Descripción de la Exposición La exhibición consta de diversas piezas cuyo género es difícilmente definible, alternando cuidadas instalaciones en las que mezcla todo tipo de medios de un modo ambiguo con pinturas y videos, los cuales terminan por complementar el significado de las anteriores dándole a la exposición una unidad que de cualquier otro modo sería complicado alcanzar. Solo la procedencia del artista ya nos hace mirar sus obras con otros ojos, intentando desenmascarar la dificultad que encontramos en la distancia de comprender la frustración de todo un pueblo, toda una cultura. Es de esta manera como la frontera se convierte en el leit motiv que nos guía de una pieza a otra. La frontera. Esa término tan abstracto cuyo único fin es delimitar una cosa de la otra, algo jamás conseguido. En la muestra que presenta el artista israelí, que actualmente vive y trabaja en Tel-Aviv, se aprecia un curioso equilibrio resultante de mezclar varios elementos contrapuestos; esto sucede tanto en la técnica como en el tema, pasando por la plasticidad de formas más o menos opuestas. Es en ese contrapeso perfecto en el que se encuentra la frontera. Tan perfecto que no se muestra a los ojos de los hombres. Las instalaciones, como las curiosas urnas, resultan ser recipientes de lo imposible al conservar en su interior lo volátil, lo sólido, lo invisible… Otras veces nos muestra lo que no se puede tocar, como los huesos. Están ahí, todos lo sabemos, son el esqueleto que nos sustenta, pero nadie osa tocarlos: está prohibido, pese a lo que les otorga un carácter cómico-grotesco que los desvanece fuera de su conciencia léxica, convirtiéndose en un objeto perteneciente al juego del arte. En los cuadros sucede exactamente lo mismo; nos contrapone el carboncillo con el óleo para mostrarnos toda suerte de lúdicos juegos visuales en los que no se delimita en absoluto cuál es la parte infantil y cual la adulta. Los artistas suelen tener la suerte de mantener una visión pueril, en un sentido anhelado, de las cosas y es en esa inocencia de sus representaciones dónde mejor pueden mostrar toda esa carga simbólica, expresiva, comunicativa si se quiere, que existe en esta muestra. El mensaje no es claro, ni se pretende, es sensitivo. Los originales monigotes que se dispersan por la sala de la galería tienen mucho de macabro, de grotesco más que de cómico, lo cual ya es una alegoría de la sociedad universal actual. La tendencia de Nadav es aludir a problemas poco menos que mundiales, pero lo bello en sus obras es la forma en que consigue hacerlo, desde una intimidad tan personal que roza las fronteras de lo psicológico. Son las imágenes cotidianas, las del juego de opuestos que supone el sobrevivir, las que Weissman nos representa en sus obras, bien sea de una forma plástica o a través de la conjunción de diversos elementos sólidos: lo que se puede tocar y lo que nos está vedado. La estética, pues, no ha de ser necesariamente moderna ni contemporánea, ni mucho menos pertenecer a la tradición; ha de ser, simple y llanamente, personal, arrancada de las entrañas del artista. El diálogo del territorio no podía estar ausente en la obra de Weissman, pero se trata más de territorios sensitivos que de territorios geográficos. El diálogo dentro-fuera, centro-periferia, es el que ocupa a la mayor parte de los grandes artistas del momento, dado que la globalización ha cobrado una gran ventaja en lo que al arte se refiere. Sin embargo, es de agradecer que aún queden artistas, y además jóvenes, que sean capaces de extender una fina neblina lúdica sobre los desastres de nuestro mundo, y que lo hagan desde sí mismos, desde dentro.
Exposición. 17 dic de 2024 - 16 mar de 2025 / Museo Picasso Málaga / Málaga, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España