Descripción de la Exposición
Conocí a Marley Freeman cuando ambas participábamos en una exposición colectiva en la galería MurrayGuy de Nueva York en 2016. Quedé, de inmediato, seducida por su pintura, sucumbiendo al reto intelectual que proponía junto al disfrute de contemplarla. Recuerdo Speechless del 2018 en el espacio MBnb de Harlem donde Janice Guy presentó una suite de sus trabajos -me atrevería a describir como pensamientos-formas- que instaladas estilo salón, se saldaban con otra nueva melodía de afectos. En su exposición en Karma en 2019, su obra continuó sorprendiéndonos.
Las composiciones de Marley al óleo y acrílico son, por múltiples razones, provocadoras y brillantes, al tiempo que inquietantes. Reputada colorista y diestra en el clásico oficio de la veladura, la artista se entrega a su destino sabiendo que será al final la propia “Pintura” la que le dará las soluciones que va buscando. Puro vasallaje al eterno arte de pintar al que, como fiel servidora, Marley se somete, amorosamente, ofreciendo al trabajo lo que este le va exigiendo, pacientemente. Su quehacer podría aparecer como fruto de una rápida ejecución, por su frescura, pero es la consecuencia de un lento y constante replanteamiento. Volverá días, semanas, e incluso meses sobre la misma obra hasta darla por terminada. Azar y control, aparente rapidez junto al ensimismamiento creativo.
El resultado de este proceso son unas pequeñas joyas que nos envuelven como si de grandes lienzos habláramos, nos inundan. Delicadas y enigmáticas, las obras de Marley se desvelan a modo de paisajes subjetivos de la mente que nos remiten al expresionismo abstracto, incluso a los “swings” del jazz, lo que nos hace presentir que existe, además, una búsqueda de lo espiritual. Marley acepta el reto de lanzarse al abismo sin red, desprotegida, porque se sabe conectada al latir de su prodigiosa intuición, y como médium ancestral y docto que es, se deja guiar. Resiste y lo consigue; al final siempre está la luz.
En este proceso, Marley Freeman echa mano, simbólicamente, de recursos y gestos a su alrededor: es lógico pensar que ese balance de color y formas, tan diestramente conseguido en sus pinturas-brocados, tenga su origen en el haber crecido entre los coloridos tejidos, y encajes antiguos, con los que su padre comerciaba. Incluso en varias ocasiones, Marley ha ido más allá en aceptar ese legado al intercalar sus pinturas expuestas en las galerías con esculturas envueltas con piezas de la colección familiar. En estas instalaciones se aúna, íntimamente, causa y efecto, generando una cosmología de encuentros donde las pinturas se transfiguran en cuerpos astrales y los bordados, en pinturas: un todo anudado que nos remite a un lugar sin nombre, casi utópico.
Para este proyecto en la Galería Travesía Cuatro, Marley se ha inspirado en “La balada del viejo marinero” de Samuel Taylor Coleridge. La vulnerabilidad del marinero en el poema, su sentido de culpa por haber matado al albatros y también su redención final, le han inspirado para enlazar esos sentimientos con la época de inestabilidad en que vivimos impregnando su pintura con un anhelo de salvación. La belleza del poema nos sobrecoge por su sentido trágico enlazado con pasajes de abundante imaginación, inherente al Romanticismo, pero que también nos introduce en escenas repletas de color, vientos, mares y vuelos de pájaros, como si en medio de esa emoción, el color y el pálpito de la vida personificaran al mensajero que llega con buenas noticias. Percibimos el eco de este sentir en los carmesíes, cobaltos, magentas, esmeraldas y ocres con los que Marley nos cautiva y que junto con la selección de los títulos extraídos de fragmentos del poema completan este nuevo proyecto. Lukas Geronimas ha fabricado cuatro bellos marcos en madera que añaden una nueva lectura al trabajo de Marley, esta vez en sugerente clave modernista. El extenso abanico cromático de la paleta de Marley Freeman, unido a la generosa disposición con la que instala sus trabajos en las paredes de la galería, refuerza, siempre sutilmente, esa tierna y sincera atemporalidad de su obra.
Elena del Rivero
8 de abril, 2021
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Marley Freeman (b. 1981 in Boston, MA, lives and works in New York, NY) is known for her intimate abstractions in oil and acrylic on linen and canvas. Often made over long stretches of time, her paintings glow with a multitude of colors in varying layers of opacity and luster, exhibiting the artist’s deep sensitivity to the tiniest measurements of form and tonality. In dialogue with the history of textiles, Freeman’s psychologically charged canvases can be seen to mine the delicate intricacies of warp and weft to achieve carefully balanced compositions that reward sustained looking. Recent solo exhibitions include those held at Parker Gallery, Los Angeles (2020); Karma, New York (2019); and Janice Guy at MBnb, New York (2018).