El trabajo de Unai San Martín aborda desde una perspectiva romántica la idea de una imagen que se repite: un paisaje idealizado que remite a la idea de paraíso perdido, de un lugar mítico oculto que el artista logra recuperar cuando materializa en sus fotografías los lugares impulsores de su propia búsqueda.

En la misma línea que define su obra anterior, pero desde una formalización distinta, se presenta este nuevo trabajo, más hermético y ambiguo, con vocación de trompe l´oeil, y cuyas imágenes pueden entenderse como abstracciones pictóricas, que tras unos iniciales momentos de contemplación se transmutan en evocaciones de topografías, rocas, paisajes desérticos o incluso piel humana.

Esta nueva propuesta pone en evidencia algunas contradicciones, la presencia de lo real y de lo fotográfico, de lo preciso y lo expresivo, de lo figurativo y de lo abstracto, ... ambivalencias reforzadas por una proximidad a la pintura, a pesar de su manifiesta construcción fotográfica.

El empleo de la luz y la calidad inherente al proceso químico que implica el revelado en gelatinobromuro de plata, proporcionan una extraordinaria variación cromática y unas sugerentes e inusuales tonalidades de blancos, grises y negros que potencian su plasticidad y la sensación de estar delante de una imagen pintada o construida más que fotografiada.

La primera obra que el visitante encuentra al entrar en la exposición es una impresión original del s.XIX que representa una ruina Italiana, esta pequeña imagen es clave en el trabajo de Unai, no se ha de entender como una metáfora de la decadencia o la desaparición de los métodos tradicionales en la fotografía analógica, sino más bien como el recordatorio (melancólico) de algo perdido, sin posibilidad de recuperar.

Acompañando a esta antigua fotografía y dispuestas en una mesa-vitrina a modo de archivo, encontramos diversas gelatinoplatas de pequeño formato, pruebas y algunos dibujos procedentes de proyectos e investigaciones anteriores, nunca mostrados. Un grupo de imágenes que puede funcionar como guía para entrar en la nueva obra, y que ayudan a comprender las diversas vías de trabajo que han posibilitado la elaboración de estas radicalmente hermosas abstracciones fotográficas.

Deliberadamente abiertas en su concepción, estas fotografías son vistas en un contexto apropiado en el espacio de la galería, el espectador es consciente, de este modo, del proceso y de los múltiples influencias, caminos o alternativas que el artistas ha de valorar para llegar a un particular estado en su trabajo. Bellas e inquietantes estas obras expuestas en PM8 funcionan como palíndromos visuales que pueden llegar a recordar a algunos de los trabajos realizados en los primeros 80 por James Welling o incluso a obras más antiguas de los 70 de Mel Bochner, aunque estas piezas han sido creadas y han de ser leídas en unos contextos completamente diferentes.