Amanece de forma extraña en una pequeña ciudad cerca del Mediterráneo, la misma tierra que nos vio nacer y luego crecer juntos. Un gris homogéneo y de un mágico brillo cubre el cielo y buena parte de las montañas del horizonte.

No corre apenas viento y. sin embargo, un fino polvo cae del cielo jugando en el aire de forma caprichosa, creando divertidos remolinos. ‘Es nieve! gritamos asombrados. Los niños se acercan corriendo ante la ventana y la parte infantil que todavía guardan nuestros corazones se alegra como si recibiéramos un regalo muy especial.

Semitiel Segura, cuya última nevada en Cieza le pilló tan lejos que no pudo venir a su pueblo para disfrutarla, vive la nevada también con emoción infantil y con el espíritu de artÉsta que ve en cada rincón del paisaje la ... imagen mágica y emocionante de un cuadro.

El artista se lanza a la calle y recorre, cámara en ristre, los alrededores de la población. Busca los lugares en los que el aire frío se ha vuelto tan denso que apenas permite vislumbrar los árboles, los edificios y otros objetos que se encuentran a mediana y larga distancia. Bajo sus pies y a escasos metros de éstos, manchas brillantes de nieve blanca dejan entrever, en el paisaje que están pintando, lagunas del ocre, negro y rojo de la tierra y los árboles en una orgía de colores en las que nadie sabe quién cubre a quien.

Semitiel coge apuntes con su cámara y, con más intensidad, en el fondo de su mente y de su corazón. Luego vuelve a su estudio y aterido de frío pero más de emoción, elige unos lienzos desnudos y los viste, pincelada a pincelada, de luz, de niebla, de brillantes colores y, sobre todo, de mucha pasión.

‘instantes nevados” es la expresión del gozo infantil que las gentes mediterráneas sentimos ante un fenómeno natural que. a nosotros, nos parece mágico por lo extraordinario. A veces olvido ese gozo y entonces me paro ante un cuadro de Semitiel Segura, lo miro detenidamente, me fijo en la fuerza de sus manchas de color y en su brillo, cierro los ojos, los aprieto más para que mis párpados no dejen traslucir la luz artificial que lo ilumina y entonces los reconstruyo dentro de mi mente y siento que mi piel rememora, indistintamente, la emoción de su contemplación y el frío mágico de aquellos días de nieve.