Descripción de la Exposición
Rafael y yo coincidimos en una beca frente al mar. A mí me gustaba bajar a su estudio y verle trabajar. Al principio parecía que estuviera jugando con sus bolitas de plastilina, perfectamente colocadas por colores, casi una pantonera en tres dimensiones. Pero en seguida me di cuenta de que era un juego muy serio. Muy profundo.
Vivimos tiempos de narcisos. Y no es la flor la que me preocupa, es nuestra imagen reflejada en aguas digitales.
¿Qué es un espejo? Es un reflejo falso de nosotros mismos. Un reflejo que se va desvirtuando según se vaya azogando el espejo.
Somos espejos de sombras de lo que fuimos, de lo que nuestros seres queridos fueron. No hay reflejo posible en las pantallas líquidas, en este mundo líquido.
Esos narcisos de Caravaggio o Poussin ya no podemos verlos bien, se nos han distorsionado entre los dedos de tanto mirarlos, de tanto mirarse. Como dice el propio Rafael, se nos va perdiendo el ser uno mismo de tanto intentar serlo.
Siempre he odiado esa máxima que dice “conócete a ti mismo”. No hay cosa más aburrida que conocerse a uno mismo. Prefiero el misterio de sorprenderme todos los días. Rafael lo sabe bien y nos deja distorsionados pues nuestra memoria inventa nuestro pasado. Todo pasado es una recreación. Todo pasado es ficción.
Después de plasmar los campos de color, perfectamente situados según la memoria nos dicta, Rafael, con el dedo (¡qué herramienta más moderna, actual, única, soberbia!) distorsiona esa memoria. Hace nuevo lo que ya se había olvidado. Y es, entre las aguas de sus franjas de colores, donde nos descubrimos como seres míticos que resucitaran de entre haces de luz.
Y además, esa masa blanda de colores planos, él la utiliza como pintura o más bien pigmento, pues es materia que vive. Materia viviente de seres que nos miran, nos reconocen.
El padre reconoce a su padre e intenta reconocer a su hijo. Somos como nos ven los demás. Pero, ¿cómo somos desde la mirada de los que nos han creado?.
Mírate ahora en esos espejos que Rafael ha preparado para que nuestro reflejo sea suyo. Somos pigmaliones efímeros de su reflejo. Nos ha atrapado y nos ha convertido, al fin, en arte.
Guillermo Martín Bermejo
Comisario
Una exposición de Rafael Jiménez para Factoría de Arte y Desarrollo.
El yo que se pierde. Pienso en los yoes que se pierden, que perdemos. Cada vez que me miro en el espejo no dejo de configurar sobre mi mismo y mi aspecto un tiempo extraño. Entre lo que he sido y lo que seré. Entre lo que no se si fui, y lo que fantaseo con ser. El tiempo traduce mis rasgos, sin la severidad de la edad aún, pero ya con el convencimiento de que no hay vuelta atrás en muchos aspectos.
Y, cuánto tiempo perdido mirándome sin ser, sin ver.
Como un Narciso que se contradice., que antes de sumergirse en el agua ve a un extraño, se retira y vuelve a observarse. Elijo y cambio fotos de perfil, en las que me siento más cómodo, en las que parezco mas yo. Pinto mi rostro a partir de imágenes de cuando era pequeño como si fuera un extraño, como si no fuera yo mismo, las distorsiono. Tengo la cara de mi padre, dicen. Miro a mi hijo, busco en él parecido, juego a saber como será su rostro.
Miramos hasta agotarnos. Las redes, a veces, nos permiten mirar hasta agotarnos. Ver y vernos hasta desparecer. Igual que Narciso, la pantalla, la foto en la pantalla pero sin fondo. Verla de nuevo y hacerla desaparecer entre otras miles. Y seguir bajando y bajando y bajando hasta que uno se pierde.
Hasta que uno se pierde, reúne tres líneas de trabajo en desarrollo en las que la distorsión de la imagen, la memoria y el retrato se unen a modo de pequeñas reflexiones personales acerca de mis intereses actuales en torno a la creación artística y la pintura.
El espejo, el reflejo, la distorsión de la imagen propia en diferentes tiempos y el consumo digital de las mismas son ejes entre los que se mueven mis intereses.
Rafael Jiménez
Exposición. 17 dic de 2024 - 16 mar de 2025 / Museo Picasso Málaga / Málaga, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España