Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- A un artista como Néstor, el mar se le hunde, se le diluye en el pensamiento y se abisma en las simas acrisoladas por el propio mar. Poemas del mar en la tierra, el ser del mar que se agranda en el aperlado sometimiento de las luces de la mar redimidas por el entendimiento de lo que se comprende, en su profundo cuerpo. Poesía destinada a los seres del océano; un Atlántico versificado por los bucios de los guanches dilatados en la historia y perdidos. Música y color, sinfonías para una forma transparente versificada y exacta en el horizonte azul del nado de las sirenas, de la locura de los pescadores que mueren y viven en el fondo del coral. Néstor trasforma y dirige al propio mar, en una serena y aturdida balsa de seres andróginos, faunos de las aguas que se divierten en una dulce bacanal. Néstor navega y se interfiere en el ombligo de las islas y las domina con el profundo color y se mueve como pez en el agua, como ahora, con los artistas Nelson Madero, Felipe Juan, Celestino Mesa, Isidoro de la Rosa y Bernard Romain, que reinterpretan la sinfonía oceánica para este artista intemporal que en arte nuevo y en su momento llega a nuestros días cargado de infinitos peces y de una melodía, las islas. La Luz se vierte en la salobre llaga; la ruta del silencio busca el consorcio de las olas; pensar los seres del agua, llamar a la puerta de espuma para que acuda el vomito inmenso del cristal de agua. Vuelvo sobre los pasos del camino de las perdidas naves en el transcurso del cuerpo salitrado, requiebro ondulado yodo en la herida del tiempo. Bocas que respiran agua, bocas que escrutan agua, bocas como sangrantes agallas restallando la quemadura de la playa en el pescado muerto con la perla en la boca. Las chalanas del aire, el hombre que flota, las flores del agua. Puede la mar ser vista desde el roque negro de las islas, y de la otra isla que no está, que no regresa, San Borondón espejada en la red del hombre de mar que la captura. Siento el ágil corpúsculo del vientre del alísio que encrespa a lo oceánico en la virtud del templo reposante en los pezones de Poseidón. Escucha, ahora, el timbre de la voz del silencio que te atrae, escucha el arpa del viento lamiendo la negra piedra. Es el mar un grito de tempestad y de partido llanto, es el mar, una femenina entrada al macho que la penetra con el falo de lo isleño. Es Néstor Martín Fernández de la Torre, Eternamente la pasión refractada, espejismo del cielo y la tierra y en medio, siempre el mar y Néstor, siempre Néstor.
Colectiva de Pintura