Descripción de la Exposición Se sabe que el icono nació, más que como objeto artístico, como elemento de representación para atraer la mirada y ayudar a concertar la devoción de la fe de los cristianos. La presencia de un icono en un ámbito lo convertía en recinto religioso, en iglesia doméstica. Con el tiempo el icono devino además de en símbolo sagrado, en un género plástico que ha ido rigiéndose por unos cánones perfilados por distintas escuelas, fundamentalmente la rusa, la griega y la búlgara. La tradición del icono ha luchado continuamente por ajustar las disposiciones normativas y el artista, por avanzar hacia la identidad de autor por sutiles intervenciones que hicieran de la pieza una obra diferente y singular, sin perder su función sacra. Los elementos de la representación siguen siendo los personajes de la Sagrada escritura por excelencia: Cristo, el Pantocrator, que bendice la creación, María, la Theotokos o Madre de Dios intercesora suplicante, los arcángeles y los santos. Kristio Nikolov viene de la sabia cultura búlgara en el arte de los iconos, que cristalizó en la gran colección de la catedral museo Alexandre Nvski de Sofia (bien merece una visita). De la mano de los mejores maestros de la escuela búlgara, Nikolov aprendió la técnica refinada y paciente, que para ser arte necesita el talento y la pericia de un artífice. Nikolov es un artista que no quiere encerrarse en la artesanía de la repetición, sino investiga continuamente los soportes y materiales en su trabajo para lograr, con sutiles vueltas de tuerca, una renovación sin violentar el pálpito místico y tradicional que requiere el icono. Ha sabido aparcar, de momento, la monotonía de la tabla geométrica para acogerse a la piedra como material y soporte firme, lleno de nobleza. Cada pieza de nikolov es única, porque única y diferente es la forma de la pizarra, el mármol, el travertino, el cristal, el metal o las ágatas que utiliza. No cabe en él la recepción formal. El artista búlgaro sabe que el icono requiere materiales nobles, ricos y definitivos. El pigmento sigue siendo la pintura al temple de huevo, porque es el que se adhiere con mayor fuerza hasta producir una durabilidad de siglos. Nikolov es hoy no sólo un artista sino maestro de futuros nombres que aprenden de él el arte del icono. Entre tanto prosigue su campo de investigación que no tiene límites, sus inquietudes plásticas navegan entre la tradición y la creatividad con ciertos toques de audacia. Su respeto por la iconografía canónica le hace buscar al mismo tiempo nuevos vuelos, para poner en valor y actualidad el arte del icono. La idea de la prolongación de las figuras hacia el infinito se advierte en varias de sus obras, principalmente en sus hermosas crucifixiones. El artista búlgaro reflexiona sobre la iconografía de la primera cristiandad, la perseguida y refugiada en cueva y catacumbas, la que pintaba en muros y rocas tratando de hacer pequeñas iglesias para el culto. El resultado de esta reflexión ha sido la de llevar su iconografía a la piedra, de manera que la representación ofrezca la visión y la estética del fragmento, la poética de la ruina' de que hablara Miguel Ángel. La sabiduría ancestral del arte de los iconos se ha enriquecido así de la mano de Kristio Nikolov. Sus obras, firmadas con sutileza, se cotizan hoy entre los coleccionistas de arte sagrado y eterno, que lleva en sí la grandeza de la imagen y la belleza de una representación plástica. Unas piezas siempre a caballo entre la pintura y el relieve. El artista búlgaro se desenvuelve con igual maestría entre la miniatura y el formato. Nikolov se revela así como un artista total.