En toda la pintura de Félix de Agüero, el espacio adquiere un protagonismo muy especial. Pero nunca, sea el que sea el ámbito que aborda en su obra plástica, se trata de un espacio aséptico ni neutro. El artista dota a los ámbitos que plasma de una magia que siempre nos cautiva y sobrecoge. Es una de sus virtudes
Cada uno de los espacios de Félix de Agüero se nos presenta imantado de un misterio y de un fulgor que nos interrogan y nos sacuden, causándonos un impacto que, en ocasiones, no podemos resistir, ya que nos hablan de nosotros mismos, de lo que somos, de lo que amamos y de lo que tememos. Se trata siempre de espacios que, aunque naturales, recogen huellas de nuestro estar y de nuestro habitar, en definitiva, de
... nuestro transitar por el mundo
Porque, en la pintura de Félix de Agüero, hay de continuo -es otra de sus virtudes- una vibración metafísica, que nos hace traspasar lo sensorial y nos lleva a territorios de ensoñación, a territorios mentales que parecen pertenecer al mundo del espíritu, a aquello que nos sobrepasa, o que, al menos, se encuentra más allá de nuestro trivial existir cotidiano
En la pintura de Félix de Agüero, el ser humano apenas aparece de modo físico. Pero los espacios y ámbitos plasmados en sus lienzos están llenos de huellas del hombre, tanto físicas, como culturales y vivenciales. Tales ámbitos no podrían existir, no podrían ser como el artista nos los plasma, sin nuestra presencia, sin nuestra intervención y nuestra acción allí donde habitamos
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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