Horizontes creativos. Pepa Cano

Exposición / Palacio de los Condes de Santa Ana / C. San Pedro, 42 / Lucena, Córdoba, España
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Cuándo:
13 mar de 2025 - 20 abr de 2025

Inauguración:
13 mar de 2025 / 19:30

Horario:
de martes a sabado de 10-14 horas y de 17 a 20 horas. Domingos de 10 a 14 horas. Lunes cerrado.

Precio:
Entrada gratuita

Comisariada por:
Antonio Sanchez Marin

Organizada por:
Admiral Arte Contemporáneo, Ayuntamiento de Lucena

Artistas participantes:
Josefa Cano García

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Etiquetas
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Descripción de la Exposición

Las obras artísticas de Pepa Cano no son solamente la invención puntual de la autora, si no que se ha dejado influenciar por toda una tradición e historia visual y gráfica, donde se perciben el flujo de reflexión del pensamiento artístico y el hilo de la memoria visual donde resuenan ecos de emociones pasadas y que mágicamente se convierte en presente. Cano construye unos horizontes a priori simples, pero contextualizados intencionadamente de manera que no deja indiferente al espectador o espectadora. Remitiendo al libro Devant le temps, el estudio de Georges Didi-Huberman sobre anacronismo e historia del arte, y de la mano de grandes pensadores como Walter Benjamin, Carl Einstein y Aby Warburg, su análisis pone sobre la mesa la cuestión del anacronismo como uno de los tabúes de la historia del arte en cuanto disciplina académica. El grado de angulación de la mirada al territorio tiene su expresión en la tipología gráfica que adquiere el horizonte: inexistente, recto, curvo, circular, con la línea del cielo interior, exterior, cilíndrica. Su ambivalencia le hace único e inquietante, pues sugiere cualidades contrarias: finitud e infinitud, principio y final, delante y detrás. En este axioma existe una tensión que se resuelve de forma conceptual a través de la línea y el plano que tienen un papel preponderante y lo que se proyecta a través de ellos tiene un alcance más allá de lo que representa. Pepa Cano determina el sentido de la percepción espacial mediante la horizontalidad en cada uno de sus formatos redondos, extendiéndose en profundidad hacia un horizonte conceptual posicionado sobre una línea horizontal. Esta proyección espacial, limitada por el plano del color, parece tener resonancias cartesianas al introducir el cálculo numérico para la construcción de las imágenes. Este enfoque nos remite al Renacimiento, cuando la pintura, al estar necesitada de certezas, acuñará un nuevo concepto de espacio: métrico y siempre reflexionado desde una escala humana. Como lo define Byung-chul Han, es un espacio enmarcado en un sistema de principios y totalmente cartografiado, «El arte del timonel kantiano conquista el mar enmarcándolo en un sistema de principios y cartografiándolo totalmente en coordenadas inamovibles. El pensar occidental surge de la necesidad de tierra firme». Efectivamente, al estar necesitado de un punto de referencia fijo en la línea del horizonte, el espacio de la pintura europea hará que la mirada se extienda en profundidad, encontrando su significación cultural en la perspectiva y el concepto del cuadro como un novedoso recurso para la pintura. Esto es lo que hoy se comprende como un símbolo cultural de autoafirmación que, recurriendo a la comprensión de un espacio pictórico unificado, alcanzará su correlato teórico en la perspectiva: un sistema de representación que se constituirá en el sistema representativo de Occidente. El horizonte no existe como realidad física, es un concepto creado para nombrar una línea imaginaria que genera un límite real, “límite visual de la superficie terrestre, donde parecen juntarse el cielo y la tierra”, según la Rae. El horizonte es indomable. Los artistas han sido los grandes científicos de una línea inalcanzable que no se ha dejado domar por un fondo contemplativo común. Cada pintor/a, cada fotógrafo/a, ha tenido una versión de él, enfrentada a la tradición y superada por sus sucesores. El horizonte ha evitado cánones y normas, nadie ha podido adueñarse de él. Clasificarlo y datarlo parece una idea inútil, porque es un recurso inagotable de la Historia del Arte: pocas cosas son tan convencionales y tan universales, pocas tan libres. El horizonte es un motivo visual eterno. Quizás porque es abstracto y misterioso nos resulta elocuente aún en su silencio. El horizonte ha sido siempre un espacio inalcanzable: retrocede a medida que uno avanza hacia él y cuanto más corre uno, más adelanta; no hay modo de atraparlo. Por lo tanto, el horizonte no es una meta, ni un lugar, ni un confín, por eso no se inscribe en ninguna geografía y no puede ser representado en ningún mapa, ni descrito en texto alguno; sin embargo está allí, más o menos lejano, siempre expectante, atendiendo a lo que sucede frente a él, inmiscuyéndose en los avatares que tienen lugar en su dominio. Podríamos decir que el dominio del horizonte es absoluto, ocupa todos los lugares sin estar en ninguno, es real y sensible, y es mental e imaginario, es representable pero no identificable, aunque siempre evocará el lugar del amanecer o del ocaso y permitirá distinguir lo visible y lo invisible, el día y la noche. Los horizontes de Pepa Cano toman forma a partir de una base circular suspendida, mediante una línea sólida y delgada construida en piel, perfectamente coherente con la práctica y los procesos de investigación nacidos entre el diseño y el arte que surgen de la propia experiencia vital de la autora. No son solo las dimensiones las que caracterizan a estos módulos, espacios y mundos circulares, sino también su inusitada suavidad, capaz de mantener una estética formal precisa y evocadora. Por otra parte, con la base totalmente revestida de piel, se presenta un acabado refinado e inspirado en el mundo de la alta costura. Construidos con las técnicas que caracterizan la obra de Cano, son mezcla de lo tradicional y lo artesanal, mediante la visión femenina de una sencilla modernidad que cose tiras de cuero doblando los bordes sin pretensiones perfeccionistas, permitiendo al material expresar su identidad. El aspecto aparentemente sencillo de los horizontes representados da lugar a un sofisticado lenguaje que puede declinarse infinitamente mediante la combinación de formas circulares creando una narración que, en su conjunto, podría continuar sin soluciones de continuidad. Ni siquiera el tiempo es capaz de someterlo y quizás sea ese el motivo por el que Cano ha decidido dedicar su mirada realizando esta interpretación de la línea de fuga con la que se comunica mediante el contraste y la complicidad en un ingenioso juego contra la narración cronológica. Mirar al horizonte es mirar hacia dentro de nosotros mismos; asumir la paradoja de que eso supone ir hacia fuera, más allá de nuestro espacio físico, cuando nuestros ojos se elevan intentando abarcar lo inabarcable. La paradoja de un horizonte que no se puede “perimetrar”. Mirarnos más allá de un espacio físico y de nuestras humanas limitaciones, amplificar la realidad y expandir esa mirada a las infinitas posibilidades que podemos intuir. Si atendemos a la etimología: “mirar hacia dentro o contemplar”. El horizonte sería la línea a atravesar para mirar nuestro mundo interno, nuestro “paisaje interior”. Más allá de ser atrevida o arriesgada, Pepa Cano nos propone una vuelta a la contemplación pausada en estos tiempos de interactividad total, a una mirada introspectiva que busca profundizar y ver más allá invitándonos a evolucionar dentro de una estética personal tan reconocible como el de la autora.

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