Descripción de la Exposición
Durante el mes de junio el artista Alberto Baraya convocó a un grupo de expedicionarios proponiendo jornadas de renovación e intercambio de flores artificiales nuevas por antiguas en la Expedición FELIPE JUAN, con el propósito de construir, con la colaboración de los vecinos, el Herbario de plantas artificiales de los Barrios San Felipe y Juan XXIII e introducir nuevas especies en la flora de la localidad. Las flores que hacen parte de esta exposición fueron generosamente donadas por los vecinos después de haber sido encontradas en sus casas y establecimientos comerciales durante los recorridos de recolección. Cada taxón o lámina botánica reúne entonces una serie de referencias a las conversaciones entabladas con su recolector original (vecino o dueño de la planta) y responde a diversos ordenes de clasificación inventados por el artista, en una suerte de taxonomía absurda en el espíritu de la Enciclopedia China de Jorge Luis Borges. Las plantas en este Herbario se clasifican por el lugar en el que fueron encontradas, los espacios que decoran, etc.
Por más de una década, el artista colombiano Alberto Baraya ha trabajado en la deconstrucción de la figura del viajero, y por extensión, del discurso de la ciencia; en su Herbario de plantas artificiales cuestiona la objetividad empírica de un naturalista botánico. Muchos historiadores afirman que el “descubrimiento” del Nuevo Mundo comenzó en el siglo XXVIII, cuando los geógrafos, mineralogistas, botánicos y zoólogos vinieron a America para cartografiar el territorio y sus recursos naturales. Estos científicos, financiados por la corona española hasta el siglo XIX y por países europeos después de la emancipación de las colonias, tenían claras agendas políticas y económicas – mapear un territorio significa tener la voluntad de dominarlo. Más importante aún, el establecer un inventario de los recursos botánicos de las colonias allanó el camino para su subsecuente explotación capitalista. Como sus predecesores, portadores de la espada y de la cruz, estos exploradores llegaron armados con la verdad misma, que en este caso era un sistema de pensamiento aparentemente fundado sobre la observación objetiva y el desinteresado discurso de la ciencia.
Al cambiar los objetivos de esta tarea de recolección y clasificación, Alberto Baraya resiste el destino del científico en el que la educación occidental espera que nos convirtamos y pone en cuestión presupuestos como la historia misma.
Actualidad, 16 jul de 2019
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