Sus fotografías en blanco y negro recuperan el espíritu experimental del siglo XIX, presentando reconstrucciones extrañas realizadas a partir de objetos caseros. Así, cohetes construidos manualmente esperan su lanzamiento desde el tejado de la casa del artista en Los Ángeles, ensamblajes de residuos se amontonan creando sombras y personajes extraños, racimos de luces de Navidad flotan suspendidos en el aire…etc. Junto a todas estas imágenes, la silueta del artista, siempre con una presencia sobrenatural, se percibe de diversas maneras, apareciendo o desapareciendo gradualmente según la fotografía,

Sus imágenes son siempre presentadas en ambientes oscuros, caracterizados por una aura fantasmal fruto de la larga exposición a la que somete las instantáneas. Frente a esto, determinados objetos realizados por fluorescentes, o personajes iluminados con focos, contrastan con la oscuridad del resto de la imagen y generan un ambiente típico a la estética del romanticismo.

El juego de estos claroscuros tan agresivos y el protagonismo ... de figuras y objetos susceptibles de varios significados hace que las fotografías de Hirsch Perlman generen en el espectador un sentimiento contradictorio mezcla de una soledad calmada y una aislación frenética. Así bodegones y paisajes parecen en ocasiones imágenes llenas de calma, en las que el artista actúa como guardián de la seguridad hasta que llegue la mañana, y en otras parecen convertirse en imágenes desoladoras, armas de destrucción o nubes radioactivas.

Es este juego el que hace que las imágenes, a través de un clasicismo aparente, resalten la ansiedad pre existente dentro de toda sociedad.