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Octavio del Toro nos ofrece esta divertida exposición de personales indigenistas canarios, en el CICCA, que, en cierto modo, por sus volúmenes, nos recuerdan a Botero.

El artista nace en Arucas, iniciándose en el arte de un modo autodidacta, para luego ingresar en la Escuela de Artes y Oficios, decantándose por la escultura, pero luego se siente atraído por el indigenismo, asistiendo a las clases de la Escuela Luján Pérez, de la que es profesor en la actualidad, especializándose en pintura. Ha celebrado diversas exposiciones colectivas y varias individuales, entre las que destacan las de Mapfre Guanarteme en Las Palmas y Arucas, y la de El Almacén, en Arrecife, colaborando con sus ilustraciones en la revista La Plazuela de las Letras.

Las obras de Octavio del Toro están realizadas en técnica mixtas, en las que triunfan los acrílicos de brillante colorido, en especial los rojos, pero también los verdes, los azules y los blancos y, en ocasiones, los ocres suaves. Si en otra exposición las escenas eran de ciudad, en esta ocasión se inclina por los pescadores y los hombres del campo. Su indigenismo es especial, no se parece a ninguno de los conocidos. Sus personajes, tanto masculinos como femeninos, poseen gruesos y enormes pies, siempre descalzos, las manos también son grandes, así como los traseros, y llevan cestos a la espalda o en la cabeza, que cubren con sombreros de paja y que, a veces, nos impide ver el rostro.

En esta muestra, encontramos los pescadores que están pescando o llevan un pez en la mano, o están sacando la barca del mar, mientras sus mujeres acumulan los peces en cestas que están a su lado o llevan en la cabeza, con llamativas vestiduras de colores, pero también aparecen campesinos llevando cargas de frutas o verduras en los brazos o en la cabeza. Alguna obra presenta un ligero cubismo figurativo y también esta tendencia se manifiesta en algunos bodegones de tunos, papayas o aguacates. En el fondo hay una pequeña crítica social del duro trabajo de campesinos y pescadores, que se vuelve graciosa por los volúmenes y el color. También ironiza con las costumbres de moda, como el golf, propio deporte para gente adinerada, o la actual 'cocina de autor', que engaña con pequeñas porciones con mezclas de sabores dulces y salados, oponiendo a un sencillo cocinero friendo un huevo.

También realiza una crítica de la actual crisis, realizando unas instalaciones con maderas y telas usadas, totalmente abstractas.

Indigenismo alegre, divertido y satírico en los cuadros de Octavio del Toro.