcos o imprime huellas -trazos, pintura, signos, surcos y huellas cuya sustancia nada se parece a un árbol- y de esa materia bruta que nada es y que a nada se asemeja surge una imagen que, aunque tenga tan poco -apenas nada- de un árbol, deja que sintamos el poder de todos los árboles, su envergadura y su insomnio satisfecho. Estas operaciones, misteriosas por su misma simplicidad, se han mantenido invariadas en lo fundamental a lo largo de los últimos 30.000 años, del mismo modo que los árboles de hoy apenas difieren de los que miraban los habitantes de las cavernas. Y debo decir que, a mí, que existan personas con la sensibilidad, la sabiduría y el tiempo suficientes para introducir siquiera un eco del poderoso latido de la naturaleza entre nuestras cuatro paredes descreídas, y de hacerlo además con medios tan humildes como los de la misma naturaleza, a mí, francamente, todo eso me parece maravilloso, pero también muy muy extraño.

 


Imágenes de la Exposición
Interacciones

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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