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Imágenes del pasado

Exposición / La Casa Amarilla / Paseo de Sagasta 72, local 3 / Zaragoza, España
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Cuándo:
03 oct de 2023 - 09 dic de 2023

Inauguración:
03 oct de 2023 / 20 h.

Organizada por:
La Casa Amarilla

Artistas participantes:
Almalé y Bondía

ENLACES OFICIALES
Web 
Etiquetas
Fotografía  Fotografía en Zaragoza 

       


Descripción de la Exposición

Siempre atentos a lo que habitualmente pasa inadvertido, Almalé y Bondía fijan su mirada en montones de piedras olvidadas que, expuestas a la intemperie, sólo dan testimonio de sí mismas. Arrumbadas junto a la cantera, apenas son restos inservibles que la erosión convertirá en polvo. No pasarán a la historia. En el deseo de aplazar el desmembramiento que anuncian, Almalé y Bondía sujetan los volúmenes y protegen los ángulos y aristas más afectados y expuestos a los efectos de la erosión mediante cinchas de amarre, correas de carga y gomaespuma. Con su acción, de la que dan testimonio la secuencia de fotografías y acuarelas, Almalé y Bondía detienen el tiempo y perpetúan la memoria. ------------------------------- Almalé y Bondía | Imágenes del pasado Texto: Chus Tudelilla No hay paisaje sin mirada. Pero, como advirtió con insistencia Marc Augé, para que haya paisaje además de mirada debe haber percepción consciente, juicio y descripción. Nociones ajenas a las innumerables fotografías de lugares que inundan las redes, instantáneas urgentes que desaparecen en su vacuidad. Porque el paisaje, en definitiva, reclama una mirada activa que encuadre e interprete aquello que se ve, e imagine las posibilidades de lo que permanece oculto. Así lo manifestó Mieke Bal, quien no obvió la visibilidad particular de las cosas para apelar a los componentes sociales que interactúan con ellas, no sin antes reclamar la primera e ineludible condición: “ser espectador es ponerse a mirar”. El arte, a través del dibujo, la pintura y la fotografía, actúa de mediador entre el país y el paisaje. Hippolyte Taine estaba convencido de que la Naturaleza reclama el auxilio del Arte para evidenciar su carácter esencial. Caspar David Friedrich fue muy crítico con la pintura de paisaje que se había realizado a lo largo del tiempo, un concepto fundamental en su obra: ¿Hace el hombre el tiempo o el tiempo al hombre? Ante una de sus obras, Monje junto al mar, Heinrich von Kleist se mostró incapaz de formular su impresión dominado como estaba por sentimientos confusos. Lo que sucedió es que Friedrich había sabido mirar hacia la naturaleza y en sus pinturas y, especialmente, en sus dibujos de piedras, anota Marta Llorente, se intuye la larga historia del mundo cuya antigüedad el artista no pudo imaginar. Las obras de Almalé y Bondía son contenedores de tiempo y memoria, que activan mediante la puesta en escena de una serie de mecanismos y estrategias procesuales, con el propósito de dar a ver el paisaje. El primer acto de esta singular dramaturgia, cuya extraordinaria coherencia conceptual queda de manifiesto si atendemos a su larga trayectoria, consiste en conocer e interpretar el lugar elegido en cada proyecto, que convertirán en un nuevo taller donde desplegar las acciones durante un tiempo ininterrumpido. El proceso continúa en la realización de las imágenes. En 2002, Almalé y Bondía presentaron en el Monasterio de Veruela su primer proyecto conjunto: Paraíso transformado, en el que las esculturas, fotografías, instalaciones, vídeos e intervenciones en el paisaje reclamaban su pertenencia al origen. En 2022 la geometría inmortal -feliz expresión de Roger Caillois- de un laberinto de rocas remite a los inicios en la última serie de fotografías y acuarelas, Territorio preservado, que ahora presentan en La Casa Amarilla. Siempre atentos durante sus paseos a lo que habitualmente pasa inadvertido, Almalé y Bondía fijaron su mirada en montones de piedras olvidadas que, expuestas a la intemperie, sólo dan testimonio de sí mismas. Son “ellas mismas y nada más” escribió Caillois de las piedras que han dejado de interesar por no ser productivas, excepto para quienes saben ver en su estructura la sombra de la derrota, resultado de la acción humana que las abandona al raso, como restos inútiles. Los montones de piedra se encuentran en una cantera en desuso de La Puebla de Albortón, municipio de la comarca del Campo de Belchite, tierra de desierto y estepa, que Pascual Madoz describió en su Diccionario Geográfico Estadístico Histórico 1845-1850 como un terreno “llano y bastante ventilado”, de clima “templado y sano”, en cuyo radio se encontraban “varios montes, algunos de ellos formando cordillera, en los que hay canteras de jaspe, piedra sumamente transparente y abundante yeso”. El municipio se sitúa sobre un pequeño cerro que domina un paisaje de extrema horizontalidad, apenas rota por valles de fondo plano y pequeñas sierras. Los desastres de la guerra civil española lo convirtieron en uno de los pueblos “adoptados” por Franco para su peculiar plan de reconstrucción. De la crisis que supuso en el territorio la clausura en 1966 del ferrocarril Utrillas-Zaragoza, inaugurado en 1904, es testigo el pilar de 42 m de alto que, testarudo como la piedra, continúa en pie pese a haber sufrido los efectos de la guerra que destruyeron el puente, luego reconstruido, y de la dinamita que deterioró gravemente su base. Ahí sigue, al cobijo del Barranco de la Hoz, convertido en un hito para la historia, el más alto de los peirones de La Puebla de Albortón. Apenas queda nada valioso, se dice; olvidando lo más importante: la memoria del lugar. Una de las canteras en desuso de La Puebla de Albortón, cuyo origen se remonta al Jurásico Superior, fue el emplazamiento elegido por Almalé y Bondía para realizar su acción, consistente en mostrar la disgregación física que amenaza la unidad, la fuerza y la duración que, escribió Cirlot, simbolizan a la piedra entera. Arrumbadas junto al yacimiento, apenas son restos inservibles que la erosión acabará convirtiendo en polvo. Todavía conservan el color amarillo con vetas rojas que las caracteriza, y perseveran en la dureza tan apropiada para usos constructivos y ornamentales. Sin embargo, sólo son restos desgajados del bloque, fragmentos desechados que conservan las heridas provocadas por las operaciones utilizadas en su explotación. Montones de piedras que descubren su fragilidad. No pasarán a la historia. En el deseo de aplazar el desmembramiento que anuncian, Almalé y Bondía sujetan y protegen los volúmenes, ángulos y aristas más afectados y expuestos a los efectos de la erosión mediante cinchas de amarre, correas de carga y gomaespuma de diferentes densidades y colores. Con su acción, de la que dan testimonio la secuencia de fotografías y acuarelas, detienen el tiempo y perpetúan la memoria. [Chus Tudelilla]


Entrada actualizada el el 04 oct de 2023

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