Descripción de la Exposición La relación entre el arte del siglo XX y el universo infantil está ampliamente estudiada. Ésta se ha expresado de dos formas fundamentalmente. Por un lado se halla el interés que entre los primeros vanguardistas despertaron las expresiones plásticas de los niños. En esas manifestaciones, esos creadores vieron un modelo de pureza, fuerza, imaginación y espontaneidad, que a ellos les habría gustado trasladar a sus trabajos. Por otro lado debe señalarse la preocupación que buena parte de esos movimientos experimentaron por la figura del niño en general. En ella vieron un vehículo ideal sobre el que actuar, a través de una adecuada política de educación artística, con el fin de alcanzar su ansiado propósito de cambiar la sociedad.
Cuando uno analiza los trabajos que conforman la presente exposición del pintor Aurelio Suárez (Gijón, 1910-2003), se da cuenta de que la primera de las dos líneas de aproximación a ese universo de lo infantil que se han indicado se halla muy presente, al mismo tiempo que intuye que la segunda también puede estarlo o, de esto no cabría ninguna duda, fue conocida por el artista hasta el punto de llegar a influirle notablemente en su trabajo. Se trata de un conjunto de gouaches sobre papel cuyos formatos, muy distintos entre ellos, se alejan de los tres característicos de este pintor de 170 x 230 mm., 350 x 470 mm. y 38 x 46 cm. Muchos de esos trabajos funcionan a modo de obra independiente, autónoma y abarcadora de todo el papel sobre el que se ejecutan, mientras que otros decoran distintos programas de mano realizados con motivo de las exposiciones individuales del artista gijonés. Los primeros, el pintor solía regalarlos a sus amigos. Los segundos, funcionaban como felicitaciones de Navidad, muchas de ellas dirigidas a su hermano Alfredo, autor como es sabido de interesantes ex-libris y dibujos.
Que Aurelio Suárez conoció los trabajos que desde determinados sectores del arte español se realizaron durante la década de 1930 con el fin pedagógico de mejorar no sólo la formación artística de los niños, sino su educación en general, es un hecho constatable a la luz de las presentes obras. En este sentido, algunos de los dibujos de esa época, como el que representa a un hombre con bastón y chistera, y a otro en posición acrobática saltando, guardan un estrecho parecido desde el punto de vista estilístico con las iniciativas desarrolladas en esa línea por artistas como Ángel Ferrant y Emeterio Ruiz, los dos activos en Madrid en los años en que Aurelio Suárez vivió en esta ciudad. Al primero se debe la creación en 1935 de su juego de recortables Arsintes. Al segundo hay que atribuirle la elaboración en esa misma década de su proyecto La pintura por el recorte geométrico a base de rectas y curvas. Este último parece haber dejado una importante huella en el jinete con caballo que se observa en el ángulo inferior derecho de un gouache de Suárez en el que se representa una ciudad junto al mar, y que años más tarde volvió a repetir, sólo que aislado, en otro papel de 100 x 84 mm. El resto de influencias que se rastrean en las obras de esta época también son variadas, pero entre ellas destaca la de los distintos regionalismos, especialmente asturiano y vasco, con los que el pintor no cabe duda que entró en contacto. En este sentido, es significativo su gouache de 274 x 212 mm., en el que se ve a un marinero de sólida construcción anatómica al frente del timón de un barco pesquero. Se trata de un motivo muy habitual entre los artistas más destacados que pintaron en ese registro regionalista como, por ejemplo, Aurelio Arteta y Julián de Tellaeche.
En segundo lugar, en Aurelio Suárez también se encuentra, incluso con mayor intensidad, esa primera línea de aproximación al mundo de los niños que antes se ha descrito. En esto el creador gijonés se muestra como un autor plenamente moderno. El niño, junto con el primitivo, siempre fue para el artista del siglo XX, y en especial para los expresionistas, dadaístas y surrealistas, modelo de fantasía, libertad y lirismo, características todas ellas que pueden asociarse a buena parte de las obras de Aurelio Suárez. No en vano, estos últimos, a los que este artista, pintor surrealizante, podría aproximárseles en algunos aspectos, le dedicaron una voz en su diccionario abreviado de 1938 que, aunque bastante hermética, denotaba la atracción por la percepción y representación de las formas que veían en los trabajos de los niños. En ellos primaba más lo icónico que lo conceptual. También una dimensión luminosa en la que continuamente poder inspirarse, como sucedió con el caso de Aurelio Suárez. En este sentido, ya en 1935, J. Vega Pico, en una reseña acerca de la pintura moderna en Asturias, en donde establecía una comparación entre el trabajo de Evaristo Valle y Aurelio Suárez, advirtió la presencia de este componente en la obra de nuestro protagonista.
Ahora bien, inspirarse en el niño es una actividad propia de los adultos. Y en estos a veces suelen darse ciertas técnicas de enfriamiento del carácter instintivo, próximo al automatismo, que muchas veces tienen los trabajos infantiles. Este es el caso de las obras de Aurelio Suárez, de sus tiempos detenidos y de sus espacios cargados de silencio, cuyo proceso de creación se caracterizaba, en primer lugar, por un importante grado de reflexión previo a la plasmación de los temas, extraídos muchas veces de los sueños y el subconsciente del propio pintor. A continuación, la ejecución de las mismas, en donde nada se dejaba al azar, pasaba por una serie de etapas muy bien precisadas, que el artista respetaba en todo momento. Junto a ello, la utilización de una gama muy específica de colores, a base de amarillo, verde, azul y bermellón, unidos al blanco y el negro, así como la minuciosa clasificación mediante el correspondiente número de sus trabajos, contribuía a reforzar ese carácter sistematizador, que junto al imaginativo, y sin oponerse a él, marcó durante casi toda su vida toda la producción de este creador. Esta manera de trabajar tan concentrada fue similar a la que cultivó la mayor parte de los artistas surrealistas que, alejándose de automatismo, optaron por el onirismo como vía de investigación formal e iconográfica.
Un último capítulo relativo a esta rápida revisión que está haciéndose sobre la relación de Aurelio Suárez con el mundo de la infancia, debe prestar atención a una parte de su actividad como creador que, quizás por primeriza, ha pasado durante mucho tiempo inadvertida para los estudiosos de su obra. Se trata de las tiras cómicas que durante 1930 y 1931 el autor realizó para el diario La Prensa de Gijón. Aunque orientadas tanto a un público infantil como adulto, de ellas sorprende la originalidad de su planteamiento formal, caracterizado por su adscripción a un lenguaje renovador basado en la síntesis y la depuración. Dentro de él destaca sobre todo el empleo de una linealidad muy sencilla pero capaz de poner ella sola en movimiento las formas. Se trata además de dibujos en los que Aurelio Suárez plasma ya un universo muy particular, lleno de ingenuidad y lirismo, con cierta tendencia hacia lo surrealizante, y que por su originalidad lo permiten incorporar al grupo de artistas renovadores de este medio de expresión que hubo en España durante aquella época.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España