Al contemplar la obra de Mónica, casi sin darnos cuenta el asombro aparece, movido por el efecto de dos contrastes; fusión de la forma y del color; líneas que guardan lo escultórico y un colorido profundo y luminoso.

El tema y el contenido es la Virgen con el Niño, es decir, la madre y el hijo y a veces a solas el bebé en diferentes posturas que invitan al cariño y a la ternura por el efecto del color y el modelado de su forma.

Descendiendo a detalles, podemos ver en su paleta sus colores primarios, particularmente azules o rojos, logrando un envidiable claroscuro con unas sensibles degradaciones que nos recuerda a Ghirlandaio. Estos colores se deslizan con la estructura lineal que es ... como un brote que sostiene la composición de la obra (es decir, el tema).

Las líneas construyen el tema de un modo escultórico que son asumidas por verticales que se dejan ver por acentuados trazos, unos de carácter gestual y otros trazos caligráficamente fuertes. En cambio hay otras líneas desapercibidas en sí mismas y realzadas en los cambios de color. Estas explican el movimiento del ropaje y de su luz, mientras enriquecen el contenido. Podemos recordar en su hacer a Juan Gris.

En síntesis, es una pintura fuerte por su estructura, rica en su contraste y tierna en su aire gestual con destellos de luz.