Descripción de la Exposición
kitazu&gomez han unido sus diferentes perspectivas culturales en un empeño artístico conjunto.
‘Haggish Flash’ utiliza como pretexto una marca comercial ficticia para abordar la experiencia humana contemporánea.
La propuesta emplea tanto materiales analógicos como métodos digitales para construir objetos.
El CAB acoge un proyecto a largo plazo del español Jesús Gómez (Burgos, 1962) y la japonesa Megumi Kitazu (Tokushima, 1975), dos creadores que han unido sus diferentes perspectivas culturales en un empeño conjunto que en formulaciones anteriores ha pasado por casas-estudio en Alemania, Francia y Japón.
Proyecto de arte visual que se concreta en una serie de instalaciones de objetos y pinturas, Haggish Flash utiliza como pretexto una marca comercial ficticia para abordar aspectos de la experiencia humana contemporánea como la multiculturalidad, la identidad sexual y los roles establecidos, la apariencia y el estatus o la relación entre el marketing y el arte.
La pareja de artistas emplea tanto materiales analógicos (lápiz sobre papel, pintura al óleo, talla en madera...) como métodos digitales para construir objetos, como los botes HF realizados a partir de envases de helado reciclados.
Convertido a lo largo de los años en una experiencia vital, Haggish Flash se apoya en las cualidades estéticas y simbólicas de las imágenes para conseguir efectos de texturas que conectan con las ideas, trasmiten sensaciones y matizan conceptos.
kitazu&gomez utilizan una gran variedad de objetos y materiales, como bisutería, plásticos, yogur, gelatina, impresiones digitales, partes de sus cuerpos, objetos ready-made, materiales reciclados, juguetes, pescado... Estas imágenes-referencia se transforman al final del proceso en oleos sobre lienzo, cajas de luz o impresiones digitales.
Fundación Caja de Burgos
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Un texto de Lucija Stojevic sobre el trabajo de kitazu&gomez
ART&LIFE
Lucija Stojevic
Producir arte es un proceso de autoconocimiento y transformación personal. Para Megumi Kitazu y Jesús Gómez ha supuesto un viaje de continuo cambio en su experiencia vital. Una historia de amor entre dos artistas provenientes de diferentes culturas que han crecido juntos a través de su pasión por el arte.
J. Gómez desarrollaba su carrera artística en el norte de España mientras M. Kitazu finalizaba sus estudios de arte en Tokio. Los dos fueron atraídos por la pujante escena artística de Berlín y se conocieron allí en 2001. Por aquel entonces J. G. hacía de la arquitectura de Berlín este el centro de su trabajo mientras que M. K. experimentaba con instalaciones de muebles de madera.
Comenzaron como amigos, compartiendo ideas y ayudándose en sus respectivos proyectos. Pronto su relación creció y sus aproximaciones individuales al arte se fusionaron en empeños conjuntos. El comienzo fue algo turbulento, pues tuvieron que negociar ideas personales, rutinas de trabajo y uso del espacio compartido. Pero el amor en combinación con asunción de flaquezas y reconocimiento de puntos fuertes ayudaron a superar estos inconvenientes.
Para kitazu&gomez el arte es un caldo de cultivo para descubrir nuevas formas de entender la experiencia humana. Para desarrollar sus ideas y proyectos necesitan de espacios libres y abiertos sin la presión de los roles establecidos.
En un momento dado sintieron la necesidad de alejarse de la escena urbana y del ruido intelectual de un sitio tan saturado de artistas. Pronto hicieron las maletas y establecieron su estudio en un valle de los Pirineos Franceses.
El proceso creativo es impredecible y misterioso y su desarrollo requiere vigilancia y paciencia. Las ideas fructíferas son elusivas y llegan en momentos inesperados. Archivar ideas, dejarlas reposar en los cuadernos de apuntes y en el subconsciente, utilizar el tiempo como un filtro para evaluarlas, manipularlas, intervenirlas y combinarlas y finalmente transformarlas en objetos físicos.
Las diferentes perspectivas culturales de J. G. y M. K. han impregnado la manera en la que entienden y se aproximan al arte.
Buscando experiencias multiculturales decidieron abandonar Francia y mudarse a la isla japonesa de Sikoku, donde la familia de M. K. posee una granja. Inmersos en la vida tradicional del campo japonés, viviendo una experiencia cuasi monástica, comenzaron a desarrollar conexiones entre ideas sin aparente relación. Fue allí donde el proceso creativo se hizo realmente interactivo, el factor ego desapareció y comenzaron a pensar en términos de ¨nuestra idea”.
Dos años después, durante una visita a España, surgió la posibilidad de vivir en una casaestudio construida por un pintor a principios del siglo XX en Madrid. Sin dudarlo mucho aceptaron la generosa oferta, se establecieron en el fabuloso estudio de techos altos y ventanal al norte y continuaron su actividad artística con renovados ánimos.
Volver a un contexto urbano tuvo sus ventajas. El Prado se convirtió en un destino habitual. Disfrutar, aprender y analizar las obras de El Bosco, Velázquez, Goya y otros clásicos a un ritmo tranquilo y sosegado supuso una experiencia muy gratificante y fructífera.
Hoy continúan viviendo y creando en su estudio de Madrid. Su arte es sin duda una fusión de sus puntos de vista, sentimientos e inclinaciones. De todas formas ellos ya no son las mismas personas que se conocieron en Berlín hace 16 años.
El Proyecto ha cambiado sus vidas, y estas están a su vez reflejadas en el proyecto. Ellos han creado su propia metáfora de vida, y su arte, entendido como un conjunto de objetos físicos es una materialización de esta metáfora y un punto de encuentro de sus sensibilidades individuales.